COLUMNISTAS
conclusiones

Felices por mail

Me escribe un amigo y me dice que es feliz. ¿Se puede ser feliz por mail?

Imagen Default de Perfil
Portal Perfil.com | Perfil.com

Me escribe un amigo y me dice que es feliz. ¿Se puede ser feliz por mail? Me contesto que sí, claro que se puede. De cualquier manera se puede, incluso cuando no se puede. No se me ocurre en este momento ningún ejemplo para abonar eso que dije con tanta ligereza. Si saco de mi cabeza todos los otros pensamientos, cosa que no es difícil, encuentro, ¿qué encuentro además de la nada blanca e insípida? Usted no lo va a creer, querida señora, pero encuentro al Conde de Montecristo. Qué absurdo, ¿no? Bueno, bueno, no nos apresuremos, traigamos de nuevo el caos de cosas que se le ocurren a una cuando está tratando de expresar algo y no le sale. ¡Claro! Metido en la sórdida gayola por obra de sus enemigos que lo odiaban y etcétera, no era feliz. Pero su vecino sí. ¿Y por qué? Porque tenía un proyecto que consistía nada menos que en fugarse. Conclusión (provisoria): aunque él, el vecino, digo, estaba también en la sórdida gayola, no se desesperaba y creo recordar que hasta se sentía bastante contento porque tenía un proyecto. Sí, ya sé, estimado señor, todos tenemos uno o varios y hasta innumerables proyectos pero y qué. Tal vez no sepamos manejarlos. Tal vez la realidad (¡ufa con la realidad!) nos dice a cada paso que con eso que planeamos no vamos a llegar a nada. De nuevo: y qué. La cosa es planificar, avizorar, y, lamentablemente, recordar. No entremos en confidencias que no vale la pena. Pero recordémonos felices, y aquí sí que me llegan los recuerdos en cataratas pero tan inútiles como bellos. ¿Se acuerda de los vecinos reunidos en la vereda tomando mate? ¿Se acuerda de cuando salíamos solas, querida señora, de noche, a visitar a una amiga, a pie, sin miedo, con proyectos, sin cartera en bandolera y tal vez con las llaves en la mano, silbando bajito? Hoy podemos ser felices con cantidad de proyectos, planes, sueños, pero ya no solas y tranquilas sin miedo de noche a visitar a una amiga. Y no hay vecinos sentados en sillitas de paja tomando mate a las puertas de sus casas y por todo eso la felicidad es más frágil y más lejana, qué lástima.