El presidente chino, Hu Jintao, y su esposa con Néstor y Cristina Kirchner en su visita a la Argentina en 2004, cuando los chinos pagarían nuestra deuda. |
Hoy comienza el año 4078 en China. Esta vez coincidió con el día de San Valentín –14 de
febrero– quizá porque es el año del Tigre, símbolo de poder pero también cálido y amoroso.
Pero puede caer cualquier día entre el 21 de enero y el 21 de febrero. China utiliza el calendario
lunisolar, donde cada año comienza la segunda luna nueva tras el solsticio boreal, o sea entre uno
y dos meses después del 22 de diciembre.
La semana previa a la pasada, cuando no escribí esta contratapa, estaba en China. Justo
cuando debería haber llegado Cristina Kirchner. Aunque mi viaje (vacaciones) no tenía ninguna
relación con la visita presidencial, pude sentir el costo que tuvo su cancelación y ahora lo veo
reflejado en las declaraciones del embajador chino (ver página 18 de esta edición).
Al almuerzo protocolar que dio Taiana en el hotel St. Regis de Beijing, no fue siquiera el
número uno del área de Latinoamérica en la Cancillería china; fue el segundo. Taiana trató de
explicar lo que era imposible justificar y, lejos de hacer como los chinos, que evitan hablar de lo
que no les conviene, repitió varias veces que “ya están trabajando en la visita de la
presidenta a China”. Y en la cena para argentinos que se ofreció en el restaurante Obelisco,
llegó a decir que ésa era “la misión que precedía el tan esperado viaje de la
Presidenta...”.
“A ningún país importante del mundo se le hace esto”, decían. Se desbarató la agenda
de cientos de chinos del gobierno que trabajaron meses para que el viaje fuese posible y se los
dejó plantados cuatro días antes. La fecha de enero fue insistencia del Gobierno argentino; los
chinos querían hacerlo en marzo o abril. La sensación general era la de un papelón importante, del
que costará mucho reponerse.
Otro papelón hará la Argentina en la Expo de Shanghai: fuentes diplomáticas estiman que la
experiencia será tan mala o peor que la de Zaragoza, donde la Argentina tuvo su humilde stand
abierto dos meses después de la inauguración de la expo. Dicen que el cónsul en Shanghai, Eduardo
Ablin, se va cansado de que no le den importancia a la Expo. Argentina fue de los últimos países en
firmar su participación, no sólo hay un tema de presupuesto sino de falta de decisiones de parte
del Gobierno argentino: el ente que estaba a cargo de la representación argentina era un
triunvirato entre Cancillería, Medios y Turismo. En un momento designaron al frente a Hugo Sartor,
quien renunció hace unas semanas a su cargo de director nacional de Promoción Turística. Sartor no
pudo hacer nada por la burocracia, la ineficiencia y la falta de toma de decisiones.
La historia de las relaciones entre el consulado en Shanghai y la embajada en Beijing es otro
capítulo. En época de De la Rúa se abrió esa representación, a la que se dio categoría de consulado
general, con una relación rara con la embajada. Los cónsules en Shanghai, hasta ahora dos (Miguel
Velloso, que estuvo al frente durante siete años, y Eduardo Ablin), nunca se llevaron bien con el
embajador. Hay cuatro provincias de China que atiende el consulado de Shanghai directamente y en
las cuales la embajada no interviene. El cónsul en Shanghai tiene independencia de acción.
Si bien los consulados son representaciones administrativas y la embajada es política y
económica, sucedió en China algo parecido a cuando Timerman, como cónsul en Nueva York, era
autónomo de la embajada en Washington. Pero lo que es difícil de comprender en Estados Unidos lo es
más aún en un país como China, donde las jerarquías y la claridad de quién es el número uno, quién
el dos y quién el tres son fundamentales, más aún cuando la embajada y el consulado en Shanghai se
pelean, compiten y crean problemas permanentemente.
La Argentina estuvo sin embajador en China durante un año, desde el 13 de agosto de 2007
hasta los primeros días de agosto de 2008. Lo mismo sucedió con Rusia. Lujos que el kirchnerismo se
da por ignorancia e incomprensión de lo que significa el BRIC en la economía global. China junto
con Brasil (otro país con ruido diplomático) representan un tercio de las exportaciones
argentinas.
Xinnián kuàilè (feliz Año Nuevo en chino). Los chinos, además de usar ropa roja (impulso de energía), de ser posible nueva, limpiar toda la casa, cambiar las sábanas y barrer todo el polvo del año viejo, comienzan el primer día del año con otra tradición: llenar la billetera de dinero para que el dios de la riqueza, de barba y ataviado con una túnica roja y un saco amarillo en la espalda, los acompañe todo el año. Quizás habría que imitarlos. El año que termina fue el país del mundo cuya economía más creció: 8,7%. A ellos los dejamos plantados.