COLUMNISTAS
MAPA SOCIAL

Fronteras

Factores generacionales y económicos de las elecciones.

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DESGARRO | PABLO TEMES

Siempre sorprende cuando en la escuela primaria la maestra pide un mapa con “división política”. ¿Qué tienen que ver esas palabras con un mapa, una representación de algo generado por la naturaleza? Sin embargo, el carácter político de un mapa está dado por divisiones, frutos de procesos históricos: guerras, alianzas, conspiraciones, y a veces también accidentes geográficos.

La grieta social. A horas de votar en Argentina se vuelven nítidas otras líneas divisorias invisibles, que no figuran en ningún mapa. La primera es la social, la división que separa los diferentes estratos socioeconómicos, los ricos, los pobres y la volátil clase media. Una argumentación habitual es que “pobres hubo siempre”, sin embargo, hay una ruptura en la lógica de la movilidad social vigente durante el siglo XX, donde los hijos de los migrantes iban a vivir mejor que sus padres. Este contrato no escrito se rompió por muchos factores y a las divisiones sociales clásicas como obrero, empresario, comerciante, etc., se las reemplazó por la dicotomía incluido-excluido. Ser excluido significa básicamente no tener acceso a bienes universales como salud, educación y vivienda, y genera una tensa relación con la sociedad que los marginó.

Otra frontera que se ha erigido es la generacional. Es en parte un fenómeno global, que en Argentina cobra un carácter cultural y político. Los más jóvenes piensan la política, la familia, y su mundo en términos completamente diferentes que sus mayores y en las antípodas de sus abuelos. Los sistemas educativos que se erigieron en el siglo XIX ya nos los contienen, sistema que además se ha fragmentado entre público y privado y al interior de estas categorías con diferenciales de calidad, contenidos y compromiso por parte del cuerpo docente. Los jóvenes excluidos suelen desarrollarse en un entorno violento, violencia a veces ejercida por el propio Estado, pero también por el resto de la sociedad, que ve en ellos un peligro latente y prefieren tenerlos segregados, y tal vez presos o militarizados.

La tercera frontera es la geográfica, no en los mapas que piden las maestras, sino en un ordenamiento caótico, valga la contradicción, que divide una banda central del país agropecuario y con algunos aglomerados industriales, contra un Norte y Sur pobres a pesar de todas sus potencialidades. La geografía también muestra las desigualdades entre los centros urbanos y las conurbaciones, la extensión de estas conurbaciones en  torno a villas y asentamientos y el surgimiento de las islas de barrios cerrados que nacieron a mediados de los 90.   

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Desgarro. Las tres fronteras combinadas construyen un mapa social de centros, subcentros y periferias, donde en estas últimas se concentran la exclusión y la desigualdad en áreas habitadas por millones de habitantes, cuya situación de vulnerabilidad se ensaña especialmente con los niños, cuyo destino está sellado desde el momento que no pueden acceder a los nutrientes básicos en la alimentación. Bajo estos condicionantes se realiza esta elección de medio término, donde no se identifican con claridad propuestas para integrar un país desgarrado por los experimentos económicos y sus crisis concomitantes. El macrismo construyó en estos tiempos un discurso y una acción de gobierno cuyo corazón apuntó a que la riqueza debía desarrollarse precisamente en esa franja central poderosa del país, la vieja Pampa Húmeda, que está centrada en la agroindustria buscando un desempeño capaz de alcanzar a los menos favorecidos. Para esto habría que desarmar buena parte de lo construido por el Estado kirchnerista con la finalidad de “liberar las fuerzas del mercado”. El desarme del “Estado K” requirió a la vez la construcción de un discurso repetido en forma constante sobre la pesada herencia y el desastre recibido, algo no muy diferente a lo que dijeron todos los presidentes de la democracia, pero con un adicional: mostrar que lo único que se generó en esos doce años fue la cultura de la prebenda, la ventaja de quienes no se lo merecen. Pero debe plantearse al menos la duda si una economía de mercado podrá absorber a  los millones de personas excluidas, muchos de los cuales ya son la tercera generación de desempleados estructurales –no figuran en las estadísticas– o con trabajos de bajísima calificación y siempre provisorios.

Antiperonismo 2.0. En este tiempo una parte de la sociedad afincada en uno de los extremos de la grieta restableció un sentimiento olvidado: el antiperonismo, que va más allá del antikirchnerismo, para plantear que el peronismo (en todas sus vertientes) ha sido el verdadero eje del mal que hundió a la Argentina. El peronismo clásico construyó su proyecto político arropado en el ascenso de la clase obrera fruto de la industria sustitutiva de importaciones y la construcción de empresas estatales de servicios públicos, pero el kirchnerismo cambió al actor central de su proyecto por los pobres constituyéndose en otra cosa que el peronismo, básicamente porque la clase obrera mayoritaria de los años 50 es minoritaria hoy.

Mauricio Macri suele unir hábilmente la caracterización política del período kirchnerista con la trampa, el engaño, y suele retar a la sociedad por cierta cultura de la “ventajita” y la falta de esfuerzo, pero no puede eludir su propio origen vinculado a los grupos empresariales que lograron construir grandes fortunas  asociados con el Estado, ya sea a través de la obra pública, o con las megadevaluaciones y los seguros de cambio que pesificaron las deudas de los grandes grupos industriales. Es por eso que en el momento que Cambiemos se percató de que Cristina F. de Kirchner se presentaría, la campaña pasaba a ser hegemonizada por María Eugenia Vidal, quien ejerce una modalidad discursiva sorprendentemente cercana al llamado “populismo”, pero sin los lastres de los referentes anteriores.

Se puede decir con razón que esta elección primaria no define nada y que simplemente es un tentempié hasta octubre, sin embargo se empieza a evidenciar un realineamiento de las fuerzas políticas que mostrarán un cambio profundo hacia 2019, el año que todos miran de reojo.  

*Sociólogo (@cfdeangelis).