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Fuerza y confusión

Por qué la OTAN, alianza militar, reemplazó a la ONU, organización política. Estados Unidos llegó al límite de su capacidad de intervención. El recuerdo de Vietnam.

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Los sucesos en el mundo árabe siguen en el centro de los temas que afectan y exhiben la organización de las relaciones mundiales. Algunos resultan claros, otros confusos y contradictorios, aunque todos ellos nos dan un mejor conocimiento de la manera en que se organiza nuestro mundo. Entonces, le propongo empezar por lo que resulta más claro.

El objetivo más claro es que las potencias occidentales quieren remover a Muamar Kadafi, lo cual no estaba en el origen de la intervención. La resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autoriza el uso de la fuerza por razones humanitarias para proteger a los civiles. Sin embargo, en la conferencia realizada en Londres esta semana, los países que intervienen en Libia afirmaron que el objetivo es un cambio de régimen.

Las potencias occidentales no desean enviar fuerzas terrestres. Estados Unidos se ha desvinculado del comando de las operaciones y apuesta a tener un papel de “apoyo” en la acción militar en Libia. El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, aseguró ante el Congreso que “no habrá uniformados en el terreno” mientras ocupe el cargo.

Probablemente no sólo la prioridad está en otros países (¿Siria?), sino que Estados Unidos, a pesar de ser la primera potencia militar, tiene recursos militares limitados. El Pentágono admite que no pueden sostener más que “dos y medio” teatros de operaciones simultáneamente. Y esa cuota parece agotada.

La OTAN se hizo cargo de la dirección ejecutiva de las operaciones militares. El comunicado de la conferencia de Londres dice, textualmente, que “el Consejo del Atlántico Norte, reunido con sus socios de la coalición, proporcionará la dirección política ejecutiva de las operaciones de la OTAN”. No hay organización en el planeta con capacidad militar similar.

La OTAN, alianza militar entre estadounidenses y europeos, reemplaza a las Naciones Unidas, organización política. El conflicto sale de la esfera donde su tratamiento era político para ingresar a otra donde es militar. Los aliados pueden exhibir una dosis de multilateralismo sin el riesgo del sistema de vetos del Consejo de Seguridad. Hecho también valioso para la política interna de Estados Unidos, al evitar el ingreso en una nueva guerra en el momento en que se producen drásticos recortes fiscales.

La situación militar en el territorio libio no parece estar del lado de los aliados. La superioridad aérea de las potencias occidentales resulta insuficiente para remover a Kadafi. El 19 de marzo se iniciaron los bombardeos de Estados Unidos, Francia y Reino Unido cuando Kadafi preparaba el asalto final sobre Bengasi, al este de Libia, centro de la insurgencia. Entre el 20 y 28 de marzo, con el apoyo aéreo aliado, los rebeldes iniciaron su ofensiva hacia el oeste, en dirección a Trípoli. Sin embargo, desde el martes, las fuerzas gubernamentales empezaron una nueva contraofensiva y obligaron a los insurgentes a replegarse nuevamente a 150 km al sur de Bengasi.

Las tropas de Kadafi poseen más armamento y mayor formación y disciplina militar que los rebeldes. Antes y después de los bombardeos, y aún sin su capacidad aérea, las fuerzas de Kadafi se imponen a unos rebeldes débilmente armados y mal organizados. Su avance es veloz. El tiempo juega en contra de los aliados y los rebeldes.

Estos hechos claros, sin embargo, dibujan un escenario confuso.

¿Cómo se resuelve una intervención sin ocupar el terreno? Como vimos la semana pasada, no queda claro cómo terminará esta guerra de aviación y sin infantería. Occidente pretende limitar su rol al aire, pero la crisis se resolverá en tierra. Las potencias no desean enviar tropas y los rebeldes no pueden ganar en las circunstancias en que se encuentran.

La coordinación política entre europeos y estadounidenses es poco clara. La conferencia en Londres estableció un Grupo de Contacto para proveer la dirección política global para coordinar la acción internacional. El rol y atribuciones de esta inédita entidad son ambiguos.

La estrategia de las potencias occidentales va mutando. En todo conflicto la estrategia debería ser relativamente estable. Cambiarla es una de las decisiones más graves que se puede tomar en la guerra. No es este el caso en Libia. En un primer momento, la apuesta de Occidente fue quitarle el poder aéreo a Kadafi y apoyar de este modo el avance insurgente. Pero los rebeldes se repliegan. Luego de haber negado hace días la posibilidad, ahora los líderes occidentales admiten abiertamente la opción de suministrar armas a los rebeldes, tráfico que sería ilegal al violar el embargo de armas establecido por las Naciones Unidas.

Esto presenta serios riesgos. El uso de armas más complejas requiere entrenamiento, lo que significa presencia de instructores en el terreno. Así, enviando hombres para formar a grupo armados fue que Estados Unidos ingresó poco a poco en Vietnam, cuando la acción desde el aire también fue insuficiente. Gates ha insinuado que esa tarea la pueden realizar sus aliados europeos.

Además, Estados Unidos no sabe quiénes son los rebeldes ni qué harían con las armas una vez consumada la hipotética victoria. Algunos informes de inteligencia incluso mencionan la presencia de Al-Qaeda entre los insurgentes.

En un síntoma adicional de desorientación, los líderes occidentales apuestan a la traición de las tribus leales a Kadafi. Cuesta imaginar a los beneficiarios del régimen entregando el poder a sus históricos adversarios.

Mientras estos hechos se suceden, vemos cómo se toman las decisiones en el mundo sobre la guerra y la paz. Libia exhibe el sistema de fuerzas que actúan a nivel mundial, el rol de la OTAN y el papel del uso o amenaza del uso de la fuerza en la resolución actual y futura de las relaciones mundiales.

La fuerza militar puede dar capacidad para actuar, pero no necesariamente claridad acerca de cómo actuar. El ejercicio del poder no depende sólo de los recursos que se posee sino, además, de las estrategias que se aplican. A menudo solemos atribuir a quien posee muchos recursos también alta capacidad de elaboración de estrategias. Esto no es necesariamente así, como nos muestran los sucesos que se desenvuelven en la crisis libia.