COLUMNISTAS

Glasnost y Perestroika

Mijaíl Gorbachov tiene la llave que Cristina necesita. No se trata de una ironía de mal gustoabusando de la actual condición de modelo publicitario de Louis Vuitton del abanderado de laglasnost y la perestroika. Dentro de dos semanas, en Londres, la Presidenta argentina va a poderdialogar mano a mano con Gorbachov en una reunión de líderes progresistas organizada por GordonBrown. En el tesoro conceptual de quien revolucionó la vetusta URSS hay herramientas que le puedenresultar de mucha utilidad a CFK para cubrir la principal carencia de su gestión: identidad propia.

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Mijaíl Gorbachov tiene la llave que Cristina necesita. No se trata de una ironía de mal gusto abusando de la actual condición de modelo publicitario de Louis Vuitton del abanderado de la glasnost y la perestroika. Dentro de dos semanas, en Londres, la Presidenta argentina va a poder dialogar mano a mano con Gorbachov en una reunión de líderes progresistas organizada por Gordon Brown. En el tesoro conceptual de quien revolucionó la vetusta URSS hay herramientas que le pueden resultar de mucha utilidad a CFK para cubrir la principal carencia de su gestión: identidad propia.
La segunda etapa del kirchnerismo tiene fortalezas y debilidades muy similares a la primera. Funciona en la cabeza de una gran parte de la población como una mera continuidad y por eso Cristina casi no ha podido disfrutar de la luna de miel que todos los presidentes merecen. En este centenar de días que parecen meses hay un consenso de que Cristina es menos de lo mismo y que necesita ya pegar un golpe de timón. La caída de su imagen positiva en 9 puntos en dos meses (según Poliarquía) lo certifica. También cierta fatiga que empieza a manifestar una parte de la opinión pública frente a la inflación y otros engaños con cara de ogro desde la cima del poder que subestiman el reclamo de respeto que hace la sociedad.
A Cristina le hace falta una nueva utopía. Una misión o un rumbo propio que revitalice de mística su combustible. Tienen que relanzar su proyecto. Los grandes objetivos de Néstor K se cumplieron, la sociedad los asimiló a su vida cotidiana y ahora hay nuevas demandas que transforman los viejos problemas que Cristina tarda demasiado en solucionar. Cada uno tendrá su solución práctica, pero hay valores como la glasnost (transparencia) y la perestroika (apertura) que le podrían dar al Gobierno la frescura de un nuevo escenario.
La distribución más justa de la riqueza y la búsqueda de la calidad institucional pueden convertirse en la esquina donde se encuentren las necesidades de los argentinos con los nuevos vientos de los Kirchner. Esa transparencia y renovada apertura gorbachoviana  encendería la pasión militante por el cambio que ahora parece muy amenazada por la rutina burocrática. Con perdón del setentismo, sería como una revolución dentro de la revolución. Cristina debe jugar ese rol en el proyecto político matrimonial. Repensar y recargar baterías. Y traducir a los hechos concretos su discurso inaugural: prometió más diálogo y menos autoritarismo, más instituciones y menos personalismo. Utilizando sus propias metáforas pingüinas, se podría decir que si a Néstor le tocó sacar al país del infierno, a Cristina le corresponde fogonear un país serio y previsible.
El mapa actual muestra por dónde se puede avanzar con señales que tiren por la borda las prepotencias K que cada vez encuentran resistencias más potentes. El incendio más imprevisible es el que han provocado en el campo. Asusta la soberbia blindada ante la realidad y las opiniones ajenas que los han llevado a cometer estos groseros errores de diagnóstico. Lograron unificar intereses tan antagónicos porque es irracional pretender que cualquier persona en cualquier actividad acepte con mansedumbre que le congelen sus ingresos y que sus gastos sigan en aumento con una inflación real del 20% anual, por lo menos. Sólo un estúpido podría aceptar semejantes reglas por los próximos cuatro años. Y mucho menos si son hechos consumados sin margen de diálogo.
Los Kirchner viven tan encerrados en sus propias obsecuencias que ahora se sorprenden por una reacción que generaron ellos con su torpeza. Trataron de avaros, llorones, extorsionadores, irresponsables y golpistas a quienes (según Eduardo Buzzi, jefe de la Federación Agraria que sintoniza con la ideología kirchnerista) están realizando una “pueblada agraria nacional contra las confiscaciones que concentran cada vez más tierra y la riqueza”.
El Gobierno leyó tan mal la situación que terminó por multiplicar la bronca y los cortes cuando mandó como voceros a dos de las personas de mayor desprestigio en general y en el campo en particular, como Luis D’Elía y Hugo Moyano. Fue patético escuchar a dos expertos en actitudes violentas dando clases de civismo ghandiano. Uno copó una comisaría y el otro tiene que explicar cómo un crimen mafioso por encargo se produjo en sus narices. Es peligroso y puede tener un final trágico que los Kirchner dejen avanzar a sus piqueteros adictos con escraches y otras metodologías fascistoides. Ahora que Guillermo Moreno está calladito esperando que pase la tormenta, sería ideal mover el banco de suplentes y reemplazarlo. Ya no les aporta nada y sólo irrita con su presencia. Es casi una condición necesaria para resolver alguna vez esa pesadilla recurrente del INDEK. Sería una señal en el camino de la calidad institucional. En contra de esa forma perversa y desconfiada de conducción que tiene Néstor Kirchner: poner a alguien que le reporte sólo a él, aun “puenteando” a su superior inmediato.
Esa granada les estalló en la mano con la crisis de la AFIP. Nadie que tenga capacidad profesional y dignidad personal puede aceptar esa humillación por mucho tiempo. Alberto Abad se puso firme y lo castigaron por su falta de genuflexión. Néstor tenía la excusa de la emergencia y de la necesidad de fortalecer su poder para solucionar su debilidad original. A Cristina, esas actitudes le generan pérdidas.
Da vergüenza ajena que, después de más de 1.500 días de matrimonio Kirchner en el poder, recién ahora el gobernador santacruceño, Daniel Peralta, haya resuelto repatriar los restos de los fondos provinciales que sirvieron para censurar a tantos periodistas. Solito y sin que se le caiga la cara dijo que no sabe cuánto dinero es. Es que viene flojo de papeles. No hay certezas donde aparezcan intereses, comisiones y otro tipo de información básica que la AFIP le exige a cualquier hijo de vecino.
Cristina no tiene otro camino que promover un shock de convivencia pacífica, transparencia, renovación y calidad institucional para achicar la inequidad social y acrecentar su credibilidad. Más glasnost que glamour. Cristina necesita esas llaves. Dicen que Gorbachov las lleva en esos elegantes bolsos tan distantes de Lenin.