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Nuevo relato

Grace Kelly y la vanguardia

Cuenta Quincy Jones que su debut con Frank Sinatra tuvo lugar en Mónaco en el año 1958.

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Ella. Esa capacidad de desdoblar el yo es un rasgo actual de la globalización. | cedoc

Cuenta Quincy Jones que su debut con Frank Sinatra tuvo lugar en Mónaco en el año 1958. Fue en un show benéfico en el Sporting Club de Mónaco, y entre los asistentes se encontraban los actores Cary Grant y Douglas Fairbanks Jr., el escritor William Somerset Maugham y, por supuesto, el príncipe Rainiero y su esposa, Grace Kelly. Según Jones, cuando así se lo indicaron se puso al frente de la orquesta y dio la orden de ejecutar la introducción del show. El músico esperaba que Sinatra apareciera por un lateral del escenario, pero el cantante sorprendió a todos haciendo su entrada por la misma puerta por la que había ingresado la audiencia y comenzó a atravesar el salón lentamente, saludando a unos y a otros con toda tranquilidad, especialmente, claro está, a los príncipes anfitriones. Como marca el protocolo, al acercarse a ellos el cantante extendió su mano e inclinó la cabeza ante la princesa de Mónaco. Acto seguido, avanzó hasta la mesa de Cary Grant y, para desesperación de Quincy Jones, sacó un cigarrillo de su cigarrera y esperó a que el actor le diera fuego. Después de pegar la primera pitada y antes de seguir camino al escenario, cuenta Jones, no sólo no menguó el aplauso sino que toda la audiencia se puso de pie –príncipes incluidos–. Recién al abrigo de ese fervor Sinatra llegó al escenario, donde, sin soltar el cigarrillo, se puso a cantar Come Fly with Me.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la vida de Grace Kelly, abundando en su intimidad, antes y después de su boda con el príncipe Rainiero, así como sobre la estrategia que representaba ese enlace de cara a una operación de imagen del Principado de Mónaco. Pero más allá de eso, hay en ese gesto al que se obliga Sinatra, no ya frente a su ex compañera de reparto en el film Alta sociedad sino frente a la princesa Grace, un reconocimiento de que Grace Kelly no es un mal remake de la princesa Carlota Luisa Julieta, duquesa de Valentinois y madre del príncipe Rainiero III. Ha conseguido convertirse en Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco ante los que más cuesta hacerlo, los suyos. Aquella noche, ante Frank Sinatra y Cary Grant.  

En la película La ventana indiscreta, el personaje que le confía su director, Alfred Hitchcock, casualmente da muestras de esta capacidad de adaptación, movilidad e incluso mutación. La genial película de Hitchcock está planteada desde la ventana de un piso interior que domina el centro de manzana con su jardín y todas las ventanas de los demás pisos. El protagonista, interpretado por James Stewart, es un reportero gráfico inmovilizado por una pierna escayolada que, como buen voyeur, mata el tiempo observando la vida de los vecinos. Su novia, periodista de una revista de moda e interpretada por Grace Kelly, tiene un carácter y una forma de ver el mundo muy diferentes a los del fotógrafo de guerra. Este desencuentro entre ellos funciona como correlato del crimen que se produce en uno de los pisos y del que sospecha James Stewart. La tensión crece según avanza la película, y va involucrando lentamente al personaje que interpreta Grace Kelly a tal punto que abandona su inmovilismo, su supuesta frivolidad y ligereza para pasar a la acción. De hecho, es el único personaje que cruza la “frontera” y entra en la escena involucrándose con los vecinos y el criminal.

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La noche del concierto en el Sporting Club de Mónaco, Grace Kelly demuestra la misma capacidad que en la película para estar en dos espacios distintos y dar con el perfil adecuado en cada uno cuando Sinatra, a punto de cantar para ella, se acerca a Grant para pedirle tabaco y hacer una pausa desde la que ambos observan a su antigua compañera de trabajo que ha pasado a otro lugar, ha cruzado una frontera. Desde allí, desde ese espacio distinto ella los mira actuar y al mismo tiempo se deja ver en su nuevo rol.

En esa personalidad volátil, en esa capacidad de desdoblar el yo en función de un nuevo relato, hay en Grace Kelly un rasgo de vanguardia. Hoy sin esa virtud es imposible circular por las autovías de la globalización.

*Escritor y periodista.