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Grandes eran los de antes

¿Podrán en esta temporada intentar un retorno a las glorias del pasado Independiente, Racing y San Lorenzo? Los números actuales aplastan a sus fieles seguidores, víctimas no suficientemente inocentes de la entrega de los últimos años. Consintiendo la estafa en la que el fútbol vive desde que vendió su alma a la televisión, algo que puede ser peor que ofrecérsela al mismísimo Diablo, los dirigentes de los otrora grandes penan al comienzo de cada temporada adquiriendo jugadores en negociaciones de las que salen siempre mal parados.

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Victor Hugo morales |

¿Podrán en esta temporada intentar un retorno a las glorias del pasado Independiente, Racing y San Lorenzo? Los números actuales aplastan a sus fieles seguidores, víctimas no suficientemente inocentes de la entrega de los últimos años. Consintiendo la estafa en la que el fútbol vive desde que vendió su alma a la televisión, algo que puede ser peor que ofrecérsela al mismísimo Diablo, los dirigentes de los otrora grandes penan al comienzo de cada temporada adquiriendo jugadores en negociaciones de las que salen siempre mal parados. Pero si alguna ventaja tienen los torneos cortos es la de renovar las esperanzas cada seis meses.
En los últimos ocho torneos, sumadas sus actuaciones, obtuvieron sólo cinco presencias entre los cinco primeros. El panorama no cambia si se toman en cuenta los últimos diez años, esos en los cuales las consecuencias de la entrega se advierten con mayor claridad: River, el primero en la tabla, suma 773 puntos, seguido por Boca con 754, San Lorenzo quedó a 130 puntos, los Rojos de Avellaneda se distanciaron 207, y Racing, 231.
En los primeros 65 años del profesionalismo, Boca le sacó a Independiente 153 puntos. En los últimos diez, el club de la Ribera obtuvo 188 unidades más que el rojo. En diez años hay mayor diferencia que en los primeros 65 y no debilita el cálculo el hecho de que haya tres puntos en juego en los partidos de hoy. En los sesenta años inicales de la era profesional, los dos más grandes se alzaron con el 45 por ciento de las competencias. Los otros tres ganaron el 31 por ciento. Desde el ’91-’92 River y Boca llegaron al 58 por ciento, contra el 16, apenas, de Racing, Independiente y San Lorenzo. La diferencia se triplicó: de un 16 por ciento pasó al 42. Un ejemplo más reciente de la actual debacle de aquellos grandes: desde la temporada ’86-’87 hasta la del ’95-’96, xeneizes y millonarios dieron la vuelta olímpica en cinco torneos, lo que da un 33 por ciento que dejó el 67 por ciento restante de las victorias al resto de los equipos. En los últimos diez años, la euforia de los clubes dominantes se amplió al 70 por ciento. En el reciente Apertura, entre Boca y River sumaron 82 puntos, pese a las frustraciones finales de los de Passarella. Racing, Independiente y San Lorenzo, sumados, 83. Un solo punto más. En todo 2006, el resultado es aún peor: la suma de estos tres da 153, la de aquellos 159. En toda la temporada los Rojos comparten la sexta posición con Gimnasia y Vélez, por debajo de los jujeños, que llegaron al quinto lugar. San Lorenzo fue décimo. Racing quedó en el puesto número 14. Demasiados números, quizá, para esta nota. Pero lo que se intenta es golpear con ellos, alertar más enfáticamente del abismo al que se inclinaron con su permisividad e ineficacia quienes los han orientado. Poco dinero y mal repartido.
Cuando se asiste al sueño de Ramón Díaz en la nota de esta edición, las vicisitudes de Burruchaga y Merlo para armar sus equipos, los hinchas deben saber de antemano que, en principio, están condenados, y que en el mejor de los casos pueden convertirse en una excepción, eso que ya fueron, una vez cada uno, hace ya algunos años. No es Ramón con su fe contagiosa, pero acaso ingenua, ni Burru, ni Mostaza.
La pelea del año es en otro escenario: el de la disputa por mayores ingresos, que de nada servirán si no son repartidos de manera más justa. Ahora que Grondona, como todos los poderosos de la historia, suele pelear contra sus propios fantasmas, es el momento de aprovechar la coyuntura. No será con discursos de una adulonería empalagosa como el de Pompilio en la fiesta que se armó Grondona en Ezeiza para festejar los tremendos fracasos de la conducción, como si fueran éxitos envidiables.
Por diferentes razones, los tres grandes postergados y el resto de las instituciones tienen una ventana para airear ese gusto a podrido que el fútbol expele. La coyuntura que cayó del cielo (el abuso absurdo, la voracidad sin límites de quienes negocian desde la televisión y los diarios que pusieron el fútbol a sus pies) debe ser aprovechada. Distraerse en el discurso optimista de Ramón, creer que todo lo pueden arreglar el talento de Burruchaga o la astucia de Merlo es iniciar otra década con los porcentajes aquí mencionados, ampliándose cada año más. Es cooperar con un fútbol que, si bien les es útil a los dirigentes de Boca y River, ya para construir carreras políticas, ya para desarrollar apasionadamente el triunfo económico de los grupos inversores, no le sirve al fútbol argentino para tener bases más sólidas que esas siempre vigentes de los vientres generosos de madres que ahora mismo están pariendo en algún lugar de la Argentina un niño de piernas flacas y algo chuecas, que vendrá a ser el salvador de tantos males sembrados.