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Grandes programas

Su trabajo consiste en viajar por todo México, buscando los mejores restaurantes de tacos y sus recetas.

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Seguimos con otra columna light, estamos de vacaciones. Hablemos entonces de televisión, ahora que la televisión está a punto de desaparecer. De dos programas que no me pierdo nunca. Uno, El precio de la historia, en History Channel. ¿No lo conocen? ¿Hace falta que lo describa? No lo sé. Sé, en cambio, que todavía me faltan 3 mil caracteres con espacios para llenar esta nota, así que paso a detallarlo. Especie de reality que sigue las actividades de la casa de empeños Gold & Silver Pawn Shop, negocio familiar abierto las 24 horas. Atendida por el abuelo (muerto hace unos meses), el hijo y el nieto, no podía estar ubicado sino en Las Vegas. La trama es sencilla: va gente a vender pertenencias, los Harrison (así se llaman) tasan los objetos, negocian y finalmente los compran, o no. Hasta donde sé (que es bastante) la serie va por su decimoquinta temporada (algunas temporadas llegaron a tener más de cincuenta capítulos). Yo debo haber visto unos cien, lo cual me convierte lamentablemente en un fan de baja intensidad (cuando me jubile, en un par de años, pienso pasar todo el día viendo episodios viejos). Mi favorito es el que va la ex mujer de un basquetbolista no muy conocido (ni me acuerdo el nombre), pero que llegó a jugar en la NBA. Lleva como diez camisetas originales de su ex y una de un jugador célebre. A los Harrison obviamente solo les interesa esa, y finalmente arreglan la compra de todas, una muy cara y las otras por centavos. Todo es muy triste en El precio de la historia, quizás por eso me gusta.

El otro es Maestros del taco, por el canal Gourmet. Conducido por Alfonso “Poncho” Cadena, un grandote siempre demasiado excitado, pasado de vueltas. Pero lo veo simplemente porque muero de envidia: su trabajo consiste en viajar por todo México, buscando los mejores restaurantes de tacos y sus recetas. De carne, de cochinita o de pescado (o de pulpos y mariscos), el entrevistador encuentra paseantes, gente local, habitantes de pueblos y ciudades que recomiendan sus lugares favoritos. Hacia allí se dirige, ingresa a la cocina, muestra cómo se preparan, y luego va al salón a comer uno junto a alguien del lugar. ¡Simplísimo y maravilloso! Hace poco hubo un capítulo ambientado en Mérida, Yucatán, ciudad en la que he estado hace muchos años –en mi primer viaje a México– y de la que guardo el mejor recuerdo. Mi amigo V.J. me dijo: “Si vas a Mérida, no dejes de pedir cochinita pibil”. Así hice en todas su formas (tacos, al plato, etc., etc.), sin probar creo ninguna otra comida (no hace falta aclarar que es deliciosa). Por eso me encantó que el capítulo sobre Mérida se centrase en otros platos (¡qué lindo es aprender cosas nuevas!), como el taco con pulpo yucateca, que se veía muy apetecible. Yo había comido tacos de pulpo, pescado y frutos de mar en El Carnal, especie de fonda entre popular y fashion en Guadalajara, exquisitos por supuestos, pero hechos no al estilo yucateca sino en el Tamaulipas (la leyenda cuenta que los tacos de pescado fueron inventados por un oriundo de Padilla, Tamaulipas, en la ciudad de Ensenada, Baja California). Parte del encanto del programa reside también en no solo mostrar cantinas, sino puestos callejeros, en ferias e incluso ambulantes.

No tuve el gusto de ver esas series de moda en Netflix de las que todo el mundo habla, pero estoy seguro de que no le llegan a los tobillos a ninguno de los dos programas.

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