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Defensora de Género

Grieta sindical y mujeres públicas

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Internas. Hay fractura entre moyanistas y antimoyanistas, pero el machismo sindical no se discute. | S.U.

En la sección Política del sábado 18 de mayo la nota de Aurelio Tomás describe la grieta entre los miembros de organizaciones del transporte. Una infografía ilustra la fractura entre moyanistas y antimoyanistas (así se plantea). Sin embargo, y a simple primera vista, algo en común los mantiene cohesionados. Gremios enormes capaces de paralizar el país o invisibilizar una huelga, discuten si pararán o no el 25 de mayo.

Lo que no se discute es el poder macho del sindicalismo, su poca sutileza en las maneras de la concentración y negociación, su trocar derechos por mantener privilegios. Comparten también con nuestros representantes políticos la nula disposición a revisar sus hegemonías patriarcales y considerar la obligación legal de adoptar medidas que hagan más diverso ese universo donde se entienden con gestos, miradas y presupuestos. Imaginemos otro sindicalismo, imaginemos otras formas de trabajo y distribución, imaginemos otras formas de negociación y otras interlocuciones, imaginemos otros diálogos: bueno, las mujeres trabajadoras merecemos estar allí.

Mujeres públicas: La división moderna entre un ámbito público propio de la política, cuya institucionalidad es el Estado, y un ámbito privado destinado al cuidado cuya institucionalidad es la Familia, estableció este último como lugar propio de las mujeres a cargo de tareas reproductivas y domésticas.

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La politóloga Carole Pateman señala un pacto previo al contrato social que denomina “contrato sexual”, en el que a cada hombre se le reserva la propiedad patrimonial sobre una mujer que asegurará la legitimidad de su progenie, pero también dispone que habrá un conjunto de mujeres que serán propiedad colectiva de todos los varones. Estas mujeres, disponibles para su placer sexual y a las que pueden acceder a cambio de dinero, son las “mujeres públicas”: un concepto ambiguo y una advertencia sobre aquellas de nosotras que atravesemos el umbral.

Nuestro presente político tiene una mujer insoslayable: Cristina Fernández de Kirchner. Lejos de ser celebrada por los columnistas, su presencia es calificada con dos alarmas foucaultianas: es patológica y peligrosa.

El lector Flavio Rapisardi nos ha enviado un comentario sobre la ilustración de Pablo Temes a la columna de Gustavo González en la sección Política del domingo 19 de mayo. Efectivamente, la postura corporal de CFK elegida para la ilustración (una de sus escenas de baile en el escenario de un acto político), la ubicación del libro multiplicado bajo la forma de alas (la repetición de lo idéntico que según la filósofa Celia Amorós aleja a las mujeres de la ciudadanía) admite muchas lecturas.

¿Una vedette como interpreta el lector, un pavo real que porta un atributo (el plumaje vistoso) propio del macho de la especie, una mariposa bella y frágil, un ángel (dócil o rebelde al poder divino)? Ninguna de ellas remite a una mujer política, dos veces presidenta, que por su sola presencia cataliza la vida electoral; ni alude tampoco a un ensayo que da testimonio de su paso por el poder. No importa cuán lejos haya llegado, una vez en la vida pública siempre podrá ser objeto de la mirada masculina que la “pondrá en su lugar”.

Por contraste, en la sección Sociedad del sábado, Josefina Hagelstrom menciona la presentación en la Feria del Libro de Las Malas, tercera obra de la escritora trans cordobesa Camila Sosa Villada. Allí cuenta la historia de un grupo de travestis en la zona roja de Córdoba, una historia que conoce en carne propia por haber estado en prostitución. La foto y la tapa del libro son la de cualquier escritora y su obra. Este ha sido el año de las mujeres en la Feria, también de las mujeres trans. Un lugar con voz propia y en primera persona.