COLUMNISTAS
EL CONTACTO DE BASILE CON LA PRENSA

Hablar cuando uno gana es facilísimo

Está claro que Alfio Basile no hubiese podido dirigir al Barcelona. El presidente no le hubiese permitido pasar ni un solo día sin comunicar “las actividades de la institución”.

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Hay quienes dicen que el técnico del Barcelona –antes de que llegara Pep Guardiola– iba a ser José Mourinho, el portugués, que dirigió mucho tiempo al Chelsea y ahora conduce al Inter. Esas mismas personas sostienen que el presidente del Barça, Joan Laporta, le dijo que, como entrenador blaugrana, tendría que dar conferencias de prensa y atender los requerimientos periodísticos porque la institución era lo que era, en buena parte, por la difusión de sus actividades. Y que esto incluía al fútbol profesional. Mourinho contestó que no iba a atender a la prensa cuando lo considerara necesario, pero que lo haría una vez por semana. Esa respuesta fue decisiva para que Laporta vetara la llegada del portugués y mirara hacia adentro. Así llegó Guardiola.

Está claro que Alfio Basile no hubiese podido dirigir al Barcelona. El presidente no le hubiese permitido pasar ni un solo día sin comunicar “las actividades de la institución”. En Boca, en cambio, sí. Basile –entrenador del equipo profesional del club más popular de la Argentina– se dio el lujo de no transmitir sus puntos de vista ni de dar información sobre sus dirigidos durante 111 días. Algunos periodistas –no todos, Boca tiene un ejército de periodistas que son voceros de los dirigentes o de Basile, en realidad– nos quejamos. Lo planteamos hasta con el presidente Jorge Amor Ameal. No por nosotros, que se entienda. Cuando finalizo el día de trabajo, lo que menos hago es consumir opiniones de entrenadores de fútbol. Y no lo hago porque sería como si un cartero, al terminar su día de trabajo, saliera a caminar… Obviamente que leo, veo y escucho por obligación profesional, pero la vida, en verdad, me va por otro lado.

Quiero señalar con todo esto, que Coco –hable o no hable– no me importa, no es un tema personal, es profesional. El tiene la obligación de contarles a los hinchas por qué el equipo hizo la pésima campaña que hizo, por qué Riquelme nunca termina de recuperarse, quién será el reemplazante de Battaglia o si piensa realmente sostener a Abbondanzieri. Nada de eso contestó Basile. Y como buen futbolero, también encontró al enemigo entre la prensa…

“Me sacaron de contexto tres o cuatro veces y me calenté”, fue lo primero que dijo Basile, para agregar, al rato: “Nunca me quise ir ni renuncié, yo me relaciono directamente con Bianchi. No sé de dónde salió todo ese quilombo que hicieron, nadie me convenció de nada porque no renuncié”. Eso no es cierto. Basile presentó su renuncia el 20 de septiembre a la noche, después de que Boca perdió injustamente con Godoy Cruz 2-3. Se encerró en su habitación del Hotel Intercontinental y le dijo a Carlos Bianchi que se iba. No se fue porque sus familiares lo convencieron de lo contrario. Pero la decisión estaba tomada.

Amor Ameal, Bianchi y algún dirigente ofendido (Crespi, Beraldi) coincidieron en que Coco tenía el estaño y el café suficientes como para manejar un vestuario absolutamente quebrado por la interna Riquelme-Palermo y su onda expansiva. Es gracioso, porque siempre se negó esta interna. Y cuando uno pregunta por algún acierto de Basile en el último semestre de 2009, se repite como lo haría un loro: “Poner a Gaitán como delantero y cortar el quilombo del vestuario”. ¿Cómo? ¿No era que no existía? Hace mucho tiempo que venimos sosteniendo eso aquí, incluso cuando Boca fue campeón del Apertura ’08. O sea, no es “cuando un equipo pierde está todo mal y cuando se gana todo queda sepultado”. No. La interna existe desde hace años y se cobró varias víctimas.

Otra de las razones que empujaron a Basile a renunciar aquella noche del 20 de septiembre de 2009 fue, justamente, que la interna ardía y que él no la podía enfriar. Y que, en la cancha, se notaba demasiado. Otro de los que no dijeron la verdad sobre esa noche fue Riquelme, que contra Godoy Cruz abandonó la cancha en el entretiempo. Román llegó al hotel donde estaba recluido Basile y habló con él. Le juró y le perjuró que iban a cortar la interna y que iban a tirar todos del mismo carro si él se quedaba. Román salió y dijo ante las cámaras –con su mejor cara de póquer, esa que le conocemos de tantas y tantas veces que ocultó la verdad– que sólo había ido a buscar su bolso.

Después la remató Bianchi. Dio una conferencia de prensa patética el 22 de septiembre, diciendo que la noche de Godoy Cruz Basile le pidió que hablaran de fútbol. Es más: Bianchi comentó: “Hicimos planes para el futuro, hablamos de la pretemporada…”. Bah, no vale la pena seguir.

Simplemente, que Bianchi haya mentido y que Basile lo haya hecho después de estar 111 días sin hablar vuelve a mostrar un enorme problema comunicacional en Boca. Por ahí, uno se pone grande y fastidioso, pero estoy un poco harto de que mientan los protagonistas del fútbol. Porque Juan Carlos Crespi (dirigente desplazado del control del fútbol profesional tras la llegada de Bianchi) sale al aire y desmiente todo. Nos quiere hacer creer que el plantel de Boca es algo así como La Banda del Golden Rocket, que todos son amigos como en las películas de Palito Ortega y que Bianchi es el demonio. Y cuando Crespi no habla, lo hacen los periodistas con los que opera. Lo mismo ocurre con José Beraldi, que no es capaz siquiera de admitir algo tan simple como la gestión por un futbolista.

Falta decir que, tras las derrotas en serie con San Lorenzo e Independiente (0-3 y 1-2), en el torneo pasado, Ameal convenció a Basile para que se quedara. Coco había dicho en su círculo áulico que si perdía con el Rojo dejaba el cargo. Pero jamás van a admitir esto. Todos mienten u ocultan.

Por todo esto, el hecho de que Alfio Basile haya resuelto comunicarse con los socios y los hinchas de Boca a través de la prensa –esto es lo que hace cuando se sienta en una conferencia de prensa– no debe ser tomado como la gran noticia, sino como que el técnico está cumpliendo con una obligación. Como está obligado a decir alguna vez por qué pegó el portazo en la Selección. El “no comment” podrá ser pintoresco, pero en la era de las comunicaciones es una estupidez.

Basile deberá aprender de una vez por todas que está en un lugar de privilegio, que gana una fortuna y que tiene obligaciones. Entre ellas, explicar sin mentir por qué no supo encontrar variantes a un equipo que, irremediablemente, se cayó a pedazos y no logró los objetivos previstos.

O sea, explicar por qué fracasó.