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VERDADES Y COMPETENCIAS

Hay más libros, ¿habrá menos lectores?

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Con frecuencia, oigo un dictamen contundente: la gente lee cada vez menos libros, los jóvenes leen cada vez menos. Desconozco cómo se compila esa evidencia, pero soy escéptico. Hay abundante información estadística sobre el mercado cultural; existen encuestas que registran las declaraciones de las personas acerca de cuánto leen; hay muchas estadísticas sobre la producción de libros en el mundo. Hoy se publican muchísimos más libros que medio siglo atrás, cada vez más. También registro, por simple observación, que hay muchas librerías; además, los kioscos de diarios venden libros, lo que no ocurría hace algunas décadas, y los supermercados venden libros. Se venden libros en todas partes. ¿Cómo puede ser que en el mundo se produzcan más libros y haya más lugares donde se venden libros si fuese cierto que la gente demanda menos libros?

Hay varias posibilidades para explicar esto. La primera es poner en claro los términos. Una cosa es cuánto leen los que leen y otra cosa es cuántos leen. Podría ser que los que leen, leen menos que antes, pero que muchas más personas que antes son capaces de leer y leen.

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Segunda posibilidad: aquellos de quienes esperamos que lean, los jóvenes, no leen. Parece que sucede algo patético: los nuevos contingentes de individuos que se incorporan a la vida activa para estudiar, trabajar, consumir y procrear han perdido el interés en la lectura. Me pregunto: ¿era distinto antes (más allá del hecho de que la inmensa mayoría no sabía leer)? Desde Sócrates tenemos registradas, generación tras generación, sentencias categóricas acerca de las proclividades embrutecedoras de los jóvenes. En los años 60, siendo yo joven pero ya no tanto, pasé un año en Inglaterra, en la Universidad de Sussex. A menudo acudíamos a los pubs. Los jóvenes –después de unas cuantas cervezas– cantaban en el pub cuando alguna onda musical los incitaba a hacerlo y recuerdo dos estribillos inolvidables: Why fucking not? y Give me a disc, not a book. El primer tema no tenía mucho que ver con la lectura, pero el segundo sí, porque el disco competía crecientemente con el libro. Esa imagen sigue fuerte hoy: no leen porque prefieren estímulos más fáciles, más sensuales, no buscan cultivarse.

La televisión y el cine han sido para el libro una competencia más fuerte que el disco. Pero los hechos hablan por sí mismos: en la era del cine y de la televisión más gente sabe leer y escribir y se producen muchos más libros que antes. Hoy podemos leer a Shakespeare, pero en los tiempos de Shakespeare sólo se podía asistir al teatro para disfrutar sus obras; o sea, no se leía a Shakespeare. Hoy pueden verse en el cine obras suyas. Es decir que hay contenidos que pueden ser recibidos por vía del libro o por vías alternativas. Los medios digitales introducen ahora más variantes. También puedo leer a Shakespeare en la tableta de iPad. ¿Algún compilador de estas estadísticas computará la lectura de textos en soporte digital como “lectura”?

Otra cosa se dice con frecuencia: se imprimen más páginas en formato de libro, pero no son “textos” (me pregunto, ¿qué serán, entonces?). Gran parte de los anaqueles de las librerías están llenos de libros que contienen instrucciones: manuales para manejar herramientas, libros de cocina, guías de turismo… Se venden mucho. Tal vez engrosan las estadísticas de producción de libros. Con todo, en el supermercado veo novelas más que guías de turismo, y algunos libros de historia y algunos ensayos. No puedo creer que estén allí si la gente no los compra, y que la gente los compre y pague por ellos si no los va a leer.

Está claro que los soportes mediante los cuales se distribuyen contenidos en el espacio público cambian con las generaciones. Está igualmente claro que los hábitos, las expectativas y las demandas cambian con las generaciones. Los jóvenes son algo distintos de los adultos, siempre, y por lo tanto son grandes motores de cambios sociales. Los adultos solemos no comprender bien a los jóvenes; decimos que son inadaptados, pero quienes tienen dificultad para adaptarse somos los adultos. No parece tan evidente que por todo eso hoy se lea menos que antes.

*Rector de la Universidad Torcuato Di Tella.