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Hija de la censura y de un harakiri

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Françoise Giroud, creadora del semanario L’Express y una de las periodistas más influyentes en Francia durante la segunda mitad del siglo XX, escribió en 1972: “Si busco una renovación en la prensa, sólo veo una verdadera creación, es Charlie Hebdo”. El Mayo Francés aún estaba en boca de todos y la sociedad conocía un impulso renovador. Charlie acompañaba los cambios con un humor bête et méchant (tonto y malo), heredado de Hara-Kiri, el semanario sobre cuyas cenizas nació a fines del año 1970.

Fue la censura la que creó Charlie Hebdo y le otorgó una fenomenal publicidad inicial. En noviembre de 1970, Hara-Kiri comentó la muerte del general De Gaulle con una tapa cuya frase quedó para siempre en el imaginario colectivo francés: Bal tragique à Colombey, un mort (“Baile trágico en Colombey, un muerto”, en alusión al pueblo del ex presidente y al mismo tiempo a un incendio devastador ocurrido unos días antes en una discoteca). El gobierno gaullista de Georges Pompidou cerró la publicación, provocando la unión masiva de intelectuales y medios en contra de una censura hasta el momento inédita en Francia. A los pocos días del cierre de Hara-Kiri, sus creadores lanzaron Charlie Hebdo, cuyas ventas se dispararon gracias a esta involuntaria “publicidad” gubernamental.

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A principios de los años 70, mientras Françoise Giroud alababa el semanario las ventas alcanzaban unos 150 mil ejemplares. Como Hara-Kiri y el Canard Enchainé (otro título de la prensa satírica francesa, cuyo título alude a un canard –“diario” en argot– encadenado), Charlie Hebdo pudo vivir sin publicidad, sólo con el ingreso de las ventas.

Sus cronistas y dibujantes se llamaban François Cavanna, Georges Wolinksi, Jean-Marc Reiser, el Profesor Choron o Cabu (famoso por dos personajes, el Beauf –arquetipo del “grasa”–y el Grand Duduche, un post adolescente del 68 perdido en los 70). Cabu también era muy popular por su participación en el programa televisivo infantil más conocido de los 80. Todos ellos eran ya figuras reconocidas e influyentes en la prensa y las letras parisinas. Sin embargo, el tono libertario de la publicación también prevalecía en la gestión, y Charlie Hebdo no sobrevivió a los años 80 y la fallida candidatura del cómico Coluche en las presidenciales de 1981 (que vieron ganar a François Mitterrand). “Los años yuppies fueron los que nos acabaron”, comentó años después Georges Wolinski.

Charlie Hebdo fue rescatado por otra editorial y volvió a salir en julio de 1992, luego de una década de paréntesis. Sus grandes firmas volvieron a ocupar las páginas como antaño (Cavanna, Wolinski y Cabu), sumándose a otros talentos como Tignous, Tardi, Honoré, Luz o Lefred-Thouron. Fiel al espíritu de su primera época, el título volvió a salir sin publicidad y apelando sólo a las ventas (la tirada promedio actualmente es de 45 mil ejemplares, contando los 15 mil suscriptores). Otra constante de esta segunda época fue el tono libertario, crítico y cínico hacia sus principales blancos: los políticos y las religiones.

El historiador Stéphane Mazurier publicó en 2009 un ensayo sobre la primera época de Hara-Kiri/Charlie Hebdo (de 1969 a 1982) donde calificaba la publicación de “cómica, provocadora, libertaria, ecologista, feminista, anticlerical y antimilitarista”. Estos adjetivos se pueden aplicar asimismo, al segundo período. Mazurier dio varias entrevistas sobre Charlie Hebdo en noviembre de 2011, cuando la sede de la revista fue incendiada como represalia a una edición especial intitulada “Charia hebdo”, una burla de la sharia coránica, la misma que PERFIL reproduce hoy completa. Dijo entonces: “No avalo las reacciones del tipo ‘se la buscaron’, que me recuerdan lo que escuchamos a veces para justificar violaciones. Charlie Hebdo no pretende combatir al islam sino al islamismo. El periódico, de tradición laica e incluso atea, está cumpliendo su papel cuando se burla de la religión musulmana y no sólo de los integristas musulmanes”.

Charlie Hebdo y sus integrantes habían sido amenazados ya en 2006, cuando reprodujeron caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca. El islam, sin embargo, no es el único blanco del semanario, que también tuvo una edición especial llamada Shoah Hebdo, o tapas sobre el lobby gay del Vaticano.

*Periodista francés radicado en la Argentina.