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Hola, Horacio

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Esto de las elecciones y los cierres de listas eleva el tono del entretenimiento del sistema político de una manera bestial. Por ejemplo, la candidatura de Ritondo a vicegobernador de la provincia de Buenos Aires duró un solo día, realmente uno solo. No estoy seguro, pero debe haber sido un récord de la no permanencia. Esa fue la respuesta del PRO a la asombrosa candidatura de Zannini como vicepresidente de Scioli, cuya primera impresión de horror y error oficialista fue respondida con idas y retornos a sus propias decisiones. Nunca el tema de los “vices” fue tan divertido como este año y tan desgastante para lo que hoy llamamos partidos políticos. Lo que está sucediendo no tiene precio. Algo le pasa al PRO.

La semana del PRO fue un infierno. El domingo pasado a la noche los socialistas de Santa Fe festejaban un triunfo, mientras los números en pantalla mostraban que estaban tres puntos por debajo de quien lideraba hasta ese instante el conteo de votos. Al hiperprofesionalismo del partido de Macri le hicieron una de políticos viejos; le ganaron el escenario y encima al rato se demostró que tenían razón. Con un conteo provisorio, Macri hablaba de las mesas testigo, algo que vale la pena mencionar a las 18.30 de un domingo de elecciones, y no a las 23, con todo casi contado. El imbatible crecimiento macrista era derrotado por el socialismo, y tomaba la forma una broma macabra contra Macri y los asistentes al coloquio de IDEA. Del Sel bailaba porque en el PRO se baila cuando hay elecciones, pero era un baile de despedida. Y cuando todo esto ocurría, Lousteau tenía preparado un nuevo spot asombroso contra Horacio Rodríguez Larreta.

El PRO ha crecido construyendo su identidad como una suerte de negación del kirchnerismo y le ha dado también al kirchnerismo parte de su identidad como negación de éstos también. Sin embargo, el kirchnerismo no es sólo eso. Como el peronismo, y siguiendo la enorme teoría de Manuel Mora y Araujo, se adapta según la zona del país. Puede ir con Urtubey, un poco con Perotti, también con Rioseco en Neuquén y después con Recalde en la Ciudad. Pero el PRO, ¿qué tan preparado está para rivales distintos al FpV? ¿Cómo hace cuando no tiene la verborragia ideológica acusatoria frente a sí mismo? Cuando Lousteau le dice, “¿qué tal Horacio, cómo estás?”, lleva al partido de Macri a una zona compleja y peligrosa. No se trata de una apuesta ideológica contra otra, de modelos de ciudad del FMI vs. la unidad latinoamericana. Lousteau le habla tranquilo, buena onda, habla igual que Horacio.

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Así como existe el antikirchnerismo, expresión que supuestamente vaticina hace doce años el fin del régimen interminable, existe el antimacrismo, y ese sentimiento no es broma. Su impacto en la decisión de la elección en la Ciudad de Buenos Aires puede ser importante.

Todas las segundas vueltas de Macri fueron contra un Filmus ideológico, insistente con los 90, lo cual hacía que votantes de espacios parecidos al de Carrió o Lousteau se cansaran y votaran finalmente por el PRO, otorgando victorias enormes.

Todo indica que el rival de la segunda vuelta, en vez de acusarlo de querer privatizar la ciudad, le va a decir “Hola Horacio, ¿cómo andás?”, y cerrará la puerta de migración al PRO para evitar el kirchnerismo. El problema del PRO es que los kirchneristas son furiosamente antimacristas y con Lousteau en escena en segunda vuelta, seguramente estarían dispuestos a prestar sus votos para ver bailar a Macri igual que a Del Sel el domingo pasado. Sueñan con una derrota macrista en la ciudad, lo imaginan y no se pueden contener.

El PRO sin el kirchnerismo parece perderse, diluye su identidad o busca asociarse con otras fuerzas convirtiéndose en algo nuevo, pero con no tan clara vinculación. En Mendoza es un bloque de partidos, y en Córdoba también es uno más. Sin el kirchnerismo agrediéndolo, el PRO hace lo de Ritondo, duda, va y viene, y en la provincia de Buenos Aires, especialmente en el Conurbano, para el FpV el PRO  es algo relativamente menor.
Lousteau reclama en el último video que Horacio no responde. Horacio no debe saber qué hacer porque sin los otros, él no es nada. Qué pena lo de Recalde, ahora que lo necesitan tanto.

*Sociólogo. Director de Ipsos Mora y Araujo.