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Imagen bomba

Un ingeniero que sólo sabe de números y cálculos de estructuras puede no calibrar exactamente el sentido y el peso de una imagen, pero el que además se precia de dedicarse a la política (aunque considere esta palabra peyorativamente cuando les atribuye su ejercicio a los adversarios) debería admitir que una imagen se lee en términos verbales, esto es, también, políticos.

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Un ingeniero que sólo sabe de números y cálculos de estructuras puede no calibrar exactamente el sentido y el peso de una imagen, pero el que además se precia de dedicarse a la política (aunque considere esta palabra peyorativamente cuando les atribuye su ejercicio a los adversarios) debería admitir que una imagen se lee en términos verbales, esto es, también, políticos. Cuando el presidente Macri sube la foto de Hiroshima donde se ve a un maestro dando clases en medio de las ruinas de la ciudad devastada por la bomba atómica, convendría que supiera que la educación, la cultura y la información son valores irrenunciables de toda civilización. Infelizmente, según una encuesta, en los Estados Unidos la mayoría de los estudiantes cree que las bombas atómicas arrojadas en Hiroshima y Nagasaki las lanzaron los japoneses. Suponemos que no es el caso de nuestro presidente, pero sí leemos en el gesto de difusión de aquella imagen la voluntad explícita de indicar que las escuelas públicas nacionales no están tan destruidas como podrían estarlo con un poco de esfuerzo más, subejecutando presupuesto y obligando a los maestros a vivir del aire bajo la extravagante idea de que la educación es un alimento que alimenta el alma de los educadores, que nunca necesitarán comprar pan ni pagar los aumentos del gas y de la leche. Mostrada en Japón, la imagen muestra la voluntad de un pueblo por sobreponerse a una tragedia. Mostrada en Argentina, revela los efectos de una inequidad que no empezó hoy y que se exhibe desde la voluntad de no cambiar nada sino de agravarlo todo.