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No hace mucho, propusimos la retrospectiva de Kazimir Malévich en Proa como la muestra del año, pues no hace falta ser muy perspicaz para augurar cuál será la de 2017.

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No hace mucho, propusimos la retrospectiva de Kazimir Malévich en Proa como la muestra del año, pues no hace falta ser muy perspicaz para augurar cuál será la de 2017: Soulevements (Levantamientos), a presentarse en la Untref, actualmente en cartel en el Jeu de Paume, en París. Curada por Georges Didi-Huberman, la exposición gira en torno a los temas sobre los que Didi-Huberman viene trabajando en sus últimos dos libros (Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Manantial, Buenos Aires, 2014, y el aún inédito en castellano Peuples en larmes, peuples en armes, Minuit, París, 2016), es decir, la tensión entre imagen y política, la capacidad de las imágenes de aún producir efectos políticos de resistencia y de levantamientos, de reencontrarse con la tradición de izquierda, allí donde es necesario mantener una postura crítica frente a esa tradición noble y trágica, pero también con la convicción de que

atravesamos tiempos en los que la ausencia de algún horizonte de cambio radical es una de las razones de nuestro sufrimiento y desesperanza cotidianos, y que entonces la pregunta por los levantamientos (sociales, culturales, políticos) es tan necesaria como la crítica frontal al capitalismo contemporáneo.  

Pensada bajo el modo de un cierto optimismo (que remite al título de otro de los libros de Didi-Huberman: Imágenes pese a todo), organizada de un modo tan caótico como sus propios libros (bajo la égida de los Atlas de Aby Warburg, sobre los que Didi-Huberman ya había curado otra muestra y escrito más de un libro), Soulevement se estructura a partir de cinco capítulos: “Levantamientos por elementos (desencadenados)”, “... por gestos”, “... por palabras (exclamadas)”, “... por conflictos (abrazados)”, y “... por deseos (indestructibles)”. En cada una de esas etapas hay fotos, videos, cuadros, textos, colocados como un sistema de contigüidades: al evitar el orden cronológico (no haber caído en ese error es uno de los aciertos del curador), las imágenes se ordenan por roces, por contactos, por amistades, por conflictos internos. De Goya y Courbet, a Manuel Alvarez Bravo y Artaud, pasando por Tina Modotti, Man Ray y Alberto Korda, entre muchos y muchos y muchos más, ese desorden termina desembocando en una reflexión estética sobre el malestar en nuestro tiempo. Hay también dos fotos de Cartier-Bresson de 1981, una tomada en Amsterdam, otra en París, de reclamos por los artistas desaparecidos durante la dictadura argentina. Desaparecidos –así, en castellano– es el gran concepto que Argentina aportó a la discusión de la filosofía política actual.

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Soulevements parte de una pregunta, o tal vez de una convicción, o incluso más, de un deseo: que las imágenes tengan todavía la capacidad de suscitar emociones colectivas, y que esas emociones permitan crear nuevos espacios de movilización, nuevos sujetos políticos y nuevas formas de revueltas. ¿Es aún posible? Didi-Huberman, es evidente, conoce el potencial del capitalismo para hacer de las imágenes formas de control social, de dominación institucional, de disciplinamiento del deseo. Deberíamos leer sus libros y ver su muestra junto a El nuevo espíritu del capitalismo, de Luc Boltanski y Eve Chiapello, uno de los más agudos textos acerca de cómo el capitalismo lo absorbe todo, incluso las revueltas anticapitalistas. Allí reside el nudo perturbador e irresuelto de Soulevements.