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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Industria y empleo: ¿otro año para el olvido?

Muchas veces, la discusión económica coyuntural tiene más rating que aquellas que definen cuestiones más estructurales e impactan en el nivel de vida de la población a largo plazo.

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Los grandes números ocultan ciertas particularidades de la actividad industrial que no deben soslayarse. | Cedoc

Muchas veces, la discusión económica coyuntural tiene más rating que aquellas que definen cuestiones más estructurales e impactan en el nivel de vida de la población a largo plazo. De hecho, hoy en día los análisis parecen estar limitados a las dificultades que encuentra el Gobierno para reactivar la actividad económica y el potencial impacto de la obra pública de cara a las elecciones legislativas, dejando de lado el debate más profundo acerca de la estrategia de desarrollo productivo que está tomando el país.

Más allá de cuál sea la evolución del PBI durante este año, es necesario realizar un diagnóstico y tener perspectivas de cuál será el devenir del sector productivo-industrial local, especialmente su nivel de actividad y capacidad de generación de empleo. Y, en base a este análisis, poder evaluar las medidas que está tomando (o dejando de tomar) el Gobierno, en un mundo cada vez más turbulento y frágil.

A la luz de los resultados, 2016 no fue un buen año para la industria: la producción se contrajo -4,6% según el Indec, mientras que el empleo del sector cayó -3,9% hasta noviembre según el Ministerio de Trabajo. De no revisarse las políticas en 2017, los resultados no serán muy distintos para el sector industrial. En efecto, es posible que este año haya una recuperación económica liderada por la construcción y el agro, pero que al mismo tiempo la actividad manufacturera acumule una nueva caída y profundice los problemas de empleo, que poco a poco vuelven a situarse en los primeros lugares de la agenda de preocupaciones sociales.

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La apuesta del Gobierno para generar puestos de trabajo es la obra pública. Efectivamente, esta actividad podría permitir cierta recuperación de los miles de empleos que se perdieron en la construcción durante 2016 (-7,3% interanual de empleo registrado en noviembre 2016), pero muy difícilmente pueda paliar la delicada situación que vive hoy el empleo industrial.

Los grandes números ocultan ciertas particularidades de la actividad industrial que no deben soslayarse. Una de ellas es su relevancia federal: el sector manufacturero es un importante generador de empleo a lo largo y lo ancho del país, y en numerosas provincias representa un factor clave en la creación de puestos de trabajo formales y de calidad.

A modo de ejemplo, en La Rioja cuatro empresas del rubro textil e indumentaria concentran cerca del 30% del empleo industrial registrado, siendo el primer empleador privado de la provincia una empresa de calzado (lo mismo sucede en Misiones). Estos sectores productivos representan el 25% del empleo industrial registrado en Catamarca. Varias empresas radicadas en dichas provincias, en las cuales la generación de empleo privado es escasa, cerraron o redujeron personal durante 2016 y las primeras semanas de 2017.

Una situación similar se observa en San Luis, donde se suman empresas de consumo masivo en situación crítica y que son grandes empleadoras del sector privado. Sin ir más lejos, hace poco se conoció el cierre de una empresa de marroquinería que empleaba 200 personas en Concarán (San Luis), ciudad con apenas 6 mil habitantes. Casos así se suman todas las semanas: pequeñas localidades que ven cerrar las puertas de una planta industrial que es prácticamente el único sostén de la actividad económica local. Esto atenta contra la búsqueda de un país más equitativo en términos federales.

Un panorama similar genera la contracción de la industria metalmecánica en las provincias con mayor tradición industrial (Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires), donde las suspensiones y despidos se multiplicaron en los últimos meses.

Las declaraciones de las autoridades nacionales en pos de una mayor apertura comercial como la herramienta clave de su política antiinflacionaria muestran un panorama poco alentador, dadas las consecuencias que podría tener en materia de empleo y producción nacional. En este caso, el Gobierno no sólo no toma nota de la compleja situación actual, sino que parece dispuesto a aplicar recetas que ya causaron profundos daños en el tejido productivo y social en décadas pasadas.

Esto, en un contexto en el cual los países afectados por el proteccionismo norteamericano, como el caso de México, buscarán ávidamente nuevos mercados para colocar su producción excedente y verán a la Argentina como uno a conquistar.

Las idas y venidas en relación a la exportación de limones a EE.UU. son otra señal de que las autoridades no terminan de asimilar este nuevo contexto internacional y que, probablemente, se enfrenten con similares dificultades a la hora de llevar adelante la negociación Unión Europea-Mercosur. La lección confirma algo ya sabido: los países centrales siempre fueron proteccionistas, sobre todo en las cadenas de valor del agro, y no pareciera que fueran a relajar sus posiciones en estas circunstancias. Por lo tanto, ni siquiera es sencillo ser el supermercado del mundo.

En síntesis, se avizora un camino sinuoso para la industria y el empleo; y es, sin dudas, contradictorio con una mejora en la distribución del ingreso, el desarrollo territorial de nuestro país y la búsqueda de la reducción de la pobreza.


*Directora de Radar Consultora.

/ ex subsecretaria de comercio exterior *