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Insurrección en Cochabamba

Durante las últimas dos semanas, miles de manifestantes se enfrentaron en las calles y en la Plaza Mayor de Cochabamba, la tercera ciudad de Bolivia, la capital de la zona central del país.

Jorgecastro150
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Durante las últimas dos semanas, miles de manifestantes se enfrentaron en las calles y en la Plaza Mayor de Cochabamba, la tercera ciudad de Bolivia, la capital de la zona central del país.
Dos muertos y 115 heridos fueron el resultado del choque entre los partidarios del presidente Evo Morales, provenientes de los movimientos campesinos y de las organizaciones de cocaleros del Valle del Chapare, con los ciudadanos cochabambinos, que respaldaban al prefecto Manfred Reyes Villa.
Finalmente, la policía fue desbordada e intervino el ejército. Son 1.500 los soldados que patrullan las calles de Cochabamba desde el viernes 12.
Cochabamba es, histórica, demográfica y económicamente, el fiel de la balanza geopolítica boliviana. Pero, dentro del departamento de Cochabamba, se encuentra la zona del Chapare, principal reservorio de las plantaciones de coca y base de poder del presidente Evo Morales.
Manfred Reyes Villa, originariamente aliado de Morales, se sumó, en los últimos 20 días, a los cuatro prefectos del Oriente boliviano que desconocen la asamblea constituyente convocada en Sucre (la antigua Chuquisaca, Charcas), y que reclaman una autonomía plena para sus departamentos. También se incorporó al grupo de departamentos cismáticos el prefecto de La Paz, capital de la república, José Luis Paredes.
Así, los prefectos que enfrentan a Morales son 6 sobre 9; los cuatro de la Medialuna (Tarija, Santa Cruz de la Sierra, Beni y el Pando), más Cochabamba y La Paz.
Reyes Villa fue elegido por amplia mayoría (53,2% de los votos), en forma directa, el 18 de diciembre de 2005, el mismo día en que Evo Morales fue ungido presidente por el 53,7% de los sufragios.
Las organizaciones sociales que reclamaron en Cochabamba la renuncia de Reyes Villa se constituyeron en “Comité Revolucionario Departamental”, desconocido por el gobierno de Morales. Esas organizaciones –campesinos, cocaleros- encabezaron las manifestaciones insurreccionales de la “Guerra del Agua” de 2000 y desataron, con las Juntas Vecinales del Alto (700.000 habitantes), las movilizaciones populares que terminaron, sucesivamente, con los gobiernos de los presidentes Gonzalo Sánchez de Lozada (2003) y Carlos Mesa (2005). Un año después de la elección de Evo Morales con el 53,7% de los votos, Bolivia vuelve al punto de partida: una crisis generalizada de gobernabilidad que, por su envergadura, no es sólo crisis de un gobierno sino una crisis de Estado.
Su núcleo es una crisis total de hegemonía; no hay en Bolivia un mínimo de consenso nacional y, consiguientemente, la capacidad de coerción legítima del Estado prácticamente ha desaparecido. La polarización es creciente, y el antagonismo, cada vez mayor entre los movimientos sociales, por un lado, y las corrientes regionalistas, con Santa Cruz de la Sierra a la cabeza, y los partidos tradicionales, por el otro. Hay polarización y fragmentación.
Es una situación de empate hegemónico, en que ambas partes tienen capacidad de veto y bloqueo con respecto a la otra. Los empates hegemónicos, también conocidos como “impasses catastróficos”, no admiten más que victorias tácticas de los antagonistas, sin que ninguno esté en condiciones de obtener una resolución estratégica del conflicto. Son situaciones que, según indica la experiencia histórica, tienden a resolverse por la fuerza.
La última etapa de las crisis de gobernabilidad, cuando atrás han quedado las crisis de confianza, legitimidad y conducción política, es cuando se despliegan plenamente y adquieren carácter sistémico, a través de una quiebra del sistema político y una desagregación creciente y acelerada del Estado. En ese caso, el vacío de poder se profundiza y el desorden adquiere carácter generalizado. Entonces, la política abandona las instituciones y se manifiesta sólo en las calles.
Entre 1985 y 2002, Bolivia tuvo un sistema hegemónico que actuó como sustento del Estado: fue la “democracia pactada”, una coalición de partidos tradicionales (MNR, MIR, ADN), que gobernó desde Víctor Paz Estensoro (1985) a “Goñi” Sánchez de Lozada (2002). Ese sistema desapareció con sus integrantes; y, con el triunfo de Evo Morales, no ha surgido una alternativa. El “indigenismo revolucionario” de Morales, por su propia naturaleza, le impide establecer una hegemonía nacional: deja afuera a Santa Cruz de la Sierra. Evo no tiene ninguna política hacia Santa Cruz. Tampoco la capital del Oriente tiene nada para ofrecer al Altiplano. Esta es la crisis de hegemonía.
Bolivia concluyó con 3.200 millones de dólares de reservas en 2006; es el doble que un año atrás, y el nivel más alto de su historia. Sus exportaciones ascendieron a 4.000 millones de dólares el año pasado; crecieron 44% en un año. Los ingresos fiscales también son récord: aumentaron 46% en el 2006. Según el FMI, la situación económica boliviana es “excelente”; la mejor en 20 años.
Pareciera que en América del Sur la crisis política y el crecimiento económico corren por vías paralelas.