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Intriga

Leí lo que plantean, pero no me ha convencido. Por ende sigo pensando lo mismo que pensaba antes, y diría que desde siempre; esto es: que la Tierra es redonda, esferoide cuando menos.

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Leí lo que plantean, pero no me ha convencido. Por ende sigo pensando lo mismo que pensaba antes, y diría que desde siempre; esto es: que la Tierra es redonda, esferoide cuando menos. Y que gira alrededor del Sol, además de sobre sí misma; de ahí el día y la noche, de ahí las cuatro estaciones. Disiento pues, y sin matices, con esta corriente tan en boga en estos días, la que sostiene que la Tierra es plana: un plato y no un globo.

Pese a eso, o en verdad por eso mismo, me habría encantado participar de esa reciente reunión de “terraplanistas” de la que me enteré por los medios cuando ya había ocurrido. Y es que me intriga enormemente la obstinación, me intriga la necedad, me intriga la cerrazón, me intriga la terquedad. Me intriga esa forma pueril de remedar un debate, que consiste en soltar un disparate para luego sostenerlo a rajatabla. Me intriga ese aspecto singular de la fe: el que asienta el poder de creer en un poder, tanto mayor, de descreer: descreer de Colón y de Sebastián Elcano, de Galileo Galilei y de Neil Armstrong, de Yuri Gagarin y de la pobre Laika.

Me intriga también cada concreción puntual de eso que Ricardo Piglia definió como ficción paranoica, persecuta por la cual los terraplanistas suponen una conspiración colosal, extendida por doquier y desde antaño, para implantar en nuestras mentes lo que a ellos les resulta una patraña tan vulgar como espuria: la que pretende que la Tierra es redonda y da vueltas por el espacio.

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Me gustaría conversar con ellos, intercambiar argumentos, contrastar evidencias, sopesar las respectivas convicciones atendiendo a la fundamentación de cada cual, indagar en el tenor de sus creencias: en qué se basan, a qué le temen, cómo funcionan.

Ya sé que no es lo mismo, ya sé que no es lo mismo. Pero me gusta conversar también (lo hago cada vez que puedo) con los que creen en el segundo semestre, aunque se corra, cual horizonte, a medida que nos acercamos; con los que aseguran ver, aquí mismo, brotes verdes que prometen dicha; con los que alzan los ojos y adivinan, en el cielo, la inminencia de una lluvia, la de inversiones, listas a caer sobre nosotros a manera de bendición y prosperidad.

Me interesa enormemente esa fe, su feliz independencia de lo que pueda estar pasando en las fábricas, en los comercios, en las calles, en los barrios, en las estadísticas oficiales, en fin: con eso que ha dado en llamarse la gente.