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Encrucijadas

Jaque a la reina

En ajedrez, recordaba Rodolfo Walsh, que usó la figura para uno de sus relatos, se llama Zugzwang a la situación en la cual cualquier movimiento que haga el jugador empeora su situación e, in extremis, lo lleva a perder la partida.

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En ajedrez, recordaba Rodolfo Walsh, que usó la figura para uno de sus relatos, se llama Zugzwang a la situación en la cual cualquier movimiento que haga el jugador empeora su situación e, in extremis, lo lleva a perder la partida. Aunque abominemos de la aplicación al universo político de metáforas que provengan de juegos o deportes, en este caso el concepto ilumina nuestro presente: “Se pierde, no por lo que hizo el contrario, sino por lo que uno está obligado a hacer. Se pierde porque uno no puede, como en el póker, decir ‘paso’ y dejar que juegue el otro”.

En la Argentina, el poder regente se entrega a situaciones de Zugzwang sin que medie presión alguna de los adversarios políticos sino por la misma dinámica (misteriosísima, para los meros aficionados como yo) de sus jugadas políticas.

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Sucedió en 2008, cuando la Presidenta tuvo que escuchar que su voto no era positivo de boca del presidente del Senado que había llegado a ese cargo no por imposición de ningún adversario político sino por un sistema de alianzas que, a la vista estuvo, no estuvo bien pensado. Y volvió a suceder en 2010, cuando la Presidenta tuvo que escuchar desde el Banco Central de la República Argentina un silencio atronador que significaba que no se cumpliría una orden (más o menos cuestionable, según los puntos de vista).

El funcionario tampoco había sido colocado por el enemigo para minar desde adentro las fuerzas de gobierno, sino que fue propuesto por el Poder Ejecutivo, con acuerdo parlamentario cuando el oficialismo controlaba las mayorías en ambas cámaras, como quien mejor podía manejar (hay que creer) los complejos asuntos ligados con la estabilidad monetaria.

Se puede discutir (se ha hecho, se está haciendo) la legitimidad de los decretos de necesidad y urgencia, utilizados por el Poder Ejecutivo para realizar sus jugadas políticas. Pero lo que resulta indiscutible (independientemente de las posiciones que se tengan en relación con las acciones de Gobierno) es el callejón sin salida en el que una y otra vez se coloca el Gobierno con sus jugadas insensatas, aun (o sobre todo) respecto de las causas más simpáticas.