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aspectos de la vida

Justicia y educación

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| Cedoc

Considerar la vida en un sentido amplio sería interminable. Lo haré en un sentido restringido para conjeturar sobre nuestra calidad de vida tan distinta a la que pensábamos hasta hace un tiempo. Duele, pero es factible y recurrente, pues pasado el tiempo nos reencontramos con cosas ya vividas. La calidad de vida empeora y, sorprendidos y temerosos, nos preguntamos ¿Y ahora…? ¿Será que la clase dirigente nacional e internacional sufre un desgaste?, ¿que se les ha ido de las manos el manejo de la “cosa pública”?
La globalización y las redes sociales juegan fuerte y descolocan hasta a los más previsores y estudiosos. Los líderes deben organizar las “cosas” para desarrollar nuestras tareas, y expectativas de éxito. No será fácil lograrlo. La caída de ellos nos priva de la presencia de sujetos competentes que cumplan sus compromisos con quienes han prometido dejar crecer y desarrollarse. El sujeto competente debe tener: lucidez intelectual, fortaleza emocional y destreza instrumental para realizar de manera adecuada sus responsabilidades y compromisos. Una falla en este trípode los lleva a la incompetencia, y con ella, a crear sistemas inestables que derivan en una desorganización individual y comunitaria. Y luego, a la manera de un síntoma, aparecen la angustia o la ansiedad.
La calidad de vida disminuye y hasta en los países más diversos aparecen: desocupación, indigencia, pobreza, adicciones, violencia, inseguridad, incertidumbres. Cosas que creíamos superadas pero reaparecen. ¿Cómo superaríamos estas dificultades? ¿Nos faltará algo en nuestros comportamientos como ciudadanos electores o como líderes cuando nos toca serlo?
La credibilidad es lo que más se reclama a nuestra clase dirigente y/o a nosotros mismos. ¿Será este el atributo necesario que ordenará nuestras expectativas de vida? También se habla de la educación, o más bien de la falta de educación que caracteriza a nuestros líderes (padres, maestros y dirigentes en todas las instituciones en las que se apoya nuestra vida comunitaria y democrática). Ambas son importantes y necesarias para liderar cualquier emprendimiento que atraiga a propios y ajenos a colaborar con nuestro buen vivir. Argentina no parece ser muy atractiva. Hablamos de la credibilidad y la educación, pero no las practicamos o no sabemos cómo practicarlas. Somos increíbles, lo cual es una pena.
Sin embargo pienso que podríamos recurrir a otro atributo “faltante” que podría ser el gran organizador de nuestras costumbres: la justicia. La justicia a la que me refiero es la de ser respetuosos hasta para cruzar la calle. Ordenar la Justicia es otro gran tema. Pero pienso que si en algún momento hemos tenido líderes exitosos es que han sido justos. ¿Y se podrá manejar bien una familia, una comunidad o hasta un club (vaya ejemplo) sin cumplir con el deber de ser justos? Sería un pensamiento mágico y tendríamos, al poco tiempo, una situación injusta. Reclamar justicia no es poca cosa. De ella depende movernos por un camino iluminado. La figura de la Justicia con la balanza torcida y con los ojos vendados es siniestra y nos “grita” que debemos vigilar por dónde andamos.
La educación, también, necesita de la justicia. Lo injusto no puede llevarnos, jamás, a lo virtuoso. Puede durar un tiempo, a veces, demasiado largo, como ha ocurrido en guerras conocidas y tristemente recordadas. Se ha recurrido a la violencia para reordenar la vida, pero sobre todo se ha reclamado justicia. Esta puede ser la gran ordenadora de nuestro respetuoso sentido común o debería ser.

 *Médico psicoanalista.