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Kevin cocina

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| Cedoc

La fantasía de nuestra época es que el mal se puede erradicar. Las cámaras de vigilancia nos graban donde vayamos. Nuestras tarjetas de crédito y búsquedas en Google monitorean nuestros movimientos. Allí donde llega el imperio de Amazon, los dispositivos como Alexa analizan cada palabra que decimos en nuestro hogar y pueden llamar a la policía. Le pasó a un matrimonio teniendo sexo: Alexa confundió los gritos de placer y llamó al 911.

Confundir la pasión con el terror, el placer con el pedido de ayuda, es una especialidad de los perversos. Cuentan que Kevin Spacey no usa safe word, cuando en una relación uno grita, por ejemplo, “¡Lechuga!” para pedirle al otro que pare. Al igual que su personaje Frank Underwood, Kevin Spacey se deleita encarnando el poder absoluto.

Como Juan Darthés, Kevin Spacey elige la cocina para hablar. Ustedes me creyeron, ¿por qué dudarían de mí ahora? No me vieron morir: según la ley de la ficción, nada me impide vivir. Si te gustó el perverso, ¿por qué lo vas a prohibir? Las leyes del mundo no corren en nuestro mundo, donde tu deseo, tu consumo, manda. ¿Vas a dejar que nos separen? Me necesitás, incluso en tu fantasía puritana, porque ahora que sabés de lo soy capaz vas a creer con mucha más fuerza en mi maldad. Esta nueva pátina de Lo Real chorreándose sobre mí es lo único que puede hacer que House of Cards vuelva a ser algo interesante. Algo que no puedas dejar de mirar. Porque querés ver mi perversión, querés más. ¿En serio querés parar? A ver, decímelo de nuevo.

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