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La antigua mirada K de los medios

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Primero el jefe de Gabinete y luego los medios oficialistas sostuvieron que “si se calma la economía, le toca el turno a la inseguridad”. La columna de Daniel Miguez en el diario Tiempo Argentino sintetiza la visión kirchnerista: “El Gobierno logró domar algunas de las variables que en la última movida desestabilizadora de la oposición económica y financiera habían sido puestas contra las cuerdas. Pero siempre que se ingresa a un período de mayor tranquilidad, las grandes corporaciones mediáticas se las ingenian muy bien para generar inquietud. (...) Con la economía en relativa calma, la oposición con su poderoso aparato mediático aprovechó para instalar dos temas: la reforma al Código Penal y el narcotráfico”.

Y sí, es cierto, si la economía se tranquiliza, se reduce el interés por ella, pero no es un tema de los medios sino de la audiencia. Es obvio que los aviones no son noticia cuando llegan a horario sino, como en el reciente y trágico caso del de Malaysia Airlines, cuando no lo hacen. ¿Tan difícil es para el kirchnerismo entender la dinámica del ecosistema periodístico?

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Todos los días va a haber una crítica al Gobierno. En gran parte ése es el trabajo del periodismo. Pero luego la sociedad hará oídos sordos a las denuncias sobre corrupción mientras dure el idilio con todo gobierno nuevo, como fue entre 2003 y 2008-2009 con lo que publicaban el diario PERFIL y la revista Noticias. Y se escandalizará por aquello mismo a lo que antes no le prestaba atención si la economía fuera mal o, pasada cierta cantidad de años, se haya aburrido de tener los mismos políticos.

El tema no son los medios sino el humor de la gente que toma o no toma lo que dicen los medios. Los medios influyen en el humor de la gente, pero en el siglo XXI ningún medio, por más poderoso que sea, puede solo construir el humor social. El kirchnerismo se quedó en los 70, tiene una mirada arcaica de los medios, típica de lo que Umberto Eco llamaba “paleotelevisión”, cuando habiendo apenas dos o tres canales y un puñado de radios AM, la televisión aglutinaba a la sociedad, cumplía un papel unificador de la identidad, era la voz de la comunidad y el interpretante central del Estado-nación tanto en lo político como en lo cultural.

Esa visión setentista de los medios no tiene en cuenta la evolución sociocultural de la audiencia, producida por la continua aparición de nuevos vehículos (radios FM, canales de cable, internet con todas sus variantes y ahora redes sociales) que desarrollaron en los individuos más competencias interpretativas generadas por esas experiencias hipertextuales.

Claro que existen “operaciones de tematización” mediáticas, que consisten en destacar y colocar siempre en primer término lo negativo, abordando el mismo asunto repetidamente, focalizando o mitigando un tema, provocando así diferentes efectos de sentido. Pero esa misma repetición grosera de operaciones de tematización hace creciente la visibilidad de esas estrategias enunciativas y que la audiencia descubra el juego, diciéndose: “Sabemos que no quiere informarnos sino persuadirnos”.

Todas las técnicas del espectáculo están destinadas a repercutir sobre la construcción de sentido y abren la posibilidad de intervenir sobre las creencias. Ya no existe un ciudadano promedio modelado por los medios como era en los 70, vivimos en una configuración compleja de colectivos culturales que en términos de mercado se denominan “microsegmentaciones”. Los medios y la sociedad actual desafían el sentido de comunidad de la televisión abierta y la radio AM de los 70.

La semana que comienza se conocerá cómo se dividirán los accionistas del Grupo Clarín las seis empresas que precisan conformar para adaptarse a la Ley de Medios. Todo indica que Héctor Magnetto se quedará en la empresa productora de contenidos (diario Clarín, El Trece, TN, radio Mitre, entre otras) y no quedaría directamente a su nombre la mayor empresa de conectividad (Cablevisión, Fibertel), que es la que produce el dinero. Lo que algunos políticos interpretan como una apuesta del CEO de Clarín por lo que ellos llaman “fierros, terminología derivada de la jerga militar que se podría traducir como herramientas que construyen poder.

Compartan o no la misma generación de Néstor y Cristina Kirchner, quienes piensen así probablemente tengan una perspectiva política de los medios que en algún momento no muy lejano comience a ser pasado. Y no puedan visualizar un mundo donde el sistema de representaciones que estructuran el imaginario se construya en una relación distinta entre emisores y receptores. Que, por el contrario, sigan imaginando relaciones sociales cristalizadas de ofertas-expectativas como correlato de estructuras técnico-culturales inmutables: “Si ya no son tres tapas de Clarín lo que no puede soportar ningún Gobierno, ahora será un año de TN y en el fondo es lo mismo”, dirán.

El sistema mediático se caracteriza por un equilibrio precario donde las determinaciones interdiscursivas existentes se modifican ante la sola aparición de un solo nuevo medio que, como todo punto de pasaje del discurso periodístico, genera nuevas competencias perceptivas en la audiencia. Cada cambio en un sector altera el conjunto del posicionamiento de todos los medios. Cada nuevo soporte significante implica la incorporación de otras prácticas discursivas y nuevos registros significativos.

Para los reconocidos Francesco Casetti y Roger Odin, “la neotelevisión arrasa con la oposición entre información (realidad) y entretenimiento (ficción)”. Y dándoles la razón, Sergio Massa –a propósito– lanzó su campaña electoral siendo entrevistado en el programa de Fantino.
Pero ya se habla de hipertelevisión y postelevisión. Si, como sostenía Umberto Eco en los 80, “cada texto generó a su lector”, agrega el experto en nuevos medios Carlos Scolari: “Cada interfaz construye su usuario”.

El futuro parece estar signado por la promiscuidad mediática: la textualidad fragmentada de la web comenzó fragmentando la pantalla en series como 24. La televisión precisa simular que es un medio interactivo y las similitudes entre internet y la televisión se incrementarán.

“Las sociedades post industriales son sociedades en vías de mediatización” porque “se transforman por el hecho de que hay medios”, escribió hace años Eliseo Verón. Hoy vamos camino a que quede obsoleta aquella definición de Gramsci de “cemento ideológico” –papel que en su momento cumplieron los diarios, después la televisión– y no haya en el futuro medio de comunicación alguno que desempeñe el rol de vertebrador de la sociedad.