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La Antropofagia brasileña

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Antropofagia. Obra de Tarsila de Amaral. | Cedoc Perfil
El mundo asiste perplejo a la difusión del audio que vincula al presidente Michel Temer a una red de sobornos millonaria comandada por la empresa JBS, la mayor exportadora de carnes del mundo. Este hecho ocurre a pesar del contundente avance de la Operación Lava Jato que, desde marzo de 2014, ha puesto tras las rejas a importantes políticos y a imponentes empresarios de Brasil.

Para entender lo que está pasando propongo mirar el cuadro entero.

Brasil ha hecho, desde los últimos cuarenta años, decisivos avances político-institucionales. Mostró estabilidad, mayor previsibilidad y, hasta 2010, un considerable crecimiento económico apoyado en un aceptable consenso interno respecto a los pilares centrales del desarrollo. Reforzó su histórica búsqueda por la hegemonía regional y levantó la bandera de la gobernanza global con el ímpetu de transformarse en un jugador internacional de peso.

Sin embargo, a partir de 2013 asistimos a una ola de protestas sociales sin precedentes en la historia brasileña. La errática conducción económica del gobierno de Dilma Rousseff abrió espacio para una lucha feroz de los sectores más conservadores por retomar el poder casi a cualquier costo. Dos años después, empezaba el sangriento proceso político que culminó con el impeachment de Dilma Rousseff y la asunción de Michel Temer como presidente de la República. Temer, al cumplir su primer año de mandato y tras haber sido comprobada su participación en la red de sobornos subsidiada por la empresa JBS, negocia su renuncia.

Lo que busco señalar es que, en ambos casos, Brasil cae en su propia trampa histórica, admirablemente comprendida por nuestra Tarsila do Amaral en su antropofágico Abaporu.
Debemos recordar que el fortalecimiento y la mayor independencia de la Policía Federal (PF) y del Ministerio Público (Fiscalía) son el resultado de políticas iniciadas durante el gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva. En términos del combate a la corrupción específicamente, la PF realizó 1.060 operaciones contra apenas 48 registradas en los ocho años de la administración anterior. La misma tendencia persiste en los dos mandatos de Rousseff: entre 2011 y 2015 fueron realizadas 1.790 operaciones (datos obtenidos en la página de la Policía Federal).

Este avance en términos de transparencia política hizo que la cuestión de la corrupción se robusteciera en la agenda pública. Esto muestra un proceso de maduración de la sociedad brasileña que no se vio replicado en las bases de su estructura arcaica de poder.

La práctica corruptiva es el dispositivo de intercambio político que, más allá de los innegables avances sociales e institucionales, permanece como elemento central de las relaciones de poder en gran parte de nuestras democracias latinoamericanas, y en la brasileña sin lugar a dudas.

En Brasil, las prácticas clientelares sobrevivieron y se reprodujeron amparadas en el mercado de la corrupción. El gran desafío del futuro brasileño dependerá de su capacidad de reinvención. Los partidos más progresistas deben reinventarse. No sólo en términos de agendas innovadoras de inclusión social en tiempos volátiles, sino también en los términos del intercambio político. Ojalá que el dicho “retroceder para avanzar” sea cierto.

*Brasileña, doctora en Ciencia Política y especialista en política latinoamericana comparada.