La elección de un papa siempre es un acontecimiento mundial. De acuerdo al informe 2011 del Pew Research Center, la Iglesia Católica posee cien mil millones de seguidores en todo el mundo. En esta oportunidad, la elección del primer Papa latinoamericano es sin duda, como lo marcan los medios, solo comparable con la primera elección de Obama convirtiéndose en el primer presidente negro o afroamericano en los Estados Unidos.
La Argentina es un país mayoritariamente católico: el 77 por ciento se considera católico de acuerdo a la “Primera encuesta sobre Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina” elaborada por varias universidades nacionales y el Conicet en 2008. En este contexto que el Papa sea argentino representa un acontecimiento único, casi un milagro que la mayoría de los ciudadanos lo viven y vivirán como una caricia. En la encuesta que realizamos la gente lo expresaba en esos términos, “una señal del destino”, “una oportunidad para este hermoso país”, “una muestra de que es posible soñar”… y tantas otras frases en este sentido. Los resultados del sondeo, que lo expresan desde lo cuantitativo, también lo ratifican: más del setenta por ciento cree que la elección del papa Francisco le dará más prestigio internacional a la Argentina y cincuenta por ciento crea que este acontecimiento ayudará a unir más a los Argentinos.
La otra cara, que sin duda llamará la atención en el mundo entero, es la discusión que en las redes sociales de nuestro país se dio en torno, no a la elección del Papa, sino a su pasado en relación a la dictadura. Tal vez una desmesura que nos debería llevar a preguntarnos seriamente qué nos está pasando. ¿Cómo puede vivirse un momento tan especial y sin duda tan favorable para el país, con tantas controversias?
Esperemos que Francisco, el Papa del fin del mundo, como el mismo dijo, nos ayude a pensar, a ser más humildes, tolerantes, y a dialogar en búsqueda de la paz y la unidad.
