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La cama de Procusto de Macri

Con poco más de un año en la administración pública Cuccioli carece de los pergaminos de quienes conducen los dos organismos autárquicos más importantes de cualquier Estado.

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El 21/10 lo anticipó PERFIL: Abad renunciaría a la AFIP. | Cedoc Perfil

Para muchos el Gobierno es la cama de Procusto de Quintana y Lopetegui, para otros es la cama de Procusto de Marcos Peña pero es el propio Macri quien como Procusto, el posadero de Atica en la mitología griega, a todo aquel que no se ajustaba al tamaño de su cama-molde lo estiraba si era más bajo o le cortaba las piernas si se sobresalía para que fueran todos uniformes. La desafortunada frase de Macri al explicar las cualidades del sucesor de Alberto Abad en la AFIP, Leandro Cuccioli: “lo más importante que tiene es que sabe jugar en equipo”, fue al mismo tiempo una crítica a Abad y un desempoderamiento del nuevo titular de la AFIP. Con poco más de un año de experiencia en la administración pública Cuccioli (“es más joven que mi hijo” le atribuyen haber dicho a Abad) carece de los pergaminos clásicos de quienes conducen los dos organismos económicos autárquicos más importantes de cualquier Esta-do: en su caso, la agencia de recaudación de impuestos. El otro es el Banco Central, justo cuando hay rumores sobre que hasta Federico Sturzenegger podría ser reemplazado por otro funcionario económico del actual riñón de la Jefatura de Gabinete, Vladimir Werning, ex director ejecutivo para América Latina del banco JP Morgan.

Cuccioli, con 40 años, está lejos de compararse al par de Abad en el equivalente de la AFIP en Estados Unidos, IRS (Internal Revenue Service), David Kautter, quien previamente había dirigido Tax Center de la American University de Washington, el National Tax, y fue tributarista jefe de Erns & Young y consultor sobre legislación tributaria del Senado, experiencia que acumuló también, como Abad, en una carrera profesional de varias décadas. Abad no es un tributarista pero, antes de conducir a partir de 2002 la AFIP, en los 90 dirigió el PAMI, fue síndico general de la Nación y secretario de Control Estratégico de la Jefatura de Gabinete.

Explican el nombramiento de alguien sin experiencia como Cuccioli porque aquellos que sí la tenían también traían historia y buscaron alguien “limpio” de antecedentes políticos. Abad trabajó con Menem, con Duhalde, con Néstor y con Cristina Kirchner, y ese no fue un impedimento para que se lo nombrara en 2015. Probablemente por entonces Macri no imaginaba la cantidad de denuncias por conflictos de intereses y corrupción que enfrentarían sus funcionarios y, tras comprobar que aun sin la procuradora Gils Carbó se le siguen agregando causas, ahora prefiera al frente de la AFIP a alguien que no tenga autonomía y la palabra “equipo” sea un eufemismo de obediencia.

Macri repite a sus ministros que en Boca tuvo peores resultados con el mejor jugador del mundo, Maradona, que con un equipo más homogéneo. Que el egocentrismo de las estrellas tiene costos superiores a sus aportes. Claramente siente aversión por un ministro de Economía omnipresente como Cavallo o Lavagna y lo incomoda en el área económica cualquier figura fuerte que no se discipline a la Jefatura de Gabinete, como ya sucedió con Prat-Gay o Melconian, más el final abierto de Sturzenegger. De Prat-Gay decía que eran dos: “él y su ego”, y peyorativamente se lo apodó “cuatro espejos”, pero muchos psicólogos sospecharían que esa visión era una proyección del propio Presidente. Macri pagará un alto costo político si la economía no despega y ya hay quienes vaticinan un 2019 con Marcos Peña como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires porque María Eugenia Vidal pasaría a ser la candidata a vicepresidente para reforzar la fórmula de Macri ante el riesgo de que no pudiera ser reelecto, quedando Vidal con la posibilidad de ser electa presidenta por un período más en 2023. La reelección para Macri sería esencial porque sus complicaciones judiciales podrían ser enormes con Cambiemos fuera del poder.

Abad sostiene que los comentarios sobre su mala relación con Quintana son injustificados y considera al vicejefe de Gabinete un “nuevo amigo”. Desconoce la controversia entre la AFIP y la empresa Microcentro, que tendría entre sus controlantes un fondo donde Quintana sería accionista. La AFIP le habría denegado a Microcentro su ingreso al blanqueo por maniobras con autopréstamos.

También consideraría exagerados los temores a que su reemplazante acceda a que se beneficie a Cristóbal López permitiéndole la venta de sus empresas a Ignacio Rosner solo porque el fondo donde trabajó Cuccioli antes de ingresar al Gobierno –The Capital Group– haya invertido en la empresa agrícola El Tejar, relacionada con Rosner. Primero porque The Capital Group invierte en miles de empresas (rankea como la más antigua y mayor gerenciadora de inversiones) pero fundamentalmente porque la AFIP tiene muchos funcionarios de carrera y cualquier acción fuera de la ley sería un escándalo que se propagaría hoy con la velocidad de las redes sociales.

De cualquier forma, el Gobierno no se salvará de las sospechas si justo la semana que se anunció la salida de Abad, además la Cámara Federal deja en libertad a Cristóbal López, como se especula que podría suceder. Ni tampoco se eximirá de pagar el costo político de que quien sucede a Abad es el segundo de Toto Caputo, acusado de no haber declarado un fondo de inversión que en la SEC (Securities and Exchange Commission), la Comisión Nacional del Mercado de Valores de Estados Unidos, registraba como propio en 2015. El Gobierno estaría tranquilo y por eso Marcos Peña salió a respaldar al ministro de Finanzas, porque Caputo sería fideicomisario de un tercero en ese fondo (lo que en el barrio se llamaría testaferro), y el verdadero dueño en 2016 lo declaró como propio aprovechando el blanqueo, lo que podría verificarse y salvar a Caputo. Pero eso no omitiría que el ministro de Finanzas administraba plata negra de terceros, algo bastante incómodo para el superior de quien ahora tendrá como misión al frente de la AFIP vigilar que todos los argentinos tengan sus bienes en blanco.

La moratoria y el blanqueo –al que Alberto Abad se opuso al principio y solo accedió cuando se “blanqueó el blanqueo” destinando los fondos a los jubilados– son, como tantas cosas de la vida, simultáneamente fuente de soluciones y de problemas para el Gobierno. Permitieron a muchos funcionarios y a sus allegados regularizar su situación fiscal, ahora que estarían en la mira del periodismo y la oposición, pero al mismo tiempo evidenciaron su mal comportamiento fiscal anterior. El tema no es que sea dinero offshore, algo que como se explicó decenas de veces desde esta columna todas las empresas de cierto tamaño del mundo tienen, sino que no haya sido declarado y no haya pagado impuestos en la Argentina. O sea, lo que hizo Caputo para su representado, aun si fuera cierta su versión de que no es dinero propio.

Es obvio que se irán conociendo los nombres de quienes entraron al blanqueo y habrá interés público. En un mundo donde los rusos hackean el sistema de votación en Estados Unidos en varios estados y en un pendrive WikiLeaks se lleva toda la información bancaria de Luxemburgo, sería ingenuo no esperarlo. Pero una cosa es la filtración de información periodística (difusión amparada por la ley) y otra es la venta comercial de información, que terminó con el desplazamiento del director de la AFIP, Sergio Maguiña, cuñado de Angelici. Pero tanto la también desplazada hermana del presidente de Boca y su novio, como el alto directivo en la Aduana que, dicen, sería el informante de Elisa Carrió, estaban en la AFIP desde la época de Echegaray.

Alberto Abad se va contento de haber cumplido su misión con honores, como pocos funcionarios en la Argentina reciente. Ojalá Cuccioli lo imite.