COLUMNISTAS

La compañera Heidi

Si Cristina volvió al gobierno está por confirmarse. No así su regreso a las tablas como Primera Actriz Presidencial.

En noviembre, Cristina volvió a la actividad oficial desde su sillón en la Quinta de Olivos.
| Archivo.

“¡Cuánta agua!”, exclama Sancho cuando por vez primera Quijote lo lleva a conocer el mar. La ideología de la especie es mínima. Ganar el pan, escapar del infierno y echarse alguna siesta junto al mar. Lo sueña Sísifo. Pero no se le da (porque no se lo dan). En cada medianoche de año ido, el pobrecito planea zambullirse en el agua matriz y cada año son menos los que llegan. También en los mitos crece la exclusión. Entre nos, la mayoría de los Sísifos acaba boqueando en el Río Más Playo del Mundo. Sudan, no dejan de sudar, pero a millones de Sísifos sólo les permiten imaginar el mar. Y con la historia, igual. Sólo les dejan “nadar” en el Relato. Es lo que hay.

“Todo es símbolo”, decía Goethe. Y Cristina lo sabe. Volvió y metió dos “perros”. Simón (patriota de cuatro patas que dicen se inmoló ladrando a los realistas en Carabobo). Al primer “perro” le dio la cana como nadie Edi Zunino, aplicándole en la tapa de revista Noticias una dentadura en aprestos bélicos. Un perro blanco decidido a ir por negro. Una presidenta aún convaleciente que se desenvolvió bifurcada. Con un dice/hace que no registra (o se “emperra” en no dar registro) su persona tal-cual-es. Tomó medidas pero nos las pasó por alto. Perdió elecciones sin aceptar cómo le fue. Maquilló el inactivo Gabinete con un locutor plasta traído del Chaco, celebró la medieval operación del santiagueño Zamora y, sin defenestrarlo, ahuecó a Moreno por un tiempo en Roma. Al párvulo Kicillof le tocó hocicar y consagrarse como “tarado”, dado que así tildaba hace dos años a quienes proponían pagar a Repsol por una expropiación, que concretó él. “Pone en boca de Keynes lo que Keynes no dijo”, radiografió Prat Gay. “Apostamos por Kicillof”, gorjeó unfeliz Méndez en la UIA.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La revolucionaria etapa del regreso la encapsuló Eurnekian al definir a Capitanich: “Es un buen CEO y el hombre del momento. Con él no corremos ningún riesgo”. Coqui, además, es lingüista finísimo. Dice, por “la cadena de valor”, baja la inflación llamándola “desviación de precios” y, prestífono diarreico, no deja intersticio para más de una pregunta de la prensa. La explosión cordobesa de las últimas horas lo dejó entre un fallido infantil (“De la Sota no me llamó” y una falla tectónica: dejar a Córdoba “en pelotas” y viajar a Paraguay por una reunión sobre “la lucha binacional contra el mosquito” (sic de platino).

Tanto él como Kicillof prometían reabrir el juego desde algún grado de dignidad funcionaria pero prueban ser muñecos articulados a cuerda por un Yo que sólo parlamenta con su otro Yo. Si bien no son corruptos “al palo”, lo son por complicidad y por acatar callando a los peces más voraces del cardumen. Leen y felicitan a Don De Vido por sus “Cuentos miniplaneros” para niños (sic) con los que el Buen Planificador publicita héroes ad hoc como Zorro Miguel, “que busca oro y canta que gusta de la mega minería a cielo abierto” y otros imbancables más, como el de Yacaré Yaco o…. (perdón, atención, esto es triple sic, a ver si pasa como joda…y no lo creen).

Si Cristina volvió al gobierno está por confirmarse. No así su regreso a las tablas como Primera Actriz Presidencial. Reapareció como ambas ellas que es. Como binorma, que es. “Hizo” una edulcorada Heidi en el salón de los Chirolitas Reidores y corporizó también a la blindada Señorita Rottenmeyer, balconeando frente a las palmeras el bullicio de su giovinezza adicta. Dos Cristinas en una. Impecable tanto en su modoso estilo Capitanich del primer acto, cuanto en el segundo, ampuloso y soviético.

Así como Heidi no grita, Rottenmeyer no escucha. Portando dichos personajes regresó a la Rosada (como si volviera de las compras) y desplegó allí su módica pero, aún así, paralizante teatralidad. Vuelta tan poco oficial y oficiante que dejó la sensación de que aún sigue regresando y que lo ofrecido este diciembre sólo es una muestra de la obra que intentará mantener en cartel, sin cambio, de marzo 2014 en más.

“Créase o no” (los argentinos somos Guinness dependientes) hubo espectadores ganados por tamaña actriz capaz de pasar en un mes de una obra como “La Capocha” a interpretar a Heidi y Rottenmeyer, de un saque. Con tal éxito (en país muy teatral, es cierto) que en la ausencia de 40 días tal manejo del suspenso le subió 8 puntos a su imagen. Las encuestas mostraron cómo el pico emocional de la convalescencia influía en la pieza más estrambótica del teatro nacional: su Gobierno. Mueve a risa pero, ahondando, hay lágrima. Es que estamos asistiendo estas semanas a una nueva versión de la muy de la tantas veces silbada ópera nacional “La caja de Pandora”. Su argumento: el incomprensible destino social que nos estamos infligiendo como país. Porque, si esto es la vida, ¿la vida dónde está?

Si no despierta Heidi a tiempo este diciembre, es posible que, en lugar de entrar en 2014, salgamos disparados de 2013 hacia cualquier otro año de los que dejamos sin usar por allí. Como antes carne y granos, hoy la máxima producción nacional la comparten la soja y la historia repetida. Y ambas están en el suelo. En silos, la una. En silencio, la otra.

"Life is no way to treat an animal" gritó un día Kurt Vonnegut.

(Tampoco la ideología es el modo de tratar al ciudadano)

 

(*) Especial para Perfil.com