COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

La credibilidad de la prensa

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El estado actual del periodismo en distintas regiones del mundo y la relación  de los medios con sus seguidores –sean ellos lectores, oyentes, televidentes o usuarios de páginas informativas web– han sido analizados en profundidad por la Organization of News Ombudsmen –la entidad que nuclea a los defensores de lectores de 18 países– en su reunión anual, desarrollada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.  

Probablemente, la crisis de credibilidad que sufren los medios (en la Argentina es una constante que se refleja tanto en buena parte de la correspondencia que dirigen los usuarios como en la dinámica propia de las redes sociales) ha sido el mayor tema de inquietud por parte de los ombudsmen (y ombudswomen) reunidos en Ciudad del Cabo. Hay, claro, peculiaridades según cada país. Explicaba el defensor del dominical londinense  The Observer (con 15 años de experiencia en la función) que dedica cada vez más tiempo a atender las peticiones de los que quieren que sus nombres desaparezcan de las informaciones en las que figuraron. Según escribió la defensora del lector del diario El País de Madrid, Lola Galán, “en los medios británicos y en los norteamericanos no hay historia si no hay un protagonista que la encarne”. Y agregó: “Es un problema que no tienen los colegas de Alemania ni de los países nórdicos, que evitan nombrar a los protagonistas de las noticias cuando no tienen relevancia pública”.

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Aunque ésta no es una problemática que afecta en gran escala a los medios argentinos –y por cierto no hay un protocolo uniforme para actuar en casos de esa categoría–, la cuestión de qué hacer ante una demanda semejante no es menor. Y eso se está potenciando con la reproducción, en los sitios web de los medios, de notas publicadas en los soportes de papel, como es el caso de PERFIL. Esto hace que la mención no querida sea poco menos que imposible de eliminar. Lo publicado, publicado está. A lo sumo, una fe de erratas podría salvar la situación en ediciones de papel posteriores, pero esa carencia de reglas de estilo para estos casos configura un problema a solucionar.

Aunque lejanos en el espacio y en la temática, el problema de la falta de confianza pública en la información que se publica es más grave en los países que sufren situaciones extremas como el terrorismo y la acción de organizaciones político-militares actuantes en ellos. La prensa en Colombia es un ejemplo, y también lo es la de territorios con organizaciones como EI u otras que invocan un islamismo extremo. Argentina no llega a un punto tan complejo, pero no hay dudas de la desconfianza que plantean medios locales según cuál sea la posición política de los usuarios y la orientación de sus editores. Es frecuente observar en las redes sociales cómo polemizan –por ejemplificar– kirchneristas, antikirchneristas y meros  comentaristas independientes: no lo hacen, por lo general, con argumentos de alta solidez y caen, casi inevitablemente, en el cliché de mencionar peyorativamente medios que leen, escuchan o en los cuales trabajan los de la otra vereda o los que no caminan ni una ni otra. Esto resta, es claro, credibilidad a periodistas y sus espacios de trabajo. Una realidad que invade también los medios digitales. La cuestión de las correcciones es un tema recurrente en los lectores: en el libro Etica en el periodismo digital, de Andreas Marckmann Andreassen y Jakob Albrecht, se recogen los resultados de una encuesta realizada entre 5.088 periodistas de países nórdicos de medios digitales. Sólo el 3% de los entrevistados citó los medios en internet como los más fiables. La inmensa mayoría (43%) se inclinó por los medios impresos. “Las tres cuartas partes de los que respondieron estuvieron de acuerdo o muy de acuerdo en que la celeridad imposible con la que se trabaja en los medios digitales redunda en una calidad inferior”, concluyen.

Para cerrar, recurro nuevamente a la defensora de El País: “Una cosa quedó meridianamente clara en la reunión de Ciudad del Cabo: nuestro compromiso fundamental es con el lector. Parte de nuestra misión es persuadir a las respectivas redacciones de la importancia de admitir los errores y corregirlos debidamente. Nos va en ello la credibilidad, que es tanto como decir la supervivencia”. Este ombudsman no estuvo en la reunión, pero suscribe lo descripto por su colega española.

Errata. Tres lectores –Luis F. Guerrero, Cecilia Lucía Pérez y Roberto Delage– enviaron sendos mails con críticas a un error cometido en el copete de la nota “El gran Barthes”, publicada el domingo 9 en el suplemento Cultura. Se escapó un feo conejo en ese texto, al decir que se está cumpliendo el centenario de la muerte del intelectual francés cuando se trata del centenario de su nacimiento, tal como se escribió correctamente en la tapa de Cultura. En la página 2 del suplemento se asume hoy la equivocación.