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La detención de Milagro Sala

Encarcelar a Milagro Sala, no darle audiencia para no reconocerle autoridad, es un error político porque la autoridad la tiene, y tratarla como una delincuente es un gesto agresivo que suena a venganza

Agrupaciones de izquierda cortaron la calle reclamando al liberación de Milagro Sala.
| Dyn

La detención de Milagro Sala es un hecho que es necesario discutir. No es simple. Pero su complejidad no es una excusa para saltear el tema ni para escudarse en apelaciones al famoso e infinito “contexto” para justificar lo injustificable.

Lo que hay que discutir es la causa por la que existe el caudillismo en Jujuy. Milagro Sala no es un barón del conurbano bonaerense, ni una mafiosa. Su poder territorial deriva de un fenómeno diferente, sin ser por eso novedoso ni desconocido.

Los términos que usa el gobernador Morales son desmesurados e injustos. Debemos preguntar qué es el Estado y cómo ha funcionado hasta ahora para una gran parte de la población jujeña. A quién representó siempre un juez, un policía, un gendarme, un político. Qué derecho tuvo y tiene un colla cuando es vejado en su condición humana y marginado de la sociedad.

¿Quién hacía las casas, las escuelas, los caminos, los hospitales, que se hicieron bajo la conducción de Milagro Sala? Esta labor implicó la organización de una población que decidió autogobernarse y sólo confiar en ellos mismos.

Es cierto que lo hicieron con la ayuda y la protección del Estado nacional, y que en prenda de cambio ofrecieron lealtad y apoyo político. También es una realidad que algunos de ellos tienen armas y que amenazaron a disidentes y no dejaron de extorsionar a quienes no se sometían a la jefatura de Sala.

¿Pero de dónde venían? ¿Con qué recursos contaban?

Milagro Sala no debe estar en la cárcel. Pero nada nos une con los demagogos siempre listos para vender fruta podrida. Sobran los que usan lo que sucede en Jujuy para concretar sus sueños siniestros. Aunque a algunos les parezca inverosímil, quienes quieren ver naufragar a este gobierno, piden un muerto. Están a favor de cualquier provocación que repita lo que aconteció con Kosteki y Santillán durante el gobierno de Duhalde.

Hay otros que hacen uso de un racismo progresista y claman solidaridad con la autodenominada “Negra” y denuncian a los blancos que la detienen. Es un indigenismo arribista y snob que desprecia a los aborígenes. Los tratan como una tribu monolítica confeccionada a la medida de su hipocresía. Desconoce los conflictos y las tensiones internas que tiene cualquier agrupación política, que hay muchos necesitados de bienes básicos que no aceptan el poder de Milagro Sala, que el Perro Santillán es su adversario, etc.

Si el gobernador Morales, elegido con gran cantidad de votos, quiere mostrar que el funcionamiento del Estado ha de cambiar, debe intentar dialogar una y otra vez. No creemos que la garantía de que las cosas serán diferentes y que la integración de miles de personas asistidas estará asegurada, tenga como prueba fehaciente la trayectoria del partido radical, ni de ningún otro partido. Llevará un tiempo probar que la promesa y las intenciones se convertirán en realidad.

Lo que no significa un acuerdo entre Morales y Sala, ni que el gobernador acepte la existencia de ejércitos privados o que el dinero público vaya a una sola mano sin control alguno, o que a cuatro días de su asunción el casco antiguo de la capital esté sitiado. Pero encarcelar a Milagro Sala, no darle audiencia para no reconocerle autoridad, es un error político porque la autoridad la tiene, y tratarla como una delincuente es un gesto agresivo que suena a venganza.

 *Filósofo. www.tomasabraham.com.ar