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La diabólica trinidad y el endeudamiento

El Gobierno pretende mantener el nivel de actividad, no perder más reservas y evitar el ajuste en el gasto público. Pero como no tiene exportaciones que lo respalden recurrirá a pedir prestado.

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La política argentina se ha caracterizado por plantearse, en materia económica, objetivos contrapuestos. Mientras tanto la “técnica” se ha encargado de aceptar esas contradicciones, a veces por ignorancia, otras por ideología, y otras con la esperanza de que la dinámica de la realidad, fuera imponiendo sus condiciones, despejando el panorama. Esta última década, obviamente, no ha sido la excepción.

Desde el inicio, el kirchnerismo se planteó el objetivo de maximizar el crecimiento derivado del extraordinario escenario de precios internacionales de las commodities y, simultáneamente, evitar que esos precios se reflejaran en el mercado interno, afectando los ingresos de todos los consumidores locales (y no sólo de los más pobres). El intento por solucionar esa contradicción dio lugar a la maraña de subsidios, prohibiciones de exportar, retenciones e impuestos varios, distorsiones e intervenciones en los mercados, controles de precios, etc., generando:
◆ La destrucción de la oferta, en muchos productos, (dada la lógica resistencia de los productores a recibir “precios razonables” en lugar de “precios verdaderos”.
◆ Una explosión de gasto público, por los subsidios a los consumidores y empresas industriales.
◆ El récord de presión impositiva para tratar de financiar dichos subsidios, más el empleo público, más el subsidio a la vejez, disfrazado de moratoria previsional, y las sucesivas “tomas por asalto”, primero de los stocks de los ahorros privados en las AFJP y luego de las reservas del Banco Central. A lo que hay que sumarle el uso de “stocks ocultos”, desde la destrucción de suelos por la sojización, hasta el deterioro de la infraestructura de energía y del transporte (con asesinatos incluidos).
La realidad terminó imponiéndose, mostrando que es insostenible mantener esos objetivos contrapuestos por tanto tiempo.

En ese contexto, el Gobierno volvió a plantearse una trinidad de objetivos, que sólo pueden concretarse “de a pares”.
Pretende transcurrir sus últimos dos años frenando la caída de reservas del Banco Central (para no tener una explosión macroeconómica, derivada del descontrol cambiario), sosteniendo el nivel de actividad (para tener chances en las elecciones presidenciales), y no hacer un ajuste violento del gasto público (para no afectar a sus clientes directos, ni presionar sobre la tasa de inflación y los costos empresarios, reduciendo subsidios).

Pero estos tres objetivos son imposibles de conseguir simultáneamente. Van de a dos. Si quiere mantener las reservas y el nivel de actividad, tiene que ajustar el gasto público que se financia emitiendo pesos (de lo contrario, esos pesos “excedentes” presionan sobre la demanda de dólares).
Si quiere mantener el nivel de actividad y el gasto público, pierde reservas (por aumento de importaciones, por encima de las exportaciones).

Y si quiere mantener reservas y el gasto público, se cae el nivel de actividad (por límites a las importaciones).
Una alternativa para salir de esta encerrona, sería poder aumentar dramáticamente las exportaciones. Pero el único sector superavitario en materia de comercio exterior, después de esta década de sustitución de importaciones, es el complejo agroindustrial y minero, con poca respuesta en el corto plazo, por restricciones externas, costos internos, o depender del clima.
En el corto plazo sólo queda una forma de superar esta diabólica trinidad: endeudarse en dólares: mantener el nivel de gasto público y el de importaciones, y financiar la resultante caída de las reservas con deuda externa.

Para ello, el intento por mejorar las relaciones con el FMI, los Estados Unidos (pago en el Ciadi a sus empresas), un supuesto arreglo con los buitres, algún avance con el Club de París y el pago de una indemnización a Repsol, por la confiscación de parte de sus acciones en YPF, de manera que, luego, YPF pueda ir al mercado a obtener dólares contra su concesión en Vaca Muerta.

El economista Nicolás Gadano me recordaba que la última dictadura militar, para superar sus propios objetivos contrapuestos, terminó endeudando a YPF, a principios de los 80.

No me extrañaría ver a la “revolución” haciendo el ajuste. Por ahora, trata de hacer el endeudamiento