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Panorama // Guerra asimetrica en Gaza

La disuasión de Hamas

El 24 de diciembre el gabinete israelí aprobó por unanimidad la ofensiva sobre Gaza, y dejó al primer ministro, Ehud Olmert, el ministro de Defensa, Ehud Barak, y la canciller, Tzipi Livni, la decisión sobre el momento y las condiciones del asalto inicial de la operación que ayer tuvo su última misión.

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El 24 de diciembre el gabinete israelí aprobó por unanimidad la ofensiva sobre Gaza, y dejó al primer ministro, Ehud Olmert, el ministro de Defensa, Ehud Barak, y la canciller, Tzipi Livni, la decisión sobre el momento y las condiciones del asalto inicial de la operación que ayer tuvo su última misión.
En la madrugada del sábado 27 de diciembre, decenas de cazabombarderos F16 de las fuerzas de defensa israelíes (IDF), 200 “drones” teledirigidos sin piloto y 150 helicópteros Apache se dirigieron a la Franja de Gaza, y destruyeron estaciones policiales, edificios públicos, la Universidad Islámica, campos de refugiados y búnkers de Hamas. Al menos 430 palestinos murieron, dos tercios de los cuales –se estima– eran cuadros políticos y militares de la organización fundamentalista. Al día siguiente, en un raid realizado por cuarenta F16, fueron destruidos decenas de túneles utilizados para el contrabando de armas en la frontera con Egipto.
Las encuestas del fin de semana mostraron que 81% de los israelíes respaldaban –en una manifestación de virtual unanimidad– la ofensiva sobre Gaza dispuesta por la coalición gobernante Kadima (Olmert/Livni)-Partido Laboralista (Barak). El líder de la oposición, Benyamin Netanyahu (Likud) sumó su respaldo a la decisión tomada por el gobierno de Olmert el 24 de diciembre.
El objetivo político de la incursión contra el territorio de Gaza controlado por Hamas no es espacial-territorial, sino político-estratégico: restablecer la capacidad de disuasión de Israel frente a la organización islámica que amenaza su frontera sur del país.
Entre el 19 y el 27 de diciembre, Hamas lanzó más de 300 misiles contra territorio israelí, además de unos 200 disparos de morteros. Se estima que la organización posee un arsenal de 12 mil misiles de corto y mediano alcance; también se cree probable que disponga de algunos cohetes iraníes FAJR-5, facilitados por Teherán en forma directa o a través Hezbollah, la organización chiíta libanesa. Los FAJR-5 tienen un alcance de 150/200 kilómetros y pueden cubrir la totalidad del territorio israelí.
La naturaleza político-estratégica de su ofensiva hace que Israel no persiga una “victoria” frente a Hamas –que tendría sentido sólo en términos territoriales–, sino el cumplimiento de un objetivo: restablecer la disuasión perdida desde el 19 de diciembre.
La violencia abrumadora de Israel en su ofensiva sobre Gaza parece estar en relación directa con su objetivo de disuasión. La “desproporcionalidad” no se establece en relación al número de bajas –más de 400 palestinos vs. cinco israelíes–, sino al objetivo buscado: lograr que Hamas perciba que debe pagar un precio “desproporcionado” por lanzar centenares de misiles contra territorio israelí, y paralizar, prácticamente, la vida cotidiana en el sur del país.
La regla en la guerra es que la violencia de un ataque debe ser proporcional a su objetivo. En este caso, el restablecimiento de la disuasión; y es él el que fija su proporcionalidad, según el criterio de que “el fin elige sus medios”.
El objetivo en Gaza es el mismo que se logró imponer a Hizbollah en la guerra del Líbano en 2006. Los 7.000 combatientes de la organización chiíta lanzaron entonces centenares de misiles contra el territorio israelí, que alcanzaron incluso al puerto de Haifa, en el corazón del Estado hebreo.
La respuesta israelí fue una ofensiva aérea de más de un mes, y luego una campaña terrestre de 40 mil soldados, encabezados por las brigadas de élite –Golani y Nahal–, además de paracaidistas y dos unidades blindadas completas.
Desde el cese del conflicto en el Líbano (14/08/2006), Hezbollah no ha lanzado ningún misil sobre Israel, y en la frontera no están desde entonces los milicianos de la organización chiíta, sino los soldados del ejército libanés.
Israel mantiene su superioridad sobre las fuerzas regulares de los Estados árabes vecinos, y, ante todo, frente a la única amenaza convencional que existe en sus fronteras: Siria. Lo logró a través de cinco “guerras relámpago”, en las que obtuvo resultados nítidos y victorias aplastantes.
Pero ahora se enfrenta con actores no estatales –Hamas y Hezbollah–, que lo desafían en el terreno asimétrico; y en ellos no hay victorias nítidas ni “guerras relámpago”. Sólo disuasión –siempre frágil y temporaria–, en una guerra sin término.
En la disuasión lo más importante es lo que no ocurre; es una cuestión de percepción antes que de realidad, aunque, trágicamente, a un alto costo en vidas humanas y bienes físicos.
La pregunta es: ¿qué es lo que percibe Hamas de la avalancha de fuego y acero que está recibiendo? Hezbollah proclamó en 2006 que ganó la guerra, pero dejó de lanzar misiles sobre Israel. ¿Imitará Hamas las dos conductas de su aliado chiíta?