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La dulce leche de la adversidad

Por motivos que ignoramos pero que son dignos del mayor de los respetos, Danielle Teuscher, de Oregon, contrató al banco de esperma Northwest Cryobank para que le proveyeran de la ración necesaria para concebir una criatura, fruto de su óvulo y del aporte de un donante anónimo.

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Por motivos que ignoramos pero que son dignos del mayor de los respetos, Danielle Teuscher, de Oregon, contrató al banco de esperma Northwest Cryobank para que le proveyeran de la ración necesaria para concebir una criatura, fruto de su óvulo y del aporte de un donante anónimo. La información provista hasta el momento no nos permite saber si este cobró por su aporte, pero una consulta a la página del banco informa que si tienes entre 19 y 38 años, mides más de 5’9” (¿pulgadas, pies? Enanos, ¿abstenerse?), has cursado interesantes estudios secundarios y tienes autorización para trabajar en los EE.UU., ¡puedes convertirte en un donante de esperma hoy! (exhorto al lector a ingresar a la página del banco; es el futuro hecho presente privado). El caso es que Danielle recibió lo que adquirió y tuvo una bella y sonriente hija, Zoe, y a los cinco años de nacida su criatura, la madre decidió que convenía realizarle una investigación genética, examinando los ancestros paternos de Zoe (no del propio anónimo donante, lo que está vedado por contrato), para detectar y prevenir ulteriores problemas de salud de la niñita.

Realizado el examen de ADN en un laboratorio, Danielle se enteró, de chiripa o de rebote, de la identidad de la abuela paterna, y le escribió abriendo la posibilidad de contacto familiar. La abuela, que quizá no estaba al tanto de que tenía una nieta espermodonada, le contestó que no sabía de qué le estaban hablando (escribiendo). De inmediato, Danielle recibió otra respuesta, aún más inesperada. El criobanco la intimó por nota a no seguir buscando el contacto con el donante ni información sobre su identidad y sus familiares. Caso contrario, debería pagar una multa de US$ 20 mil. ¿Es el dinero el punto crucial? ¿O lo fue que además le advirtieron que  se quedarían con las cuatro ampollas que Danielle había comprado conteniendo esperma del mismo donante?

Danielle declaró a CBS News que lloró, perdió el apetito, se avergonzó, se sintió devastada, colocada casi en el lugar de una criminal, cuando solo pretendía garantizarse la salud de su niña y de sus presuntos próximos hermanitos. Por contrato, el banco no admite que los progenitores físicos busquen contacto con el donante, pero sí permite que, alcanzada la mayoría de edad, los hijos busquen el contacto con el padre donativo y lo encuentren si este admite ser contactado. Esa inhibición parcial y esa autorización a futuro parecen preservar la discreción y el respeto. Pero Danielle encontró un resquicio: la acción de Northwest Cryobank podrá estar ajustada a lo que impone el contrato que obliga a firmar a las mujeres que pretenden acceso a sus depósitos espermáticos, pero al retirarle el usufructo de las ampollas priva a Zoe del derecho a tener hermanitos del padre que no conoce.