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La fortuna de Máximo

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Aunque es difícil saber si el uso del potencial es un potente recurso para soltar una información de carácter verosímil y que no reúne aún el nivel probatorio de lo jurídico o una demostración de impotencia periodística, sí se puede en cambio comprobar el carácter perturbador de sus efectos, que a veces funcionan con un sistema de carambolas que sólo podrán explicar la física cuántica o la teoría de cuerdas, porque seguro una mente del común estará lejos de comprender cómo se pasa de una información condicional que acusaría al hijo de la Presidenta de tener varias cuentas millonarias en concubinato con doña Garré, a convertirlo en víctima propiciatoria y, pequeño salto en la secuencia, en candidato a diputado cuando menos, o en nueva fija para presidente. En la nostalgia monárquica que habita cada espíritu de este desperdigado virreinato del Río de la Plata, semejante posibilidad no resulta disparatada, y por lo común tendemos a pensar que si alguien se forró los bolsillos con la mosca de los erarios, cuando esté en disposición de manejarlos todos no va a querer seguir volando a contramano de las leyes, lo que desde luego significa que conocemos poco de la insaciable voracidad de nuestros semejantes. Pero lo más extraño de todo no es lo previamente consignado, sino el fervor militante de los compañeros camporistas, que divinizan a su referente y dan por descontado que semejante trapisonda es imposible sólo porque él salió a decir que la acusación era falsa. Para mí, el asunto tiene carácter doble: por un lado, no resultaría sorprendente cierta desprolijidad en el manejo del dinero por parte del hijo de quienes tomaron y nunca dieron cuenta del uso de los fondos de la privatización petrolífera en tiempos de Cavallo pero, por el otro, tampoco sería explicable que Máximo depositara sumas bien o mal habidas en cuenta a nombre propio, porque sería lo mismo que ganarse el premio mayor a la gilada.