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AGENDA K

La foto y las tarifas

El absurdo, desigual y mal planificado aumento en las tarifas eléctricas pone de manifiesto dos cuestiones. La primera no es un invento de este Gobierno, aunque los Kirchner la han agravado: la cultura administrativa argentina está orientada a ignorar los derechos de los usuarios y, en definitiva, a despreciar a los ciudadanos. La segunda sí tiene el sesgo inconfundible del populismo kirchnerista: que toda medida, por más injusta o fiscalista que sea, debe tener una justificación redistributiva.

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El absurdo, desigual y mal planificado aumento en las tarifas eléctricas pone de manifiesto dos cuestiones. La primera no es un invento de este Gobierno, aunque los Kirchner la han agravado: la cultura administrativa argentina está orientada a ignorar los derechos de los usuarios y, en definitiva, a despreciar a los ciudadanos. La segunda sí tiene el sesgo inconfundible del populismo kirchnerista: que toda medida, por más injusta o fiscalista que sea, debe tener una justificación redistributiva. Así ocurrió con la resolución 125, que hundía a los pequeños y medianos productores en nombre de la lucha contra la oligarquía, y así ocurre con las caóticas tarifas, que aunque en muchos casos perjudican a los humildes y siguen beneficiando a los acomodados, se colocan bajo el paraguas de que “pagan más los que más tienen” aunque las cantidad de exageraciones y excepciones a esa supuesta regla permite sospechar lo contrario.

Hace unos días, Cristina Kirchner se sacó una foto con Fidel Castro. Ese parece haber sido el único objetivo de su viaje a Cuba que, en el camino de vuelta, incluyó una escala para que la Presidenta participara personalmente de la campaña por la reelección de Chávez en Venezuela. Al kirchnerismo y a sus intelectuales les gusta cada vez más presentarse como parte de un proceso continental revolucionario que, en la práctica, favorece la consolidación de dictaduras conducidas por líderes vitalicios (y hasta hereditarios). Aunque esos regímenes son básicamente injustos, es esencial que se amparen bajo el rótulo del socialismo, ya sea el del siglo XIX o el del XXI. Así se da la curiosa circunstancia de que el último bastión del modelo soviético y el primero del capitalismo de amigos son objeto de la admiración presidencial en un país republicano. Pero después de todo es lógico, ya que los tres gobiernos están unidos por un rasgo común: los abusos de poder, la pérdida de derechos y la diferencia entre privilegiados y desposeídos se disfrazan bajo un manto de hipocresía que utiliza la igualdad como discurso de fachada.

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*Periodista y escritor.