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La hora del desbande, parte II

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Nicolás Dujovne. | NA.

Contra las expectativas del Gobierno, alimentadas por encuestas propias y ajenas que distaron de aproximarse a la realidad, el sopapo de las PASO no solo shockeó y aturdió al oficialismo, sino que lo obligaron a reaccionar con anuncios de medidas que siempre dijeron despreciar y es espectador de corrimientos e intrigas que llevan el inconfundible aroma de un posible cambio de ciclo.

Ayer, aquí mismo, hicimos una primera aproximación a esa lógica pura de la “realpolitik”, sobre todo respecto a la disgregación de los propios (http://bit.ly/desbande-1).

En las últimas horas, se multiplicaron las señales públicas en el mismo sentido. Y no faltaron las reservadas, por cierto, las que importan más.

Por caso, la gobernación de Misiones apuró su adhesión a la candidatura F-F en octubre, tras ir con boleta corta (sin postulación presidencial) en las PASO. El cordobés Juan Schiaretti intenta resistir la presión interna hacia esa misma decisión, con la incomodidad de ser el único distrito, junto a la Ciudad de Buenos Aires, donde Mauricio Macri obtuvo más votos que Alberto Fernández.

Otros gobernadores también tienen decidido el salto ornamental hacia los brazos albertistas. La conveniencia electoral podría dispararse por una indignación administrativa: las nuevas medidas del Gobierno impactarán negativamente en las cuentas provinciales.

Por esas iniciativas oficiales también empresas petroleras y bancos de importancia levantaron presión y aumentaron las consultas con quienes podrían asumir el 10 de diciembre.

Roberto Lavagna reconoció que tuvo reunión posPASO con Wado de Pedro y Felipe Solá. Este último ya había anticipado en PERFIL que iba a intentar seducir al ex ministro y tercero lejos en esta carrera presidencial.

Y si de desbande y ex ministros hablamos, qué decir de Nicolás Dujovne. Corresponsable de la debacle económica generadora de la electoral, tuvo la epifanía de su futuro cuando hace poco más de un mes su amiga Christine Lagarde renunció al FMI. Luego se trenzó en una pelea con Fernández por la economía, cuando le convenía callar. Más tarde se divulgó su declaración jurada, en la que mantuvo sus posiciones en dólares en el exterior pese a su promesa de repatriarlas.

El desastre macrista del 11-A lo puso en el ojo de la tormenta (donde no tenía un aliado salvo algún influyente ¿ex? socio) y la posterior reacción “populista” de la Casa Rosada, de la que casi no participó, lo dejaron sin margen para otra acción que no fuera salir corriendo. No fue el primero, no será el último.