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La idea del sur

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La calefacción del verano, en enero, fue implacable y los cortes de luz siguieron con su ritmo cardíaco, milimétrico, poniéndole más sal al calor capitalista del verano. Hubo palometas golosas en el río –como en esas películas setentonas catástrofes de Sábados de Super Acción– y el dólar blues se escuchó hasta en la Luna. Alguien, en una casa alquilada en el Tigre, redactó su personal Carta Abierta a la junta Mili K, pero no llegó a echarla al buzón, porque ya no hay buzones, no hay garitas para los policías, no hay banda, no hay música, no hay orquesta. Nuestra presidenta consiguió su foto anual con el doble de Fidel Castro y Carlos Bianchi cambió el marco de sus anteojos. Ya nadie quiere volver al futuro, ¿para qué?

Sin embargo, en el medio de esta distopía, una foto nos levantó el ánimo a todos: Marcelo Tinelli, de traje, tatuado, tostado por el sol esteño, entraba en la Casa Rosada. Se iba a entrevistar con el Capitanich Escarlata. ¡Todavía hay esperanza!, pensó la clase media agobiada por la inflación que disuelve sus sueldos como una pastilla efervescente. Si Marcelo Tinelli –que superó y apuntaló a todos los gobiernos– sigue creyendo en el país, es porque no todo está perdido. Si Tinelli, una estrella de Clarín, grupo monopólico y bestia negra del Gobierno, puede caminar tostado, límpido, por los pasillos de la Rosada, entonces algo del país sigue en pie. Este es el verdadero mensaje que no puede ni siquiera balbucear nuestro admirado Axel, que pasó de Kicilove a Kicilost en un segundo. Tomen nota: si Tinelli está en funciones, va a haber luz para los plasmas mundialistas, va a haber energía para los fundamentalistas del aire acondicionado, gasolina para los coches de alta gama, van a seguir existiendo los vip, ¡¡gracias a Dios!! Tinelli se puede permitir todo: su equipo gana el campeonato de liga y al día siguiente fleta un avión para llevarle la copa al Papa. No importa que nuestro país tenga casi 10 millones de pobres y que ese gesto pueda ser considerado un pecado. La metafísica no puede esperar, la metonimia tampoco: el poder del Papa –el poder real, no el espiritual que no le sirve a nadie– se mueve lentamente hacia las arcas de Ideas del Sur. ¿Qué ideas tendrán ahí en el Sur? Las de siempre: ayudar a la gente a dormirse con la panza vacía, con el cerebro en corto, con la autoestima rasurada. Tinelli puede, como Wan Chan Kein, caminar sobre papel de arroz y no ser escuchado por los intelectuales K que cumplen la función de esfínteres del Poder. Tinelli es un amigo. Un lugar común y tranquilizador. Nunca va a estar en “el lado Magnetto de la vida”. El es un republicano con chupines, camperas ajustadas y zapatos caros. No es como John William Cooke, un aguafiestas impresentable del peronismo antiguo, es John William Look, un embajador del peronismo retro.

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