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La ilustración

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De la frase “Me pidieron que hiciera un dibujo que representara cómo veo al país”, la parte que más me inquieta no es el solcito con palotes sino lo primero: “Me pidieron que”. ¿Quién, por Dios, quién le pidió al Presidente que hiciera tal cosa con su tiempo? ¿Duran Barba, sus ministros, su hija, su psiquiatra? ¿Qué tipo de asesores que tienen este tipo de propuestas se pagan del erario?

Me cuesta imaginar ingenuidad: Cambiemos atiende más a las redes sociales que a las penurias económicas. Así que no me cabe suponer espontaneidad ni inocencia.
Un psicólogo, después de toneladas de memes, insultos y joditas, analiza –en las mismas redes a las que ha sido lanzada esta pesca milagrosa– el potencial simbólico del dibujo y las capacidades del dibujante. No hacía falta leer a Freud para suponer lo que una maestra de primer grado detecta sin soltar la galletita Vocación entre un té y el otro: que este dibujo no es un símbolo, sino más bien un signo, una señal rutera para identificar un único sentido.

Cualquier amateur interesado en la ilustración verá lo que es evidente: si se quiere mostrar el amanecer, conviene dejar libre el espacio de arriba y no el de abajo, despejar el escenario donde ocurrirá el evento a ser señalizado. Así que lo que más se ve en el dibujo (desconociendo todo del dibujante y de su entorno) es un ocaso. Por suerte, existen las palabras, que pueden corregir la polisemia de la imagen, anclar uno solo de los muchos sentidos y alejar los otros; incluso pueden asociar una imagen a su contrario. Benditas las muy malditas palabras. Las palabras que acompañan el dibujo sugieren que “Hice un horizonte y un sol que asoma: amanece después de una noche larga”. Es posible que algunos acuerden con lo de la larga noche; yo encuentro la explicación un poco más amenazante que el dibujo, sobre todo cuando este apretado amanecer trae más ajuste, recortes en educación garantidos por represión policial, desempleo entre científicos y más empleo en Burger Kings y una especie de sorna infinita diseñada en cabinas de telemarketing. Las mismas cabinas desde las que se atacó al presupuesto para investigaciones en ciencias sociales del Conicet. Lo pasmoso es que este efecto de germinación de ideas torvas sea tan sencillo de llevar a cabo: primero unos trolls deciden pensar todos juntos una misma cosa, la convierten en trend topic y luego se retiran, que una masa acostumbrada a pensar lo poco y la nada luego replicará esta idea de otros, precocida, como un eslogan, un cartel, un signo de la ruta.

Como los energúmenos de las redes sociales ya se encargaron con creces de poner en su lugar al solcito, al amanecer y a la comunicación toda, el hecho no pasó de ser una burla entre ambas partes: un presidente que menosprecia la inteligencia de su pueblo y un país que tiene poco que esperar de la Ilustración, poco al menos en este siglo equivocado.