COLUMNISTAS
KIRCHNERISMO VS. MACRISMO

La lucha por la agenda

La campaña electoral será tan pobre en recursos como intensa. Una guerra de relatos por el voto no alineado.

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A toda máquina MM. | Pablo Temes

No caben dudas de que la campaña electoral de 2019 se desplegará con intensidad en los medios de comunicación. Con dificultades para obtener fondos fuertes desde las grandes empresas privadas, en especial las de la obra pública, todos los programas de aire y cable caerán en el campo magnético de la confrontación, donde se palpitará la disputa política.

Promesa cero. En esta campaña habrá que olvidarse de las promesas electorales. El estado de la economía y el déficit cero no dejarán espacio para las tradicionales ofertas de grandes realizaciones de parte del oficialismo, pero tampoco desde la oposición –no serían creíbles–, por lo cual la lucha será eminentemente simbólica. Dos campanas sonarán plantando un mensaje destinado a la tercera parte de la sociedad no alineada filosóficamente con el macrismo o el kirchnerismo. Estos argumentos pivotearán sobre cómo interpretar el pasado reciente, con el contraste puesto entre los gobiernos K entre 2003 y 2015, y el gobierno M entre 2015 y el año que transcurre.

Desde la retrospectiva macrista, “la década ganada K será planteada como un proyecto de engaño y corrupción, una fantasía redistributiva que vació al país de recursos, mientras volaban bolsos con dólares en los conventos. Las causas judiciales de los ex funcionarios K y los procesamientos a la ex presidenta volverán a la primera plana. Los sacrificios actuales serán culpa de aquellos años de atajos mientras el país se aislaba del mundo siguiendo a Venezuela. La síntesis es que, si bien hoy estamos en el rumbo correcto, la “amenaza populista” está a la vuelta de la esquina encarnada en Cristina Kirchner o incluso en quien ella apoye si declinara su candidatura.

El discurso desde la vereda de enfrente del oficialismo tratará de explicar que, con el arribo del macrismo al poder, el país entró en un declive absoluto, con la pérdida de calidad de vida y empobrecimiento de la población, especialmente a causa de la inflación y el debilitamiento del poder de compra de los ingresos. El Gobierno será sindicado como un grupo de amigos que habría tomado el poder para beneficio propio, mientras se fueron conculcando derechos conquistados en los años kirchneristas, en un marco de represión creciente.

Fortalezas y debilidades. Será una discusión dura e ideológica. El centro neurálgico de las posturas estará centrado en la economía, pero el Gobierno intentará llevar el debate a la seguridad y, por supuesto, a la corrupción, con acciones potentes, por ejemplo el polémico DNU sobre extinción de dominio sobre bienes presuntamente fruto de prácticas corruptas. También, dependiendo de cómo evolucione, la cuestión de Venezuela será puesta sobre la mesa por unos y otros.

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Un problema para el argumentario kirchnerista es que no tiene datos verosímiles para exhibir de los logros propios de aquellas épocas por los conocidos problemas del Indec a partir de 2007. Por el contrario, el macrismo tiene en su haber números creíbles, pero están mayoritariamente en rojo, especialmente los que muestran la actividad industrial.

Ahora bien, queda por ver cómo y en qué medida ambos relatos llegarán al gran sector sin definición política que decidirá a los próximos inquilinos de la Casa Rosada. Si bien las encuestas muestran que hay un número importante de votantes de Macri que hoy están arrepentidos, no está tan claro que vayan a cambiar su voto en el momento clave. Se debe recordar que el caudal de Macri fue en crecimiento en el proceso electoral de 2015. En la PASO Macri sacaba el 24,4% (Cambiemos, con Carrió y Sanz, totalizó el 30,15%), en la primera subía al 34,1%; mientras que en la segunda vuelta llegaba al 51,3% victorioso. Otra vez, en ese 17,2% de diferencia entre las generales y el ballottage están puestas todas las energías del comando electoral que dirigen Marcos Peña y Jaime Duran Barba.

Las reglas del juego. Un reclamo que parte del kirchnerismo es la dificultad de “tener a los medios en contra”, haciendo referencia a los canales de televisión, algunos medios de prensa, periodistas y comunicadores que en líneas generales apoyan la gestión de Macri. Desde el punto de vista del oficialismo, se trata –pragmáticamente hablando– de la mejor estrategia para la comunicación gubernamental, detentar una red capilar de comunicadores que recuerden lo peor de los años K y apoyen –aun crítica y crípticamente– el proyecto actual. Es un modelo foucaultiano aplicado a la comunicación muy eficiente que se basa más en los agentes dispersos que en las empresas de medios. Son las antípodas del modelo comunicacional de los años cristinistas, que había quedado afincado en 6,7,8, en algunos medios monolíticamente afines y, por supuesto, la cadena nacional. Es verdad que algunos medios sí suelen dar acceso a personas con puntos de vista cercanos al mensaje político del kirchnerismo, pero es vivido como una isla K en un océano M.

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Sin embargo, son las reglas del juego político actual. Los medios quizás no definan un resultado electoral, pero sí son actores que producen "efectos" en el campo político, como solía decir el sociólogo Pierre Bourdieu. Algunos casos fueron emblemáticos en 2015, por ejemplo, los apoyos de grandes estrellas de la televisión argentina que fueron un acompañamiento muy relevante para terminar de convencer a algunos votantes en el sprint del final de campaña, especialmente en los segmentos de la tercera edad con gran consumo de horas televisivas.

Curiosamente, en estos tres años muchos periodistas y comunicadores han comentado que en su momento votaron por Macri, cosa no habitual en los medios argentinos, y, más allá de los diversos niveles de decepción con la marcha de las cosas, comparten los marcos filosóficos de Cambiemos. Una respuesta posible que se plantea para este problema de difusión es que todos los sectores políticos tendrán su oportunidad de presentar su oferta electoral mediante los espacios que se sortearán en radio y televisión. Pero, para ser realista, esa catarata de cortos pegoteados es ruido blanco, no convencen a nadie, pocos le prestan atención y menos cuando se mezclan las ofertas de candidatos de diversos distritos, como pasó en 2017.

Para qué engañarnos, una presencia política en un magazine de la tarde o en el living de una diva televisiva tiene más efecto que veinte cortos. Algunos memoriosos recuerdan las grandes movilizaciones de apoyo a los candidatos al inicio de la democracia. Millones de personas participaban de actos pacíficos donde los candidatos daban grandes discursos y los partidos presentaban libritos con la plataforma electoral, prácticas desaparecidas hoy. Quizás un poco de “vieja política” pueda colaborar en una revitalización del sistema democrático.  

*Sociólogo (@cfdeangelis).