COLUMNISTAS

La otra teoría del todo

Por Jorge Fontevecchia | La trastienda del reportaje al profesor Zygmunt Bauman. Elecciones, encuestadores y medios a la luz de la sociología.

Zygmunt Bauman, uno de los mayores abridores de ojos del mundo.
| Nigel Roddis

Hoy todos los argentinos votaremos. Quizá la mejor lectura para este día no sea un texto de política coyuntural, sino otro que pudiera darnos una perspectiva más amplia. En el ámbito de las ciencias sociales se dice –no sin ironía– que al final quedará una sola ciencia, la sociología, porque todo es social: la economía, la política y la comunicación, comenzando por las redes sociales.

Nadie mejor para una ocasión así que el profesor Zygmunt Bauman, el sociólogo más leído de la actualidad, con sus 53 libros publicados en centenas de ediciones en decenas de lenguas diferentes. Pero cumple 90 años, es muy esquivo con la prensa y no acepta reportajes largos como los de este diario, con un mínimo de dos horas. Ya en 2012 se concertó con Bauman un reportaje que se frustró después de enviarle un cuestionario de cincuenta preguntas por mail cuya extensión lo asustó. Explicó que por su edad ya no podía hablar durante tanto tiempo y se excusó con culpa.

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La buena sociología le enseña a la gente cómo “engañar a las encuestas y hacerse menos previsible”

Pero esta vez aceptó en parte por aquella culpa, también por la insistencia de volverle a pedir la entrevista todos los años y porque está analizando dos invitaciones de las universidades de Buenos Aires y Córdoba el año próximo, con un doctorado honoris causa.

De cualquier forma, por prudencia, esta vez no se le envió el cuestionario que terminó enriquecido con distintos aportes y sumaba ochenta preguntas.

No respondió todas, solo la mitad pero igual lo suficiente para un libro.  No quedó tiempo para preguntar lo relacionado con el marxismo, con Laclau, con Foucault, con el post panóptico, la seguridad y la vigilancia, con la inmigración, con el Holocausto, del que huyó cuando los nazis invadieron su Polonia natal, o con la Unión Soviética, donde vivió varios años. Pero con lo que sí alcanzó el tiempo para que respondiera quedó lo esencial de cada área temática: lo líquido, la psicología, el amor, los hijos, las relaciones sociales, el feminismo, la cultura, los intelectuales, Gramsci, los nuevos medios, la espectacularización de la política, el populismo, los papas (Francisco y Juan Pablo II), la religión, el ateísmo, la muerte, la vejez, la juventud y el mundo de cuando esta generación hedonista envejezca.

Bauman ya había advertido que precisaría tomar un descanso de diez minutos en la mitad de la entrevista porque no acostumbraba hablar más de un hora seguida. Así lo hizo y volvió a contestar las últimas preguntas.

Su casa está en las afueras de Leeds, la tercera mayor ciudad de Inglaterra, a dos horas y media de tren desde Londres hacia el Norte, y para llegar a ella se pasa delante del campus de la Universidad de Leeds, de la que fue profesor desde 1971 y, desde 1990, profesor emérito. Es una clásica casa del interior de Gran Bretaña, austera, que responde al imaginario de vida de un intelectual a pesar de que Bauman no sólo es el sociólogo que más libros vende sino uno de los pocos intelectuales que han escrito best-sellers.

En la medida en que se fatigaba hablando, traía libros suyos diciendo que allí estaba la respuesta más completa a la pregunta. Me dio Babel en italiano, A cultura no mundo líquido moderno y Para qué serve a sociología en portugués (era en las lenguas que los iba encontrando más a mano entre pilas de más de un metro de libros).  

Meticuloso, tenía preparado el lugar con dos sillones, una mesa baja y platitos con blinis de caviar (reminiscencias de cuando vivió en Rusia, quizás), almendras, jugo de frutas y unos dulces que su esposa había preparado. Cada tanto, Bauman exigía que comiera para que, así, no pudiera seguir preguntándole. Periódicamente su mujer se acercaba a controlar que todo fluyera y fue quien a la hora exacta vino a pedir el entreacto para que Bauman pudiera ir a recostarse diez minutos.

También tenía pedido el taxi que me llevaría de vuelta a la estación de tren de Leeds a las 14 en punto para garantizarse que la entrevista, que había comenzado a las 12, no pasaría de las dos horas pactadas (incluyendo el intermedio de 10 minutos). Al llegar a la estación el chofer me informó que el viaje ya lo había pagado Bauman.

Los dos sillones de la entrevista estaban pegados porque Bauman no escucha bien y muchas veces le resultaba más cómodo leer las preguntas del cuestionario que escucharlas. El experto fotógrafo inglés Nigel Roddis, a quien conocí directamente en la casa de Bauman, me dijo al terminar: “Qué placer este hombre, es la nota donde más disfruté escuchar lo que se decía”.

En su último libro editado en la Argentina, Para qué sirve realmente un sociólogo (en otros países el título fue Para qué sirve la sociología) Bauman dice: “La rama más tradicional y humanística, incluso antiempresarial, de la sociología tiene como objeto hacer la conducta humana menos perceptible, activando fuentes de decisión internas, y motivadoras, que proporcionen a los seres humanos un conocimiento más que suficiente de su situación para ampliar de este modo la esfera de su libertad de elección”.

Hoy todo es social: la economía, la política y los medios, comenzando por las redes sociales

Hoy es un día donde las encuestas anticipando los resultados de lo que votaremos se ponen a prueba. Bauman cree que la buena sociología (“es mucho más que la acumulación de datos”) ayuda a la gente a “hacer equivocarse a los encuestadores”, porque construye ciudadanos menos previsibles y manipulables por tener mayor conciencia de la matrix que integran y así, progresivamente, puedan dejar de ser “víctimas de sus circunstancias y convertirse en creadores de la propia historia”. Bauman entiende la sociología como un diálogo constante con la experiencia humana.

Las definiciones de Baumana sobre la sociología y los sociólogos son aplicables a “¿Para qué sirven el periodismo y los periodistas?”, otra de las profesiones sociales que atraviesa a todas las demás porque “todo comunica”.