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coherencia y el uso de los fondos

La trampa 22

El oficialismo nos dijo que acumular reservas era una señal de independencia. Luego pretendió todo lo contrario. La regla 22 del ejército de los EE.UU. dice que se puede alegar locura para no ir a una misión.

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A principios de la década del 70, Mike Nichols llevó al cine una sátira antibélica, que narra la historia de un piloto de guerra que se negaba a una misión de combate muy peligrosa, alegando locura.
El título de la película aludía a una paradoja surgida en las regulaciones del ejército estadounidense, la regla 22, que argumentaba que “ningún piloto cuerdo tendría intenciones de participar de peligrosas acciones de combate en el aire” y que se podía peticionar no participar en dichas acciones alegando locura, siempre que el médico de la tripulación lo confirmara. Pero si alguien pedía no participar alegando locura, era porque estaba lo suficientemente cuerdo como para no querer morir en esas misiones. Y si estaba cuerdo no podía alegar locura.
Con la discusión en torno al uso de las reservas y la independencia del Banco Central, los Kirchner y sus cortesanos, y hasta parte de la oposición, han terminado cayendo en su propia “trampa 22”.

Durante años, el oficialismo y sus socios transitorios nos vendieron que acumular reservas en el Banco Central, era una señal de independencia política y económica de la Argentina. Que un país dolarizado en sus ahorros, y sobre todo, “en sus cabezas”, si no quería depender de malos prestamistas de última instancia, como el FMI, o volver a endeudarse en el mercado externo y mantener, a su vez, tranquilidad cambiaria y estabilidad de precios para el crecimiento económico, necesitaba muchas reservas. Después se nos informó que habíamos salido del default definitivamente, y que los que no habían aceptado el canje de deuda unilateral “nunca más” podrían cobrarle algo a la Argentina (tanto que en la contabilidad pública esa deuda pendiente, unos 20 mil millones de dólares, en ese momento, pasó a valer cero).
Más tarde, se nos dijo que, para ratificar esta independencia soberana, había que usar parte de las reservas acumuladas para cancelarle por anticipado un crédito al FMI. “Que no había que hacer la cuenta económica de si convenía o no cancelar un crédito a tasas muy bajas y a plazos, cuando se podía usar ese dinero para cancelar otras deudas más costosas” y que era más importante una “declaración política de independencia”, aprobada, casi por aclamación, en el Congreso, que cualquier cuenta económica. Se nos dijo, asimismo, que teníamos tan sólidos superávits fiscales que la Argentina podía seguir sin problemas con su camino de “desendeudamiento”.
Pero hace un tiempito nomás, nos confirmaron que era imprescindible para el crecimiento argentino, salir del default, del que ya habíamos salido definitivamente hacía unos años –reabriendo el canje de deuda que nunca se iba a reabrir– para poder acceder luego al mercado voluntario de crédito, del que nos habíamos retirado porque era malo para nosotros acceder a ese mercado.

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Casi inmediatamente, nos anunciaron que sería bueno, para esa operación de canje, dejar en garantía una parte de las reservas acumuladas, por si alguien dudaba de la voluntad de pago de la Argentina. Minutos después, argumentaron que ese dinero no era una garantía, sino que se iba a usar para pagar efectivamente, de manera de poder redireccionar los fondos previstos para dicho pago en el presupuesto, para “sostener la demanda”, dado que ya no había superávit fiscal suficiente. Que era una buena decisión económica porque se cancelaba deuda a intereses altos, con reservas que rendían muy poco (el argumento opuesto al utilizado en el pago al FMI) y que no hacía falta recurrir a una ley del Congreso.
Y, para cerrar el círculo, dejando de lado todo el avasallamiento a las instituciones republicanas y las delirantes declaraciones de funcionarios y legisladores varios, se nos dice que el presidente del Banco Central es el peor funcionario que hayamos tenido nunca, aunque está en funciones desde hace más de cinco años, nombrado por los K. Que acumular reservas para la estabilidad cambiaria y de precios es “la paz de los cementerios” y que hay que usarlas para otra cosa. Y que esa “otra cosa” debería discutirla, oportunamente, el Congreso.
Lo único malo, en todo este “relato”, es que la película mencionada era eso, una ficción. Mientras que nosotros asistimos, en la realidad, a otro fin de ciclo del populismo, que pagarán caro los sectores de menores recursos y que requerirá una reconstrucción importante, de la mano de una nueva dirigencia calificada y responsable.