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GRAN NEGOCIO

Las aguas corren turbias

Realmente es una estupidez comprar agua en botellas, cuando por lo general sale en abundancia de la canilla. Es un carísimo engaño más en nombre de “la salud”. Y si lo que sale del grifo despierta sospechas, se puede hervir, o agregarle unas gotitas de lavandina. Esa gente que anda por los parques corriendo con una botella de agua en la mano tiene algo de ridículo. Pero es un excelente negocio.

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Realmente es una estupidez comprar agua en botellas, cuando por lo general sale en abundancia de la canilla. Es un carísimo engaño más en nombre de “la salud”. Y si lo que sale del grifo despierta sospechas, se puede hervir, o agregarle unas gotitas de lavandina. Esa gente que anda por los parques corriendo con una botella de agua en la mano tiene algo de ridículo. Pero es un excelente negocio. Seguramente Dick Cheney está considerando qué país invadir para agregar recursos hídricos a sus reservas de petróleo.

El más reciente libro (en un creciente catálogo de denuncias) publicado en EE.UU. y Europa, Botellamanía: cómo se puso en venta el agua y por qué la compramos (Bloomsbury, 2008), de Elizabeth Royte, que ya tiene un libro sobre el negocio mundial de la basura, acusa a las principales embotelladoras de gaseosas de alentar un gasto consumista que obedece a moda y que tiene poco que ver con salud. Además, el mundo gasta 17 millones de barriles de petróleo por año en la manufactura, transporte, y posterior reciclaje o traslado a la basura de los miles de millones de botellas de plástico. Vaya uno a saber quién se toma el trabajo de producir cifras como éstas.

La advertencia de los promotores del agua en botellas es que el consumo de lo que sale mucho más barato de la canilla puede contener arsénico, restos farmacéuticos diversos, remanentes de fertilizantes y variados efluentes urbanos. Es casi inevitable que la reacción a la propaganda de ambos bandos sea cancelar ya mismo el consumo de cualquier agua, por ser un despilfarro de dinero o un peligro sanitario, o las dos cosas.

Para los que insisten en el mayor beneficio de lo embotellado, se recomienda consultar otro libro reciente de Michael Mascha, Bellas aguas. Guía mundial de las mejores aguas del mundo (Quirk Books, 2007). Ahí se utiliza un lenguaje de catadores que supera al de los enólogos. El agua preferida de Mascha es el Bling, que viene en una botella con incrustaciones de cristales de Swarovski. Esto se ofrece como “agua couture” al enfermante precio de 30 euros los 750 ml. Lo mejor es hacer gárgaras y no tragar, para no desperdiciar.


*Ombudsman del diario PERFIL.