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econOMISTA DE LA SEMANA

Las cosas que se dicen (y después no ocurren)

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Mucha gente cree que el Gobierno tiene gran control sobre lo que ocurre en la economía. De modo tal que si las cosas resultan diferentes de lo que éste anuncia o predice no es porque se equivoca sino porque miente. El error y la mentira tienen, ambos, costos políticos, pero quien se siente engañado guarda resentimiento.
Podría decirse en general que es mejor el error que la mentira, pero en el caso de Cambiemos la acumulación de errores tiene un costo exacerbado porque el Gobierno se presenta (y se percibe a sí mismo) como el mejor equipo disponible de tecnócratas eficientes.

La disonancia entre lo anunciado y lo ocurrido en la economía ha sido demasiado frecuente. En la mayoría de los casos porque lo que estaba errado era el diagnóstico. El primer gran error fue ignorar que la (imprescindible) unificación y liberación del mercado cambiario iba a acelerar la inflación, producir la caída del salario real e imponer una tendencia recesiva. El error fue inducido por dos creencias falsas. Una era que los precios vigentes en octubre de 2015 habían sido calculados o determinados imputando al dólar el precio que éste tenía entonces en el mercado paralelo.

Así, la devaluación que llevaría el precio del dólar del oficial al paralelo no tendría impacto significativo sobre la inflación. La otra creencia falsa era que la tasa de inflación estaba determinada exclusivamente por la tasa de crecimiento de la base monetaria con un retardo de seis meses. De manera que, llegado Cambiemos al Banco Central y establecido el control del crecimiento de la base monetaria, veríamos a la inflación desacelerarse (“drásticamente” dijo el Presidente) en seis meses. El anuncio de 20%-25% de inflación y las bondades del segundo semestre tuvieron origen en esos errores de diagnóstico.

Mientras que el Gobierno se autocorrige enfáticamente en casos como el del Correo y el cálculo del reajuste de las jubilaciones, no ejerce autocrítica semejante en el ámbito de la política económica. Al contrario, asume la actitud algo infantil de modificar el sentido de sus dichos previos para intentar mostrar que lo que está ocurriendo es lo que se había anunciado que ocurriría. Esto embarra más la cancha, porque no convence ni a los que creen en la mentira ni a los que creen en el error. Ahora  preveo un proceso semejante en el caso de la tasa de crecimiento de la economía en 2017 (aunque estamos a tiempo de evitarlo).

El Presidente ha venido anunciando que la economía crecerá en 2017 entre 3% y 3,5%. Los economistas entendemos sin ambigüedades que esto significa que el PIB de 2017 resulte 3% o 3,5% superior al PIB de 2016.

El PIB de un año es el promedio del PIB de sus cuatro trimestres. Sabemos por el Indec que el PIB ha venido contrayéndose desde el cuarto trimestre de 2015, acumulando en los primeros tres trimestres de 2016 una caída de 2,9% (respecto de fin de 2015). No se conoce aún el PIB del cuarto trimestre de 2016, pero disponemos de la información provista por el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que lo anticipa aproximadamente.

El EMAE desestacionalizado promedio del cuarto trimestre aumentó 0,9% con respecto a su homólogo del trimestre anterior. Si la aproximación del EMAE es buena, el
PIB del cuarto trimestre alcanzaría un nivel 2% inferior al del cuarto trimestre de 2015 y prácticamente igual al PIB promedio del año 2016. La punta es igual al promedio y el “arrastre estadístico” es nulo. Esto implica que el aumento del PIB en 2017 (con relación al promedio de 2016) depende exclusivamente de la magnitud de su tasa de crecimiento a lo largo de 2017.

Hasta aquí es sólo aritmética, pero trae una noticia desagradable. Para que el PIB de 2017 aumente 3% debería crecer aproximadamente 6% entre puntas del año, a razón de 1,5% trimestral, aproximadamente. Sería un proceso vigoroso y perceptible.

No hay indicios de que estemos sobre esa tendencia. Será por eso que un alto funcionario comentó que para cumplir la meta que se dio el Gobierno bastaría con que se repitiera durante los cuatro trimestres de 2017 la tasa de 0,9% que mostró el EMAE en el cuarto de 2016. Falso. Si ése fuera el comportamiento del PIB, la tasa de crecimiento
de 2017 sería 1,8%, aproximadamente, y su nivel en el crucial tercer trimestre sería prácticamente igual al de fin de 2015, cuando ya había comenzado la recesión. ¡Otra vez no,
muchachos!