COLUMNISTAS
SINTOMA DE UNA SOCIEDAD

Las décadas drogadas

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Ley de mercado. El aumento del narcotráfico es proporcional al del consumo. Pero de eso no se habla, de las causas del aumento, del porqué y desde cuándo. Dos millones y medio de personas viven en villas de emergencia o asentamientos. Esos son “indigentes”; más de 10 millones están en condiciones de pobreza. En treinta años de democracia –veintidós de peronismo, seis de radicalismo y dos de Alianza entre peronistas y radicales– ¿qué ilusión, qué proyecto de vida hubo para ellos, para los que tenían 5 o 10 años entonces y ahora tienen 35 o 40? ¿Qué hay ahora para los que nacen y se crían ahí y en conurbanos de todo el país?
¿Qué otro proyecto además de el de comprar o vender ? Y, entre una cosa y otra, salir de “busca”, a cartonear, a pedir, “de caño”, a conseguir para consumir?
Los narcos ofrecen trabajo bien pago para mejorar la atención y la satisfacción de sus clientes. De “soldado”, de delivery, de chofer, de “mula”, de “cocinero”, de testaferro. Contratan abogados, contadores, jueces, policías. Se exhiben, son “modelos” de lujo, de alto riesgo, de aventura, son protagonistas en las series de la tele. Compran autos caros, casas en countries, financian campañas electorales, encubren y protegen a sus empleados. La “obra social” narco atiende a heridos, familiares enfermos, dona ropa, alimentos, consigue refugio, saca presos.
El Estado, representado por los gobiernos de turno, no estimula utopías colectivas, no invierte en sueños sociales, no fabrica tareas comunitarias, no produce sentido, no tiene planes ni políticas a mediano plazo, niega los datos, los hechos, su responsabilidad, y decide intervenir y competir en el mercado de la oferta y la demanda de futuro del modo más primario y sencillo: a cambio de atender y conseguir clientes, los compra.
Compra personas. Imprime billetes cada vez más falsos, les saca legítimos a los jubilados, mete la mano en todos los bolsillos ajenos, y reparte. Subsidios como “ayudas” a empresarios amigos, limosnas como “asignaciones universales”, planes “trabajar” que dejan de cobrarse si los beneficiarios trabajan. Pero aun así, no logra ni siquiera mantener engañados a los propios. Sus líderes son sospechados de lo mismo que se acusa a los jefes narcos, de ostentación, de lujo, de alto choreo –desde Menem a Boudou, Ricardo Jaime, Aníbal, Lázaro, sin contar a los dirigentes sindicales cómplices–.
Es que abajo se percibe y valora la diferencia. Los narcos, de última, arriesgan la vida propia, y estos tipos viven de la nuestra.
“La droga”, así titulada, no es más que un síntoma, una metáfora que nos descubre y nos muestra como sociedad. Viene Menem, nos hace tragar su pastillita liquidadora de bienes y todos entramos en el “éxtasis” del “uno a uno”. El país se convierte en una gran disco en la que, al compás de la música electrónica, bailan los Alsogaray, los Kirchner, los Manzano, los Magnetto, los De la Rúa e hijos. Pum para arriba. Pasado el efecto, la sobredosis deja su secuela de muertos, prometemos no consumir más mierdas, juramos iniciar un ciclo continuado de tratamiento, y cuando estamos listos para internarnos de verdad en un proyecto lento pero seguro de recuperación, los Kirchner amasan con consignas la pasta base del peronismo y “cocinan” su festejado “modelo” de consumo.
En pocos años, despejados los muertos de las calles, olvidados los saqueos, estábamos de fiesta otra vez. “Hay para todos y todas” fútbol, planes, milanesas. Los narcos la cobran, yo te la regalo. Consumí, consumí. Y nos consumimos otra vez.
Ahora, pronto, alguien tendrá que decir que no hay más, que se acabó, que el imperio no entrega, que Magnetto no reparte, que Moyano no distribuye, que Massa arregló con la embajada y con los “capos” que oculta en Tigre para que no vendan, que la derecha no quiere compartir de la suya, que los radicales se hacen los boludos, que Lilita consume sola. Y miles, millones, seguirán muertos en vida.
Las sobredosis de peronismo siempre acaban mal.

*Periodista, coordinador de los medios públicos de la Ciudad.