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Las formas de la realidad

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En Koba el Temible, una miscelánea de fragmentos de una biografía intelectual con testimonios escritos acerca del terror stalinista, Martin Amis manifiesta su asombro al enterarse de que Lenin manifestó cierta vez que en el curso de un solo verano había leído cinco veces ¿Qué hacer?, del escritor Nicolai Chernichevski. Luego de lapidar al libro como “insuperable bodrio”, Amis transcribe un párrafo del reconocimiento leninista o leniniano: “Es un libro que lo cambia a uno para toda la vida”. No he tenido oportunidad de asomarme a semejante plomo o maravilla, y tampoco sé si se trataba de una novela cortísima al estilo argentino o de una vasta exploración del cosmos y sus aledaños en tres tomos, como solían fabricar los vates rusos, pero me consta que el entusiasmo de Lenin debe de haber sido sincero, si el plagio configura una de las formas de la devoción y el reconocimiento, ya que su obra llevaría por título precisamente el de la novela de Chernichevski, luego decretado por el esteta Stalin como modelo de escritor realista socialista.

En todo caso, lo que importa es que el asombro de uno es la pasión del otro, y eso se repite infinitamente para mejoría o empeoramiento de nuestro mundo. Recuerdo haber leído hace años El presidente que no fue, de Miguel Bonasso, una biografía del extinto presidente Héctor J. Cámpora, sin comprender el entusiasmo del autor por la figura de un sujeto limitadísimo, famoso por su devoción perruna a Perón y Evita, y por haber entregado su cargo tras un par de vueltas a los 42 días de gobierno y luego de que unos micros sindicales dieran algunas vueltas gritonas a la Plaza de Mayo… Y sin embargo su nombre hoy lo llevan los jóvenes que serán el brazo duro de la oposición (para unos las promesas del futuro, para otros la catástrofe que revisita el pasado) cuando los K deban abandonar el gobierno. Las formas de la realidad son efecto de las operaciones de la literatura.

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