COLUMNISTAS

Lavagna por Fontevecchia

Dos diálogos entre el director de PERFIL y Roberto Lavagna tras su foto con Kirchner en Olivos y el detrás de la escena de los dos largos reportajes publicados por este diario al entonces candidato. Reflexiones sobre la ingratitud, la coherencia, la traición , la tristeza, el poder y la política. Por qué Lavagna no habla para PERFIL pero sí para la revista “Fortuna” de esta misma editorial. Además, el artículo de perfil.com que enojó a Lavagna.

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Reportaje uno. Mayo de 2006, cuando Lavagna usó a PERFIL para lanzar su candidatura.

Domingo y lunes son días de franco para las secciones más calientes del diario PERFIL. Los martes, ya con los editores de todas las secciones, hacemos la primera reunión de la semana, siempre de 16 a 18. Lavagna devuelve mi llamado mientras estaba en esa reunión pero mi secretaria le explica que quería entrevistarlo para el reportaje largo de este domingo. Lavagna pidió hablar directamente conmigo al día siguiente. Lo llamo el miércoles por la mañana y se produce el siguiente diálogo:

—Ya le adelantó mi secretaria que me gustaría entrevistarlo el jueves por la tarde o el viernes por la mañana.
—La oposición me está estigmatizando, me critican despiadamente sin comprender...
—Buena oportunidad para un reportaje extenso donde se explique y ayude a comprender.
—No quieren comprender, alcanza con escuchar las barbaridades que dice Carrió, por eso no quiero hacer reportajes ahora.
—¿Qué tiene que ver Carrió con el reportaje de PERFIL?
—Y... ustedes tienen su corazoncito con Carrió.
—¿De dónde saca eso?
—En perfil.com publicaron  ayer que detrás de mi acuerdo con Kirchner está la bolsa de Miceli (N. de la R.: ver  abajo): en PERFIL tienen su corazoncito con Carrió.
—Lo que publica perfil.com no tienen nada que ver con Carrió, usted está juntando temas diferentes. El domingo escribí sobre paranoia y poder, usted es un buen ejemplo.
—Yo ya leí su artículo.
—¿Y no se siente incluido? Le voy a hacer una confesión personal: aunque no lo crea, en las últimas elecciones yo voté por usted para presidente y no por Carrió. A varios amigos y familiares que, confundidos,  me preguntaron por quién votaría les expliqué que aún no veía a la Coalición Cívica en condiciones de ocupar el Poder Ejecutivo nacional aunque sí de legislar por lo que cortaría boleta para legisladores  de ese partido pero para presidente votaría por Lavagna. Esto no quita que si me concede el reportaje preguntaré con más dureza de la que podrían preguntar quienes votaron por Carrió, comenzando porque, en lo personal, soy uno de los más de tres millones de argentinos que votaron por usted y se sienten decepcionados con su acercamiento a Kirchner.
—Bueno, retiro lo de Carrió entonces. Hagamos una cosa,  quiero que lea un texto que escribí el 4 de enero y nunca difundí donde se aclara mi posición. Es un poco largo pero dado que los reportajes en PERFIL son largos, se podría publicar. Yo se lo mando ahora por mail, léalo y después me llama y continuamos la conversación.
Así quedamos, envió el texto que se reproduce en esta misma página y volvimos a hablar a media tarde de ese mismo día.

—Al terminar de leer su texto me pregunté: ¿qué haría por ejemplo el diario al que usted le dio la primicia...?
—Yo no le di la primicia a nadie, eso no lo decidí yo sino Kirchner.
—Pero por lo menos usted fue partícipe necesario y le concedió a “Clarín”, en la mismísima quinta de Olivos, un reportaje.

—Yo no tengo el poder para operar periodísticamente a ese nivel, fue el presidente, el ex presidente.
—Bien, continúo con mi pregunta inconclusa: ¿qué haría el diario al que le concedió la primicia con el texto que a usted le interesa difundir? Le diría: “Muy bien Lavagna, negociemos: publicamos su texto si usted nos concede un reportaje exclusivo”. Como casualmente deseo, cuando tenga la oportunidad de entrevistarlo, criticarle que todo sea negociable, antes de avanzar con el eventual reportaje le aclaro  primero que publicaremos su texto el próximo domingo, nos conceda o no el reportaje.
—Bueno, pero no quiero hacer un reportaje ahora; más adelante estoy a su disposición, pero esta semana no.
—Más adelante no tendrá el mismo valor que este domingo, cuando usted fue el protagonista de la semana. En su momento, veremos. Pero quiero que le quede claro mi profunda tristeza al ver que usted es ingrato con los lectores de PERFIL: cuando le convino, usó a este medio para enviarle su mensaje a la sociedad, y ahora priorizó justamente al diario del cual usted más se quejaba cuando estaba en campaña. ¿Recuerda lo que me dijo su señora al despedirnos en su casa de Cariló tras el reportaje de PERFIL de febrero del año pasado? (N. de la R.: ver epígrafe de la foto de esta página).
—Lo que le puedo responder es que a veces la tristeza es un sentimiento útil y necesario.

Infarto del alma.  Sobre la tristeza como un sentimiento útil se podría decir que quien no tiene oídos para escuchar la propia tristeza, no sentiría ninguna piedad por la tristeza del otro. ¿Estará triste Lavagna por la decisión que tomó tras ver que cosechó la reprobación casi unánime? Sobre la tristeza útil escribió San Agustín: “Es todavía un bien el que duela el bien perdido, porque si no hubiese quedado algún bien en la naturaleza, de ningún bien perdido habría dolor en la pena.” 
En política, la tristeza sería útil para desarrollar la prudencia: “El corazón de los sabios está donde hay tristeza, y el corazón de los necios, donde hay alegría”. Y un peronista pragmático podría sostener que también la vitalidad está ligada a la capacidad de aceptar tanto la pérdida como la conquista, así como tanto la presencia como la ausencia.
Pero la eventual utilidad de la tristeza, tanto a nivel individual como social, desaparece cuando al hacerse crónica se transforma en depresión. Por ejemplo, un país donde todos sus ciudadanos opinan que en lo alto de la política no hay ideología sino sólo conveniencias como pareciera confirmarle a muchos argentinos este acercamiento Kirchner-Lavagna. Pensamientos de ese tipo generan secuelas intelectuales, descreimiento, apatía, desasosiego, desilusión, escepticismo  y hasta incluso cinismo.
Según muestran las encuestas, uno de cada dos votantes de Lavagna consideró su foto con Kirchner en Olivos como una traición. Palabra fuerte si las hay.
La traición siempre es un “pasaje”, una entrega al otro y una confesión de debilidad. Etimológicamente proviene del latín:  tradere, entregar; y trado donde ‘trans’ implicar pasaje y ‘do’, dar. Traidor es quien se pasa al enemigo.
“La capacidad de traicionar a los demás es afín a la capacidad de guiarlos”, escribió James Hillman quizá pensando también en los políticos.
“Recuerdo bien los rostros de esos hombres: ¿no estaban todos conmigo?, ¿no gritaban ‘viva’ en otro tiempo? Eso hacía Judas con Cristo, pero éste, de doce consiguió la fidelidad de todos salvo de uno; yo, entre doce mil, la de nadie” (Ricardo II, de William Shakespeare). Quizá también Raúl Ricardo Alfonsín reflexionó sobre lo mismo.
Lavagna pudo haber recordado que Oscar Wilde escribió que “los corazones están hechos para ser rotos” y que para progresar incesantemente, pasando de una meta a la otra, es imprescindible vivir la experiencia de la fractura.
“Las acciones más indignas  –decía Jung– nos permiten sobrevivir, y precisamente gracias a esa lucha evoluciona la conciencia. La traición lleva al traidor y al traicionado a enfrentarse con la muerte: el traidor ha comprendido la necesidad de intervenir para modificar una situación a través de una laceración penosa pero sin la cual no se produciría la transformación ni la búsqueda de un destino individual”.
Molière le hizo decir a su Don Juan (¿Kirchner, en este caso?): “La constancia es buena para los plebeyos. Todas las bellas tienen derecho a ser enamoradas”. Y la Unión Cívica Radical viene siendo sometida a enamoramientos múltiples tanto sea de Lavagna como de los radicales K.

Reportajes. Lavagna no quiso concederme un reportaje a mí en PERFIL, pero sí se lo concedió a la revista Fortuna (ver aviso en página 51), que también publica Editorial Perfil. Su disgusto por la nota de perfil.com, como el rebatido argumento de nuestro presunto filocarrioísmo, son excusas para disfrazar lo que quizás el mismo Lavagna ni se atreva a reconocer a sí mismo: que está lo suficientemente triste y dubitativo como para soportar un cuestionario de cien preguntas como tienen los largos reportajes de los domingos de este diario.
Al revés, hace un año, cuando lo entrevisté por última vez, y muchísimo más aún hace dos, cuando lo entrevisté por primera vez, su autoestima estaba tan alta que fue él mismo quien hizo especial cuestión de posar para las fotos sólo al lado mío en una clara señal de desafío a Kirchner que pretendía enviar a través de PERFIL.
Esta vez Lavagna prefirió recluirse para lamer sus heridas en intimidad. Quizá lo consuele el argumento de Marguerite Yourcenar: “El único horror es no servir”. Y estaba claro que en política electoral su carrera en la UCR ya estaba concluida. O pensar que se puede traicionar sin traicionar siendo fiel a principios o intereses superiores. Al fin y al cabo, toda revolución se inscribe en la órbita de la traición que rompe un circuito obsoleto.
Ojalá fuera así y las intenciones de Kirchner sean realmente hacer del PJ un partido moderno, pluralista, con disenso interno como son los ejemplos de los grandes partidos europeos y de Estados Unidos. En ese caso el regreso de Lavagna al peronismo será muy útil y su imagen pública se recompondrá. Desgraciadamente, no me imagino ese escenario sino el de un Kirchner que se aprovechó de la debilidad y cierta ingenuidad (precio que Lavagna paga por su vanidad) de su ex ministro, para devorárselo de un bocado montando un obsceno show mediático coherente con su bacanal.

¿Lavagna es peronista? Mi relación personal con Lavagna fue inversamente proporcional a la relación de Lavagna con Kirchner. A los tres meses de relanzado el diario PERFIL nos tocó publicar la primicia de que sería despedido: “La suerte de Lavagna está echada” fue el título principal de tapa de la edición del domingo 27 de noviembre de 2005 mientras los demás diarios informaban que en el encuentro que se produciría al día siguiente entre el entonces presidente y su ministro se darían por superadas las diferencias.  El lunes 28 Lavagna tuvo que renunciar.
Quizás el haber sido los únicos que pudimos anticipar lo que sucedería despertó la curiosidad del ya ex ministro, o quizá por otros motivos, pero lo cierto es que al poco tiempo Lavagna vino a almorzar aquí a PERFIL. Conversamos durante dos horas sobre una pasión que compartimos: cómo el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) está cambiando al mundo y en profundidad sobre Brasil, Lavagna fue “el padre” argentino del Mercosur cuando nació bajo la gestión de Alfonsín; y Editorial Perfil edita revistas en ese país y yo viví dos años allí. Al día siguiente me envió un libro suyo sobre el tema. Claramente me quedó la impresión de que se trataba de un gran lector, un hombre culto con curiosidades diversas, una rara avis dentro de los políticos y economistas locales.
El Lavagna que yo conocí siempre me pareció más representativo de la idiosincrasia radical que de la peronista, y dentro del radicalismo, más afín al que representó el alfonsinismo en los 80 (fue Alfonsín quien se lo recomendó a Duhalde como ministro en 2002).
De hecho, desde el kirchnerismo se coloca como ejemplo del neoperonismo que estarían gestando, a los partidos  socialdemócratas europeos tronco del que el radicalismo podría aspirar a sentirse parte con mucho más autenticidad que el peronismo.
Perón decía que peronistas eran todos en la Argentina. Probablemente, la ideología socialdemócrata represente aún mejor a la mayoría de los argentinos. Tanto una parte del peronismo como todo el radicalismo y también la Coalición Cívica de Elisa Carrió, se sienten identificados con la socialdemocracia europea. Vale destacar que el radicalismo integra oficialmente la Socialdemocracia y no así el peronismo quien integró la Democracia Cristiana Internacional, la centroderecha europea que incluye al PP español.
¿Kirchner es socialdemócrata?  ¿Es demócrata o el gen autoritario que representa la peor herencia del primer Perón puede más que sus ideas modernizadoras? Mauricio Macri podría ser más peronista en muchos aspectos que Lavagna pero difícilmente podría ser socialdemócrata.
En su última columna, el periodista Orlando Barone justificó citar a José Pablo Feinmann para explicar qué es el peronismo porque “no sabe contarlo por sí mismo”. Con idéntico motivo, apelo a la misma cita de Feinmann: “Si hay política, hay economía. Si no hay política, la que se adueña de todo es la economía. Y como la economía la dominan los países centrales, las metrópolis, son ellos los que se adueñan del país cuando el país carece de proyecto político que los enfrente. ¿Qué requiere un proyecto político que haga de la economía uno de sus resortes, pero no su fundamento? Requiere un Estado fuerte. Un Estado que no se someta al arbitrio de las empresas. Si gobiernan las empresas, gobierna el “libre” mercado. No hay mercado libre. El mercado es de los oligopolios. El mercado no distribuye, concentra. Si el poder insiste tanto con la libertad de mercado es porque sabe que ésa es la libertad de las empresas. La palabra “libertad” (salvo en esa genial concepción sartreana, en su filosofía, que le arrebata ese primordial, fértil concepto de la derecha) es una palabra de la derecha económica.
Como a Sartre, admiro a  José Pablo Feinmann filósofo y lamento que mal utilice su enorme capital intelectual para escribir sobre lo que no es su especialidad aunque sí sea su afecto.
 Me pregunto: si ser peronista es creer que los países centrales, “las metrópolis”,  se adueñan de la Argentina y precisamos para defendernos un “proyecto político que los enfrente”, ¿cómo al mismo tiempo se siente inspirado en la socialdemocracia que casualmente gobierna la mayor parte de esas metrópolis?
Tampoco puedo imaginar que Lavagna crea  que el “mercado es de los oligopolios” cuando casualmente el mercado no funciona cuando se forman oligopolios y es la tarea principal del Estado perseguir a los oligopolios y monopolios para permitir que el mercado funcione. Fue Lavagna quien acuñó la frase “capitalismo de amigos” para criticar a este Gobierno.

Epílogo casero. Ayer el diario La Nación dijo: “Aunque Lavagna habría considerado que no es éste el diario más indicado, sino algún otro, para publicar  de forma anticipada y textual lo que ha sentado por escrito, se puede decir que el meollo de las ideas por él expuestas está en lo siguiente...”, y continúa tratando de anticipar el texto que Lavagna me envió el miércoles y reproducimos completo en las páginas anteriores.
Yo no le pedí a Lavagna que le diera a PERFIL algo que les negara a los demás, sólo que me respondiera las cien preguntas de mis reportajes del domingo. Podría haberle dado también su texto al diario La Nación, pero Lavagna sentía culpa con PERFIL. Así como la tristeza, a veces la culpa es un sentimiento adecuado.

LA NOTA DE PERFIL.COM QUE ENOJO A LAVAGNA
¿Por qué la bolsa de Miceli está detrás del acuerdo?
 Dario Gallo
La revelación pública del acuerdo entre el ex presidente y su primer ministro de Economía, no surgió durante los últimos días como cuenta la versión oficial del anuncio en Clarín. Nació mucho antes.
Semanas después de que el diario PERFIL revelara que la sucesora de Lavagna, Felisa Miceli, se “olvidó” una bolsa de dinero en el baño del ministerio, nació este pacto que pretende tener tapa de diarios por varios días. Para entender cuál es el motor de este acuerdo entre dos hombres que nunca se estimaron, hay que caer en la bolsa de Miceli.
Y ni siquiera es necesario que la Justicia compruebe que ese dinero fue fruto de prácticas corruptas. Lo que todos los argentinos saben sobre la bolsa de Miceli, también lo saben Kirchner y Lavagna. Por eso, jamás el ex ministro de Economía criticó a Felisa por su estupidez. Ni siquiera en plena campaña electoral cuando la inconsistencia del lavagnismo requería actitudes fuertes para crecer. Pegarle a Felisa por la bolsa, hubiese obligado a la ex discípula de Lavagna a ponerse dura con su maestro y antecesor.
Durante años, Miceli trabajó en la consultora de Lavagna, la misma a la que el ex ministro “renunció” para asumir con Kirchner. Y la misma consultora que muchos kirchneristas -que creyeron que Kirchner y Lavagna eran irreconciliables- salieron a denunciar en su momento porque decían que a través de ella el equipo económico de Lavagna canalizaba negocios.
Kirchner y su ex ministro jamás van a denunciarse por corruptos. Salvo una vez, en el medio de la pelea cuando el ex presidente terminó expulsando al economista, Lavagna habló de la “cartelización” de la obra pública. Un término rebuscado para señalar que parte del gobierno se hace su agosto en el área de Julio De Vido. Después, el silencio total.
Felisa también sabe mucho de ambos. Por eso, jamás la atacó Lavagna y Kirchner no le quitó nunca su apoyo. Hasta le dejó la custodia y las camionetas del ministerio cuando ella tuvo que huir por el escándalo. Incluso, no sería raro que haya sido el propio Kirchner quien le pidiera a Hebe de Bonafini un puestito para Felisa.
Más que reorganizar el PJ, la nueva sociedad entre Kirchner y Lavagna da a entender que están cuidando un campo más fértil que el ideológico. Y que detrás del “todos unidos triunfaremos”, aparece el nuevo estandarte del partido portado por su musa actual Felisa Miceli. Pero no es una bandera. Es una bolsa que flamea sedienta, insaciable.