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Literatura y política

Me convence César Aira, y además de convencerme me entusiasma, cuando dice que la literatura no tiene ninguna obligación con la sociedad, que “no tiene ningún papel”.

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Me convence César Aira, y además de convencerme me entusiasma, cuando dice que la literatura no tiene ninguna obligación con la sociedad, que “no tiene ningún papel”. Acaba de afirmarlo, y en rigor de verdad de reafirmarlo, en una entrevista con Semana, publicación de Colombia (desde hace años, sólo concede entrevistas a medios extranjeros). Aira asocia esa condición con un estado de libertad, pues el arte, especifica, “al no tener función, puede ser lo que quiera”. Me resulta por demás atinada la distinción que establece entre el lugar del “escritor artista”, que prescinde de opinar, y “la línea del intelectual”, más proclive a las intervenciones (prefiero hablar de intervenciones, antes que de opiniones, que me resulta algo más subjetivo y endeble).

En efecto, cuando Jean-Paul Sartre, para tomar una referencia paradigmática en el asunto, planteó su exigencia de compromiso, lo hizo en términos que podrían inscribirse más nítidamente en las prácticas de los intelectuales críticos antes que en las de lo estrictamente literario (por lo cual, a lo Platón, debió excluir a la poesía del núcleo de sus planteos). En cuanto a la falta de función para el arte, podemos ligarla, sí, con la posibilidad de ser libremente lo que quiera; pero también, como lo hizo Theodor W. Adorno (en las antípodas de la visión sartreana), con la función social del arte: que su función social radique justamente en su falta de función.

Sabemos que el lenguaje es de por sí un hecho social, y la literatura no está hecha de otra cosa que de lenguaje. Y sabemos que existe a su vez una política en las formas, una política en la sintaxis, una política en lo que los discursos hacen (y no ya en lo que los discursos dicen). Lo cual es cierto, según creo, pero también, en mi opinión, puede resultar un tanto general o bien demasiado abstracto. Me interesa cuando, en la literatura, la disposición de ciertas formas se toca con ciertos materiales sociales o políticos. Diría que, en esos casos, la libertad del arte no se sacrifica: se aprovecha como potencia singular. ¿Si puedo poner algunos ejemplos? Sí, claro: La guerra de los gimnasios, La villa, El tilo, Cumpleaños. Todas novelas de César Aira. Si es cierto, como él aduce, que hay premios literarios que no le conceden porque en sus libros faltan lo social y lo político, deberían leerlos con más detenimiento y revisar sus criterios de premiación.