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Lgrimas

Llegó el otoño

Ahí estamos, ya llegó, infalible, el otoño. Esa mala costumbre tienen las estaciones: siempre llegan cuando deben. Digo yo, ¿no podría el otoño darnos una sorpresa y llegar el 15 de julio por ejemplo, eh?

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Ahí estamos, ya llegó, infalible, el otoño. Esa mala costumbre tienen las estaciones: siempre llegan cuando deben. Digo yo, ¿no podría el otoño darnos una sorpresa y llegar el 15 de julio por ejemplo, eh? Pero no, cada una, puntual, ahí, en su fecha. Claro que si seguimos como estamos vamos a terminar por tener un eterno verano ardiente que se arrastrará hacia el futuro hasta que la Tierra se seque y quede como una pasa de uva dando vueltas en el espacio. Habría que pensar seriamente en esa posibilidad. ¿A quién le puede gustar vivir en la arruga seca de una pasa de uva seca? Pero por ahora, 21 de marzo, ¡zas!, otoño. Y a mí el otoño no me gusta. Preciosa estación, no digo que no: clima tibio, sol, lluvias. Preciosa. Pero lo malo es que después viene el invierno, y a mí el invierno no me sienta. Mis antepasados remotos no fueron probablemente los que se descolgaron de los árboles, no. Fueron helechos, siempre buscando el calorcito y la humedad. Y osos, decididos a meterse en la cueva e hibernar hasta que volviera el verano. A Etelvina no le importa: ella dice que cada estación tiene su parte buena. Debe ser cierto, o por lo menos, ecuánime (virtud de la que no puedo hacer gala). Cuando mis hijos eran chiquitos les leíamos los libritos de la editorial Abril que eran deliciosos y había uno que hablaba del Señor Año que tenía cuatro casitas, con una puertita y dos ventanitas cada una. Según fuera la estación, el Señor Año se iba a vivir (puntualmente) en la casita que correspondía. No sé cómo se las arreglaba para irse a vivir en nuestro verano del sur a la casita del invierno allá en el norte, pero supongo que tenía sus recursos: hace mucho que tiene el mismo oficio. Lo que tampoco sé es qué van a hacer los chacareros este otoño. Nunca viví en el campo y si alguna vez estuve en una estancia o en una chacra fue como invitada, de modo que no tengo la menor idea de qué es lo que se hace en el campo durante el otoño. No distingo un tractor de una trilladora y si veo un campo verde digo “es verde” y no “es trigo” o “es lino” (aunque sí sé que las flores de lino son azules). Hay una sola cosa que sé del campo: que el latigazo va a doler durante mucho tiempo y que lo que se haga se hará con lágrimas.