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Los das de Messi en Barcelona

Llegó la hora de crecer

Lo que sucede ahora es que Messi toma la pelota y corre llevando sobre sus espaldas demasiada gente. El presidente del Barcelona, que está jaqueado por las críticas, el propio Guardiola que aún tiene un modelo para armar, cuando no son Basile o Grondona, todos los que esperan de Messi alguna salvación.

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Victor Hugo morales |

Lo que sucede ahora es que Messi toma la pelota y corre llevando sobre sus espaldas demasiada gente. El presidente del Barcelona, que está jaqueado por las críticas, el propio Guardiola que aún tiene un modelo para armar, cuando no son Basile o Grondona, todos los que esperan de Messi alguna salvación.
Entonces, toma la pelota pegado a la raya como si fuera un puntero derecho y desde allí comienza una diagonal que ya no puede terminar en una simple promesa.
Hasta hace pocos meses, Lionel era el pibe libre y divertido que no debía asumir la responsabilidad de llevar a su equipo a la victoria. Eso estaba en otras manos. Ahora todo cambió y la bandera de la resurrección del Barça y de la Selección argentina está en sus manos.
Esos silbidos del martes, cuando los blaugranas jugaron contra Sporting de Lisboa por la Champions, un poco exagerados en las crónicas periodísticas del día siguiente, pero desaprobación al cabo de los que hasta ayer nomás le perdonaban todo, señalan con una cierta crueldad que ha llegado la hora del crecimiento definitivo para Messi. En un fútbol donde él es casi el único diferente en el mundo entero, tarde o temprano esto habría de ocurrirle. Todo le ha llegado a la velocidad de estos tiempos. La vorágine lo envuelve.
Por eso Lionel tendrá que echarle un vistazo a su juego. A la repetición de ciertas maniobras aprendidas de memoria por sus marcadores. Al hecho de buscar la pelota casi siempre en el mismo lugar para protagonizar esa carrera valiente como ninguna otra hoy día, pero ya previsible. Las defensas le preparan un embudo en el que agoniza el intento postrero del remate. Si no hay variantes, la vida de Messi se dividirá entre los días de gloria en los que consuma su obra maestra de cinco driblings a la carrera y la pelota contra un palo, y los otros, aquellos en los cuales los rebotes en los defensores denunciarán que le pudo pasar la pelota a un compañero.
Eso es lo que vino a acontecer el martes pasado. Cinco, seis veces la misma jugada con idéntico epílogo. El fastidio fue ganando adeptos en la tribuna y la frustración general por el juego de un equipo que aún no convence encontró en Messi un destinatario impensable hace pocas semanas.
La unanimidad se ha roto por un tiempo. Los propios seguidores del Barcelona ya discuten, no su genio, pero sí el valor final de su prestación. “¡Pasala alguna vez!”, se oye cuando la diagonal culmina desairada por un frontón humano que, como los toros lidiados a campo traviesa por las noches, aprende a defenderse. Se insinúan acusaciones de un personalismo pernicioso, lo cual no es grave porque son los mismos críticos los que luego debatirán por el elogio más empinado cuando la jugada culmine como sólo Messi es capaz de terminarla. Pero como son tiempos difíciles para el Barcelona, como se viene de frustraciones en cadena, la paciencia no es cómplice de Lionel.
En estos días en Barcelona, este cronista, muy a título personal, se aventura a mencionar otro problema que cree haber detectado y que muy rápidamente puede ser desmentido por los hechos: el líder táctico del equipo, que viene a ser Xavi, no parece demasiado dispuesto a jugar para el marketing del gran jugador argentino. Contra Racing de Santander, en la segunda fecha de la Liga, se pudo apreciar más de una vez en Xavi, una ocurrencia “mejor” que la de ofrecerle la pelota a Messi. Hubo una última jugada en el partido que estaba empatado 1-1 en la que Messi estaba solo, a tres metros del área penal. Era pelota para Messi y partido que se podría ganar; pero el “base” del equipo desestimó la jugada más lógica para inventarse una que llevaba el fracaso incluido. Messi se quedó clavado en su espera como una estatua cuyas manos indicaban el camino que pensaba recorrer en esos diez segundos finales. Xavi debe saber, porque es uno de los jugadores más inteligentes de España, que la última pelota siempre debe ser para los Ginóbili y los Messi. Si la presunción fuera cierta, Messi tiene un conflicto en puerta y será necesario que muestre una gran personalidad para que el administrador del juego, acaso harto de los viejos sacrificios hechos siempre para que se luzcan los más famosos, acepte su papel secundario.
Por lo demás, Messi es la única alegría que el fútbol puede prometerse. Los demás enganchan, tocan para el que viene llegando. Los encaradores han desaparecido del mapa. El uno contra uno que Messi se impone cuando arranca es la única electricidad del fútbol de este tiempo. Aunque es posible que su velocidad deje atrás a los propios compañeros y al llegar al área no tenga otra opción que terminar su propia obra. Sin embargo, lo que el Pulga debe evitar es jugar contra el mundo. Resuelto el primer mano a mano, tiene que saber encontrar un pase. Frenar él y que pasen sus compañeros, esperarlos si cabe. Sería una pena que, poco a poco, se fuera convirtiendo en un solista excepcional, incomparable, claro, pero que nunca pueda estar dentro de una sinfonía y que siempre la pieza sea un concierto para solista y orquesta.
Conociendo las disputas que ya se oyen en la Argentina y, no sin sorpresa, los tenues abucheos del martes, Messi debe ir a su primera autocrítica, lo más a fondo posible. Nada grave, por cierto. Es tan superior al resto que si la salud lo acompaña, Xavi se la pasa, y mete pronto uno de los goles fabulosos que intenta, entonces, lo más lógico sería pensar que esta nota ha envejecido.