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¿Lo habrá leído Néstor Kirchner?

Se sabe que los Kirchner leen a José Pablo Feinmann, y que Feinmann lee –y muy bien– a Foucault. Ahora que Néstor Kirchner se dedica a la estrategia, y sin que la agenda de la gestión le consuma todo su tiempo, ¿habrá aprovechado para leer por sí mismo el último libro de Foucault editado en 2007 en la Argentina, Nacimiento de la biopolítica?

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Socialismo europeo. Tapa del libro de Foucault recomendado.

Se sabe que los Kirchner leen a José Pablo Feinmann, y que Feinmann lee –y muy bien– a Foucault. Ahora que Néstor Kirchner se dedica a la estrategia, y sin que la agenda de la gestión le consuma todo su tiempo, ¿habrá aprovechado para leer por sí mismo el último libro de Foucault editado en 2007 en la Argentina, Nacimiento de la biopolítica?
Sería una lectura por demás oportuna para todos aquellos que están dedicados a reconstruir el Partido Justicialista, porque no sólo tendrán que acordar cargos sino principios. El libro transcribe uno de los seminarios anuales que dictó Foucault en el Collège de France, donde fue profesor de Historia de los sistemas de pensamiento entre 1971 y 1984, año de su muerte. 
En su seminario, homónimo al título del libro, explica la refundación de los partidos políticos tras la destrucción que dejó la Segunda Guerra Mundial, con especial detalle de los partidos socialistas a los que el kirchnerismo desea tomar como ejemplo para reconstruir el peronismo.
Comienza por una introducción a la teoría del Estado, donde habla de la conciencia de sí del gobierno: “Transformar en ser el deber ser del Estado. El deber hacer del gobierno tiene que identificarse con el deber ser del Estado”. Explica que, para los juristas,  “hay leyes que están ahí con anterioridad al Estado, pues son constitutivas de éste y, por absoluto que sea su poder, no deberían ser tocadas (...) el soberano no sólo se compromete a hacer sino a no hacer ciertas cosas (...) el  gobierno que desconozca esa limitación será simplemente un gobierno, insistamos, no ilegítimo, no usurpador, sino torpe, inadaptado, un gobierno que no hace lo que conviene”.
Avanza con la sustitución del concepto de legitimidad por el de éxito: “ Si (el gobierno) la perturba, si no la tiene en cuenta o actúa contra las leyes que han sido fijadas por esa naturalidad propia de los objetos que ella manipula, surgirán de inmediato consecuencias negativas para ella misma; en otras palabras, habrá éxito o fracaso y ya no legitimidad o ilegitimidad”.
Repasa las concepciones clásicas sobre la sabiduría del buen gobernante, como alguien que debería decir: “Conozco demasiado bien las leyes de Dios, conozco demasiado bien la debilidad humana, conozco demasiado bien mis propios límites (como) para no limitar mi poder, para no respetar el derecho de mis gobernados”. Lo que hace que un gobernante sea malo no es su maldad, sino su ignorancia. Y desarrolla el “nuevo arte de gobernar”, que nace con el liberalismo clásico, “el gobierno frugal” que limita desde dentro del poder mismo el ejercicio del poder de gobernar.
Antes de llegar al renacimiento de los partidos de post guerra, recorre a Kant, para anticiparse a la globalización: “La garantía de paz perpetua es la planetarización comercial (...); para que los hombres formen en conjunto una organización social (hace falta) que puedan intercambiar sus productos entre ellos o con los hombres de otras regiones”. Para evitar la hegemonía de unos sobre otros, el gobierno está obligado a producir libertad y organizarla: “El nuevo arte de gobernar se presentará como administrador de la libertad (...), ‘voy a procurar que tengas la libertad de ser libre’”. Es decir, que la vigilancia, el control y la intervención del gobierno es para crear un plus de libertad sin cuya intervención se producirían, por ejemplo, monopolios.
Socialismo europeo.  Cuenta Foucault que, hasta 1950, la socialdemocracia alemana siguió reconociendo “la validez histórica y política del principio de la lucha de clases”. En 1955, Karl Schiller, rector de la Universidad de Hamburgo  –que años más tarde  llegó a ministro de Economía de Alemania–, escribió un libro que marcó el cambio que se avecinaba. Se llamaba Socialismo y competencia (no socialismo o competencia, como hasta entonces), y su lema era “tanta competencia como sea posible y planificación en la medida justa y necesaria”.  Contemporáneamente, Theodor Blanck, vicepresidente del sindicato de mineros, declaró que “el orden liberal es una alternativa al capitalismo y al planismo (economía planificada)”. Unos años antes, había fracasado la última huelga general en contra de la liberación de precios, y así como hoy se visualiza en algunos países latinoamericanos al liberalismo como una doctrina de dominación de los Estados Unidos, en Alemania y gran parte de Europa se creyó –durante el siglo XX– que era una teoría de dominación de Inglaterra; por lo menos, hasta que ella misma quedó empobrecida por las guerras y fue gobernada por el laborismo. En 1959, el Partido Socialista alemán realiza el Congreso de Bad Godesberg, donde abandona el concepto de lucha de clases y además “aprueba el principio de una economía de mercado en todas partes, o al menos allí donde imperen las condiciones para una verdadera competencia”.
Hasta la Segunda Guerra, Alemania estaba “encorsetada” por cuatro elementos: “Economía protegida, socialismo de Estado, economía planificada e intervenciones de tipo keynesiano (la forma más moderada de todas); hay un vínculo necesario por el cual ningún elemento de ese sistema económico puede darse sin que después, poco a poco, aparezcan los otros tres”.
El siglo XIX fue el del socialismo de estado bismarkiano; el comienzo del siglo XX, tras la crisis de 1929, la época del intervencionismo de Estado en la economía  al estilo keynesiano, que caracterizó al New Deal en Estados Unidos y al Partido Laborista en Inglaterra (cuyas teorías también se utilizaron en la Alemania de Hitler).
El libro de Foucault continúa, pero su contenido excede a esta columna. Simplemente, vale de excusa para preguntarse si Kirchner, para modernizar al peronismo, podría encontrar inspiración en el congreso del Partido Socialista alemán de Bad Godesberg.
En Estados Unidos se opina que ese país no salió de la crisis por el New Deal keynesiano, sino gracias a la Segunda Guerra. El ministro Lousteau pidió a sus colaboradores que revisen el libro A Theory of Price Control, de John Galbraith (ver página 26), escrito en 1952, cuando en el hemisferio norte aún se discutían muchos de los temas que hoy se discuten en Argentina. Buen momento para un debate de actualización.