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Lo que se va, lo que queda y lo que debe venir

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El año 2014 fue políticamente intenso. Con una mirada de mediano plazo, lo ocurrido puede verse como una agudización de lo que se viene dando desde hace tiempo, y de ello ya se habló bastante en los balances de la década ganada, perdida o desperdiciada. El último año con más inflación, más estancamiento económico, más inseguridad, narcotráfico que rompe límites no pensados, mayor desapego por las instituciones y una batalla judicial que se profundiza ante los escándalos de corrupción ya difíciles de ocultar.

Pero una mirada más amplia de los hechos debe tomar en cuenta también la opinión de los ciudadanos, facultados institucionalmente para juzgar el desempeño de los gobiernos. Algunas encuestas muestran que más del 11% opina que se debe continuar con este modelo tal cual es, mientras que al menos otro 50% piensa que deben cambiarse algunas cosas, manteniendo otras; lo que significa que más del 60% de los ciudadanos piensa que hay algo que preservar de lo hecho durante esta gestión.

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El resultado de esa mirada más amplia de los hechos permite elaborar un diagnóstico que resume, en tres dimensiones, tanto lo que debe irse con este gobierno y lo que debe mantenerse como lo que debe recomponerse para encontrar el camino del desarrollo económico, social y cultural del país.

La primera dimensión incluye todo lo que se ha hecho mal y debe irse al finalizar el mandato de los Kirchner: confrontación permanente; falseamiento de la realidad a través de acciones como los dibujos del Indec o la negación de la falta de seguridad al redefinir los hechos delictivos como simples sensaciones; vocación autoritaria de poder en la que no cabe el respeto por las minorías ni el control institucional propio de una democracia republicana; manejo arbitrario, poco eficiente y nada transparente de los recursos públicos; voluntarismo que hace abstracción de los límites de la realidad, sustituyendo las respuestas técnicas por los impulsos nacidos de una omnipotencia adolescente.  

La segunda dimensión se refiere a un conjunto de valores que, más allá de las motivaciones y de la eficacia con que se han hecho efectivos, han sido una constante en el discurso político de los Kirchner, y altamente valorados por gran parte de los ciudadanos. Estos valores se relacionan con los derechos humanos, con los nuevos derechos civiles y, sobre todo, con la defensa de una redistribución de la riqueza que combata la desigualdad, la pobreza y la exclusión. Valores presentes desde hace décadas en el ideario colectivo de los argentinos, pero que no siempre han aparecido como una prioridad de la política. Valores que, pese a su utilización frecuente por líderes demagógicos, deben preservarse e integrarse responsablemente a todo proceso de desarrollo.

La tercera dimensión refiere a las prácticas que deben recomponerse en nuestro quehacer político; prácticas que han sido maltratadas en este período pero cuyas deficiencias vienen de lejos. La principal apunta a poner el Estado al servicio de la seguridad de las personas y sus bienes; y de la producción de la riqueza que se quiere distribuir. Este Estado recompuesto deberá ocuparse, entre otras cosas, de depurar las fuerzas de seguridad y servicios penitenciarios penetrados por el narcotráfico. Y en lo económico, otorgar garantías a las inversiones productivas, controlar la inflación, defender el medio ambiente, reparar la política energética, fortalecer la infraestructura; así como mejorar la educación para ayudar a la inclusión social y a la modernización productiva. Todo lo cual supone aligerar el sobrepeso de la burocracia fomentada por el clientelismo, que ha sustituido la eficiencia por razones partidarias.
A estas prácticas deben sumarse otras, como la vigencia de los valores republicanos y la transparencia en el manejo de los recursos públicos, promoviendo el acceso a la información pública de todos los ciudadanos.

*Sociólogo.