COLUMNISTAS
estrategia de la casa blanca

Los desafíos de Obama para 2010: la paz tendrá que seguir esperando

Irak, Irán, Afganistán, Rusia y China, los cinco principales objetivos de la política exterior de Washington. Una agenda que aún sigue sin mostrar las facetas del cambio prometidas.

|

Se espera de Barack Obama que sea un presidente que domine y defina su tiempo. Su predecesor le dejó el campo orégano, su carisma es innegable y su estilo, atractivo. Ocupó el centro de la escena como desde hacía mucho un presidente primerizo no lo hacía. El analista George Friedman se remonta a Ronald Reagan, diferenciando la estrategia reaganiana de afirmar el poder norteamericano colocando a todos sus aliados detrás de la línea que él había trazado, de la de Obama, consistente en renovar el sistema estadounidense de alianzas. Es un riesgo, acaso el mayor en política exterior.


Si progresa la economía, esto incrementa la creatividad en política exterior. Un país con confianza y con una política exterior arrojada tiene más posibilidades de optar por aliados (Obama ha subrayado que la cantidad de países que constituye la fuerza para Afganistán llega a 43, mientras que 33 enviaron tropas a Irak). Si se persigue el liderazgo global alineándose con la opinión pública mundial en temas esenciales, eso agranda la posibilidad de afirmarlo. Modificar la sensibilidad acerca de los Estados Unidos más allá de sus fronteras es una de las piedras fundamentales de la estrategia de Obama.
¿Es una casualidad que tanto Reagan como Obama hayan afrontado la necesidad de ocuparse de Afganistán? Las casualidades existen, pero en la historia no son otra cosa que el resultado del uso de herramientas herrumbradas para el análisis. Por eso, conviene hacer un paso relámpago por Irak, Irán, Afganistán, Rusia y China, cinco destinos de los desvelos del presidente norteamericano, para desechar casualidades y hallar alguna certeza.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite


En Irak, Obama continuó la política de Bush consistente en el retiro por fases, sujeto a eventuales modificaciones. El acercamiento a Al Qaeda de facciones del ilegal partido Baas de Saddam Hussein, hace temer la organización de atentados a medida que se avecinan las elecciones legislativas del 7 de marzo. El regreso de la población iraquí a la normalidad es tímido, Al Qaeda busca desacreditar cualquier medida de seguridad de un gobierno chiíta.
El miércoles pasado, decenas de miles de iraníes acudieron en Teherán a la plaza de Enghelab como respuesta a una convocatoria del gobierno contra quienes protestaron hace una semana. El líder supremo, Ali Jameneí, con quien está alineado el presidente Mahmud Ahmadinejad, ha culpado a los “enemigos extranjeros” (Estados Unidos e Israel) de las revueltas que causaron una cifra que va desde los ocho a los 37 muertos según las fuentes, y de trescientos a novecientos detenidos. Los dirigentes opositores Mir Hosein Mussavi, Mehdi Karrubí y Maohamed Jatamí leen la situación como una confesión de debilidad del régimen. Si bien la máxima política de Maquiavelo, “divide y reinarás”, no ha perdido actualidad, en este caso estimularla dista de constituir una estrategia consistente: no están claras las diferencias entre oficialismo y oposición respecto del plan nuclear iraní. Luego de un llamamiento inaugural de Obama a la apertura de Occidente hacia el mundo islámico, que fue desairado, la política norteamericana en Irán continuó siendo la de Bush: blandir sanciones sin descartar otros medios (como la guerra).
Estados Unidos prometió gastar 16 mil millones de dólares en las Fuerzas Armadas de Afganistán; sin embargo, para construir un ejército capaz de garantizar la estabilidad hará falta algo más. Aunque la Casa Blanca ha declarado que no estará allí una década, no son buenos propósitos los que determinan dichas cuestiones, sino una adecuada armonía entre política exterior y geopolítica.


El premier ruso Vladimir Putin declaró desde Vladivostok que con un “paraguas” (escudo antimisiles) “los estadounidenses se sentirán seguros”, al tiempo que afirmó que Moscú desarrollaría armamento ofensivo para garantizar la paridad estratégica. No precisó a qué tipo de armas se refería. Los analistas coinciden en que la profunda desconfianza que suscitaba George Bush a Rusia y a la Europa del Este permanece inalterable con Obama. ¿China? Nada nuevo respecto de Bush: lazos comerciales más estrechos. ¿Derechos humanos? De eso no se habla.
A propósito del tiempo que le llevó reaccionar ante el ahínco estéril del nigeriano Umar Farouk Abdulmutallab por hacer trizas un avión sobre Detroit, y del modo cómo lo hizo, el investigador en seguridad interior Benjamin Friedman sostuvo que sus acciones revelaron un liderazgo débil. “Nos pidió que tuviéramos confianza, pero no entró en detalles sobre aquello en qué debíamos tener confianza”. Es sabido que los norteamericanos asignan una importancia superlativa a los liderazgos capaces de transmitir la certeza de que “el sistema funciona”. Obama citó para el martes a los responsables de las agencias de seguridad.
Cuando la Constitución norteamericana de 1787 fijó en cuatro años el período presidencial, los sucesos que podían acaecer durante ese lapso eran infinitamente menos frenéticos que los de hoy. Decir en el siglo XVIII “nos tomaremos un par de días porque me gusta saber de qué estoy hablando antes de hacerlo” era habitualmente inocuo; hoy, el ciudadano medio necesita que quien lo preside haya previsto las cosas antes de que ocurran. No es aconsejable traer a la memoria la frase que despachó George W. Bush cuando, durante un curso de golf, le hablaron de un atentado en Israel: “Gracias. Ahora mire este drive”. Tampoco es seductor –y acaso termine por ser tan exageradamente paradójico que conduzca al fracaso– continuar con muchas de las políticas exteriores de Bush, pero “all’ uso Obama”.
El año transcurrido es todo lo que tendrá para definir su estilo. Aunque él dice que no lee encuestas, la combinación entre su caída por debajo del 50% de aprobación y las elecciones de medio término han hecho que en los cuarteles demócratas las alarmas se desperecen. A diferencia de lo que le sucedía a Humphrey Bogart en Casablanca, Obama no va a poder pedirle asiduamente a Sam, el pianista, que toque la pieza de nuevo.